Aura

Te perderás en mis lágrimas

Para el mar que con las olas se aleja, pero que siempre vuelve a mojar los pies de la tierra. Esa tierra que le espera fiel, y un poco asustada de que algún día las olas lo arrastren tan lejos, que sólo quede el remanente de lo que un día fueron. El recuerdo de cuando juntos, formaban una vista preciosa.

Aura Reyes

Mi mano tiembla cuando me llevo el cigarro a los labios. El filtro se humedece al hacer contacto con las lágrimas que se pierden dentro de mi boca.

Miro la puerta fijamente, sentada en el sofá frente a ella esperando por verlo cruzar. No he recibido ninguna llamada o mensaje suyo, lo sé porque reviso mi celular cada minuto. "Nunca es suficiente" suena por los altavoces haciéndome compañía y en modo repetición.

En la cajetilla ya solo quedan dos cigarros. Desde hace mucha nicotina atrás que he sobrepasado mi límite. No debería fumar en lo que resta de semana.

Ayer fue la final del concurso. Gray y Mjölnir se enfrentaron siendo éste último el ganador. Algunos fans dicen que el primero es el rey sin corona, otros que el segundo es un digno campeón. Ninguno se pone de acuerdo y es una discusión de nunca acabar.

Los de Gray estaban furiosos, los únicos que nos alegramos por Mjölnir fuimos Eric y yo, los demás insinuaron que el guitarrista estaba feliz porque sabe que tiene un lugar asegurado en la banda de su primo, después de todo siempre recibieron ayuda de su parte con las letras de las canciones que les dejó.

Al terminar el concurso acudimos a la fiesta que habían organizado para los participantes y sus familiares. Poco nos acordamos que es muy mala idea beber en ese tipo de eventos, de haberlo hecho habríamos recordado lo que pasó la última vez que estuvimos en uno, cuando la fiesta terminó con Nicolás siéndole infiel a su novia y yo gritándole a Dimas en el vestíbulo del hotel por haberse puesto como loco cuando descubrió que Eric y Minerva se iban juntos a una habitación. Al final el guitarrista terminó durmiendo con Nico y Gabriel, sin Minerva.

Pero no recordamos, asistimos y bebimos como si no hubiera un mañana. Al menos yo tenía una justificación.

Minerva fue la que peor tomó haber perdido. Dimas se pasó la fiesta entera tratando de consolarla. La vista de él abrazándola mientras lloraba, y de ella rodeándole el torso me tenía enferma. Las pocas ocasiones en que se separaba de ella y se acercaba a mí, no nos daba tiempo ni de besarnos porque ella encontraba una nueva excusa para llamar su atención.

Había bebido demasiado, necesitaba del alcohol para no asesinarla. Platicaba con Teresa y Berenice mientras Gabriel nos lanzaba miradas asesinas como si estuviéramos confraternizando con el enemigo. Hablábamos de cómo Nicolás se plantó fuera de la casa de Teresa diciendo que no le importaba que su hermano le rompiera cada hueso del cuerpo —dedos incluidos—, con su bate de béisbol, negándose a irse hasta que ella le diera una segunda oportunidad.

Una canción de indie rock que parecía bastante sensual comenzó a sonar. Henry fue por mí y me saco a bailar. Al principio me resistí, pero tenía suficiente alcohol en mi sistema como para dejarme llevar. Movía mis caderas de una forma que no sabía que era capaz, giraba en mi lugar y agitaba los brazos embargada por el ritmo de la música.

De pronto las rodillas me fallaron y no fui capaz de sostenerme en pie. No sé por qué no caí, pero no me importaba, yo estaba más interesada en ver el baile caliente que le estaba regalando Minerva a mi novio.

Dimas estaba sentado con una cerveza en la mano, sus ojos se veían inusualmente rojos y estaban enfocados en lo que hacía la morena. Cedric y Sofía sentados junto a él decían algo pero Dimas hacía oídos sordos. De pronto el baile dejó de ser suficiente y Minerva se sentó a horcajadas sobre él, le rodeó el cuello y se apoderó de su boca. De esa boca que dejó de pertenecerle porque él dijo que era mía al igual que su voz.