VI

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La luz de la ventana me despertó. Tenía la impresión de que había pasado una eternidad durmiendo, pero me sentía tan bien debajo de tantas mantas...

Me toqué la frente, tenía mi cara empapada, al igual que el resto de mi cuerpo, es lo que tiene que te baje la fiebre mientras estás durmiendo. gracias a dios que Rubius se quedó conmigo esta noche... Por cierto, ¿dónde estaba? Miré a la silla de mi cuarto y no estaba su abrigo. Me levanté y miré en todas las habitaciones, las pocas que tenía, no es que mi piso fuera un palacio, pero me parecía muy raro que se huiera ido sin haberse despedido. Además recuerdo perfectamente como se metió en mi cama y me dejó acurrucarme a su lado para entrar en calor.

Entré en la cocina y oí la puerta de casa. Salí al recibidor y ahí me encontré a Rubius despeinado y con la cara pálida del frío.

-¿Pero y esa cara?- dijo al ver mi cara. No me esperaba que nadie fuera a abrir la puerta en ese momento.

-Ostia, tío, perdona que me asuste por pensar que estaba sola en casa que alguien abra la puerta como si nada.

-¡Ja, ja, ja! Es verdad, lo siento, lo siento... No te quería despertar y he bajado al Starbucks de abajo a por desayuno. Porque otra cosa no, pero en Madrid hay un puñetero Starbucks en cada esquina. Espero que te gusten los croissants.

-¿De verdad has ido a por el desayuno? -dije con los ojos como platos.- No sabía que mi piso venía con room service.

- A su servicio señorita. ¿Desea algo más?

Deseaba plantarle un beso en la boca.

- No, muchas gracias, Alfred. 

- Yo no soy Alfred, yo quiero ser Batman.

- Si, pues Batman no prepara desayunos.

- Este Batman si, Madrid no es Gotham, y me aburro un poco aquí. Ahora vete a darte una ducha, anoche te bajó la fiebre y comenzaste a sudar. - mi cara en ese momento era un poema. Joder, qué verguenza. - ¡Eh! ¡Pero no te preocupes! ¡No pongas esa cara! ¡Estás mala! Deberías verme a mi cuando estoy malo. Por lo menos no lo has pasado sola. Venga, dúchate y desayunamos.

Salí de la cocina y me miré en el espejo de la entrada. Si ayer pensaba que estaba horrible para recibir a Rubius, me tendríais que haber visto ahora. Mi moño parecía un nido de cuervos, los pelos sueltos estaban de punta, tenía las chapetas más rojas de mi vida y encima sentía como mi cuerpo estaba cubierto de sudor seco. Me estaba dando un asco a mi misma que no me podía aguantar. Pero lo que no se es como lo aguantó Rubius. 

Entré en la ducha y puse a tope el agua caliente. Me gustan las duchas en las que el agua caliente pica. Me lavé el pelo a conciencia y me puse mascarilla y usé el gel de baño que huele a aceite de argán, al menos que a partir de ahora cada vez que Rubius se acercara a mi, no apestase a persona enferma. Acto seguido me sequé el pelo, me puse unos leggins más decentes y un maxi jersey y salí para el salón.

- Vaya, que cambio has dado.- dijo mientras entraba y me sentaba en el sofá.- Toma, escoge café. La verdad es que no sabía que te gustaba, así que te he traido un Chai, un Matcha, un café normal y un capuccino.

- Me tomaré el matcha, necesito despertarme un poco. - dije cogiendo el vaso y dándole un sorbo. Estaba a la temperatura perfecta. - Muchas gracias, de verdad, por todo esto. Te estás portando genial.

- No es nada, de verdad.

- ¿Que no es nada? Rubén, que llegaste ayer de Chile y te plantaste aquí por la tarde para hacerme sopa. Y te has quedado a dormir. Y me has puesto una toalla fría en la frente por la noche. Y esta mañana te despiertas y bajas al Starbucks para traerme el desayuno. Hombre, sí que es algo.

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⏰ Last updated: Jan 14, 2018 ⏰

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Adolesveinte  (Rubius y tú)Where stories live. Discover now