capítulo 2| el arte de la guerra.

15 2 0
                                    


Samuel.

Tras 172 horas habitando la casa de Amelia legalmente,decido bajar a tomar una ducha.

No entendí, y sigo sin comprender porque alguien decidiría dormir en la habitación que conecta la casa con el ático,debe ser frustrante que toda tu familia entre a tu privacidad después de celebraciones para guardarlo todo durante un año; aunque algo me decía que nadie entraba a ese lugar, cuando lo descubrí, en mi segunda semana de allanamiento de propiedades, lo único que gane fue un resfriado debido a la magnitud de polvo y suciedad que inspire; días después me llene de valor y lo limpié, descubrí que era una especie de refugio, se notaba la testosterona en ese lugar más que en cualquier anatomía masculina, por lo cual, aún más confundido , trate de ignorar el hecho de que estaba conectada a una habitación tan femenina que incluso logré encontrar una barbie nadadora por alguna parte.

En cuanto observo totalmente la habitación de Amelia suelto una muy inapropiada maldición, esta chica lleva una semana aquí y ya arruinó todo el orden que había creado en su ausencia, y luego está ella, abrazando una almohada gigante de Star wars que parece ser lo único que no lanza estrógenos -la cual es una hormona exclusivamente del sexo femenino encargada de la maduración del aparato femenino para hacerlo fértil- en cuanto la miras.

-Mierda.- murmuró en cuanto mi pie descalzo pisa la mano de la barbie anteriormente mencionada.

Odio ver esto tan desordenado,así que aplazó mi ducha reacomodando mi agenda mental; bien, necesito estar en el Instituto a las seis (una hora antes que todo el mundo) para marcar territorio y conseguir un buen estacionamiento desde el primer día, eso quiere decir que a las cinco debo ya haber desayunado, y hacer a Amelia desayunar para que la carretera este lo suficientemente libre y no llegar tarde, la simple idea de llegar diez minutos después de lo predeterminado me provoca un escalofrío.

Pero no puedo irme con esta habitación asi,volver luego del Instituto me provocaría tanto estrés que no sería capaz de concentrarme en "El arte de la guerra".

-Deja de pensar O'Sullivan.-repito las palabras con las que el entrenador me recibió en el equipo de baseball-.Comienza a actuar.

Camine con cuidado de no pisar nada que pusiera en riesgo a mi lindo pie,hasta llegar al lado de Amelia,¡Por Dios son las cuatro de la mañana,¿Cómo puede seguir tan dormida?!

- Amor.-Digo agitando su hombro-.Es hora de despertarse dormilona.

Abraza más la almohada y me da la espalda dejando en claro lo frustrante que será ponerla en pie y alejarla de aquí mientras arreglo el desastre que estoy seguro, no le incómoda tanto cómo a mi.

-No.-Su voz suena como la de una niña pequeña quejándose.

Hago tronar mis dedos mientras le ruego a cada divinidad que me pasa por la mente,que después de esto no me ponga de patitas en la calle.

Llevo una semana conviviendo con ella, y ha sido agradable, aunque cualquiera que conozca a Amelia Mason sabrá instantáneamente que la amabilidad no es algo que se le haya entregado en grandes cantidades, de hecho ella es todo lo contrario, es hostil y vulgar, cualquier cosa es una excusa válida para maldecir y a diferencia mía es jocosamente desordenada, pero ha sido una buena semana y en realidad espero que tras esto no se convierta en mi último recuerdo de esta casa mientras vivo en mi auto.

-Hey vamos ¡levanta ese lindo trasero!

-Vete al diablo,O'Sullivan.

-Primero tienes que levantarte o llegaremos tarde.

Me ignora completamente.

-Lo siento,amor.

Pongo una mano bajo sus rodillas y otra tras su espalda, cargandola, con el pelo desordenado cubriendo su rostro,Amelia sólo acerca su rostro más a mi pecho y parece olfatearlo.

Todas las flores de AmeliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora