El Sueño de Pablo

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En la madrugada, Pablo tuvo uno de aquellos sueños en los que una persona sabe perfectamente que está soñando.

Se hallaba en las canchas de basquet de su colegio, en medio de una fiesta. Había un disco móvil, altoparlantes en la esquinas, juegos de luces y un sin número de chicas vestidas de gala. Él buscaba a una para sacarla a bailar, pero ellas no hacían  mas que reírse.

Consciente de que se encontraba en un sueño, procuraba volver las imágenes a su favor. Iba de un lado a otro del patio, se exhibía, trataba de atraer la atención de alguna chica. Ningún resultado.

De pronto, apareció una muchacha con un suéter azul, de espaldas a él. Intuyó que ella aceptaría bailar y se acercó. Pero entonces ocurrió uno de esos desplazamientos que solo se dan en los sueños: repentinamente, como si se tratase de un salto en la escena de la película, se vio caminando fuera del colegio, junto a ella, tomando de su mano.

La situación era extraña. Ella mantenía el rostro de lado, de modo que el no alcanzaba a  mirarle las facciones, que debían de ser hermosas si guardaban armonía con su cabello: largo, suelto, brillante. Una muchacha con el pelo así seguro era bonita.

Se hizo de noche. Ambos avanzaban por una callecita donde unos postes de madera, pintados de verde, los alumbraban con una liz amarilla.

En un momento, ella se desprendió de su mano y se apoyo contra un poste, manteniéndose siempre de espaldas: el suéter azul le ceñía el cuerpo; el cabello suelto invitaba a acercársele.

Pablo, fue hacia ella y le rozó la cintura, suavemente; le tomó las manos por detrás y sus dedos se entrelazaron; apoyo su frente en la nuca de la muchacha. El cabello suelto ahora le acariciaba.

El sueño parecía perfecto, aunque el deseaba mirar el rostro de la muchacha. La abrazó y supo que se besarían. Se paró. !Hasta que te acordaste, flaco! Iba a besar a una muchacha bonita, tan bonita que ni en sueños se atrevía a verle las facciones.

El momento había llegado.
Ella empezó a darse la vuelta, lentamente. Un viento soplaba con suavidad. La luz amarilla del poste se torno blanca.
!Buenazo! Él estaba emocionado y sintió la irrupción de un repentino frío en el cuerpo, el que en la realidad, fuera del sueño, hallaba calientito entre las mantas de la cama. La muchacha terminó de darse la vuelta y le ofreció sus labios. Sin embargo, en ese mismo instante, antes de que Pablo pudiera conservar aquel rostro en su memoria, escuchó una voz a lo lejos y la muchacha se desvaneció. La voz volvió a escucharse, esta vez más cerca, del otro lado del sueño, desde la realidad:

- !Levantate, hijo! Vas a atrasarte al colegio.

La voz provenía de su madre, la luz blanca y el frío, de las mantas retiradas de la cama.

- !Levantate, Pablo Augusto! - insistió la madre.

Las clases fueron despediadamente aburridas.
O al menos así le parecieron a Pablo, que se paso las horas con la mente en blanco, perturbado por el sueño de la muchacha. Y si su madre no lo hubiera despertado justo cuando iba a besarla? Por que solo podía recordar el cabello y el suéter azul? El sueño guardaba relación con su vida?

Las preguntas se repetían una y otra vez, y él mismo la respondía. Por supuesto que guardaba relación, túpido, porque hace fu que no salía con nadie.

La ansiedad le hacía imaginarse a una muchacha a quien ni en sueños llegaba a besar.

Al concluir las clases, se retiró del curso con el Manzanilla, uno de sus dos mejores amigos.

El Amor es un no sé qué by Mario CondeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora