CAPÍTULO 1: TODO MAL TIENE UN COMIENZO

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Era el peor veneno que existía en la Tierra

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Era el peor veneno que existía en la Tierra. Todo lo que mis manos tocaban, moría agónicamente sufriendo el peor de los destinos.

Las noches que era libre y las puertas de mi habitación no me lo impedían, iba en busca de sangre y tripas con las que cubrirme de pies a cabeza, pero lo que más disfrutaba eran los gritos de clemencia de mis víctimas.

No mataba animales, porque no sabían hablar y porque eran lo poco bueno que quedaba sin corromper en el mundo. Pero cualquier humano, sin importar la edad, perecía sin compasión bajo mis manos.

Os preguntareis desde cuando era capaz de cometer tales atrocidades. Aquellas pesadillas que comencé a sufrir de pequeña, me dejaron unas secuelas que pesaron y condicionaron el resto de mi vida. Desde que la primera pesadilla se hizo presente, me dejó unas terribles secuelas padeciendo un extraño caso de insomnio. Mis padres me llevaron a numerosos médicos e incuso algunos fuera del país, pero ninguno daba en el clavo con lo que me sucedía.

No había respuesta que la medicina pudiera darme pero era evidente que algo en mí no iba bien.

Y desde la primera noche que asesiné a alguien mientras dormía, ese patrón se fue repitiendo hasta el día de hoy.

Tal era el riesgo de estar cerca de mí que mis padres tuvieron que instalar hasta siete cerrojos de seguridad a mi puerta además de una cerradura para impedirme salir.

Por desgracia para mí, infundaba un enorme terror a las personas que más quería y eso me hacía sentirme realmente desgraciada. Intentaba no mostrar el dolor que sentía pero siempre se me escapaba alguna lágrima cuando estaba en la universidad y tenía que esconderme en los baños para evitar las burlas del resto.

Por culpa de ello, me negué en redondo a tener a migas o novio por miedo a dañarles, además, ¿Quién querría estar con alguien que era una asesina por la noche?

Todos mis compañeros tenían planes de futuro e incluso la mayoría vivía en una casa aparte totalmente independizados pero en mi caso eso sería completamente imposible.

Sola y bajo el techo donde mis cuidadores me temían, mi futuro era tan negro como incierto.

Pensaba que quizás pintar me ayudaría a relajarme y a que mis brotes se redujeran, pero no hubo una sola diferencia.

Todas las noches acabarían igual si nadie me detenía.

Cuando la noche se cernía sobre mí, me acostaba sobre la cama y miraba el techo analizando la pintura que llevaba varios meses confeccionando. Aquella imagen que iba tomando forma, era la figura de una mujer que salía de forma recurrente en mis sueños.

Noche tras noche, pintaba un fragmento más de esa composición cuya mirada parecía atravesarme como cientos de agujas envenenadas. Lejos de hacerme sentir tranquila, aquella mujer era mi pesadilla encarnada que parecía dañarme cuando mi mente volaba lejos en el mundo de los sueños. Ese dibujo contaba mi sufrimiento en una paleta de colores fríos y oscuros, tal y como me sentía día tras día.

The Darkest Hour[RETIRADA POR PUBLICACIÓN EN EBOOK]¡YA A LA VENTA! #HA2019Donde viven las historias. Descúbrelo ahora