I: The Woods
Cogí otro pañuelo mientras seguía el mismo camino de siempre. Acerqué el pañuelo a mis ojos y quité las lágrimas traicioneras que salieron de mis ojos. Al momento de quitarlas, observé el pañuelo y vi que estaba impregnado de rímel; debía tener los ojos hechos un desastre.
Levanté la cabeza y vi que ya había llegado a mi casa, por lo que cogí el pomo de la puerta y, antes de abrirla, inspiré y puse la sonrisa forzada que ya se había vuelto costumbre el hacer antes de entrar a mi casa.
Al llegar a mi casa, grité un saludo y al momento subí a mi habitación, cerrando la puerta tras de mí. Dejé la mochila a un lado y me dirigí al espejo de mi habitación, donde me observé y vi mis ojos con negro por debajo de estos. Aunque eso no fue lo que más me llamó la atención, sino el color del iris: lila. Al verlos, cerré los párpados con fuerza.
Esta maldición, la cual era considerada como un don por mis padres, consistía en el cambio del color del iris de mis ojos según mi estado de ánimo: a veces era lila, otras veces azul y así. Este suceso no seguía ningún patrón fijo.
Mis padres me llevaron a miles de especialistas por lo que ocurría en mis ojos, pero ninguno sabía explicar con certeza lo que me ocurría, así que mis padres simplemente se rindieron y lo dejaron con el término "don", pero nunca podría considerarlo un don, sino todo lo contrario.
La gente siempre se rehúsa a lo extravagante y diferente. Y eso es lo que me ocurre a mí.
Nunca he llegado a tener una amistad duradera con nadie; todos acaban desconfiando de ti cuando eres eso: diferente.
Mientras estaba enfocada en mis pensamientos, oí a mi madre gritarme desde el salón, diciendo que la comida estaba lista.
Retiré rápidamente el rímel que seguía debajo de mis ojos y bajé a la cocina, donde estaban mis padres ya sentados. Me senté enfrente de mi padre y comencé a comer.
—Iris, debemos de hablar contigo— soltó mi padre en medio del silencio. Dejé la cuchara de la sopa a un lado y le miré.
—¿Ocurre algo?
—Tu padre ha encontrado un nuevo trabajo—dijo mi madre con cierta alegría.
— ¿Y eso en qué me incumbe? — pregunté mirándolos de reojo sin poder evitar el malhumor.
— No es en esta ciudad. Nos vamos a la otra punta del país— dijo ahora mi padre sin rodeos.
Al escuchar aquello, abrí los ojos y mi boca formó una o. ¿Nos íbamos de verdad? ¿Me iba a librar de este lugar?
— ¿Es en serio? No me estaréis gastando una broma, ¿no?
— No estamos para bromas, hija. Queremos mudarnos lo antes posible pero tampoco queríamos contártelo con mucha antelación, queríamos asegurarnos de todo.
— Tenemos intención de mudarnos este sábado— ¿este sábado? ¡estamos a miércoles! —. Las cosas nos irán llegando poco a poco; de todos modos, en la nueva casa ya tenemos cosas equipadas. Solo falta que vayas guardando tus cosas, hija.
Yo simplemente miré a mis padres y sonreí: al parecer venía una nueva ráfaga de viento llena de cambios y tranquilidad.
Qué equivocada estaba.
✈
Cuando me quise dar cuenta, ya era sábado. En aquellos dos días hice las maletas, guardé cosas de mi habitación en cajas y me di de baja en el instituto.
Observaba en aquel instante cómo mis padres se miraban entre ellos y, con una sonrisa de esperanza y un nuevo futuro, cerraban la puerta de la casa por última vez.
Me subí a la parte trasera del coche mientras lo hacían mis padres también y al momento conecté mis auriculares en el móvil. El viaje sería muy largo, por lo que debía de conseguir que fuese lo más ameno posible, y la música ayudaba en ello.
—¿Estás preparada, hija? —dijo mi madre con una sonrisa que hacía marcar sus hoyuelos. Yo simplemente asentí y apoyé mi cabeza en reposacabezas. Giré la cabeza hacia el lado derecho y observé por la ventana el paisaje que se mostraba ante mí con un único pensamiento: hasta nunca, Bristorm.
✈
—Iris... Iris, hija... ¡Iris! —al escuchar el chillido de mi madre me desperté. Me había quedado dormida al final.
—¿Estamos ya? —dije mientras me restregaba los ojos.
—Quedan unos cinco minutos para llegar a la casa—contestó mi padre ahora.
Giré la cabeza y vi cómo se presentaba ante nosotros un cartel que decía: "Bienvenidos a The Woods". Debajo de este se encontraba el número de habitantes, pero no me dio tiempo a leerlo.
Mientras el coche seguía en dirección a la casa, yo observaba el maravilloso paisaje que tenía The Woods: era todo árboles lo que nos envolvía
Al momento de comenzar a divisar casas, vi como un chico se encontraba solo. Al observarlo más detenidamente, el giró la cabeza cómo si sintiera mi mirada y, lo último que vi antes de perderlo de vista, fue su sonrisa.
Pensando en aquel chico, no me di cuenta de cuando el coche aparcó delante de una casa de dos plantas con una fachada de color blanca.
—¡Hemos llegado! Qué viaje más largo, necesito descansar—suspiró mi madre con cansancio. Mientras mi madre iba en dirección a la casa, mi padre simplemente se dirigió al maletero y sacó todas las maletas.
—Iris, toma tu maleta y súbela a tu habitación. Hay tres habitaciones, sino me equivoco, así que puedes elegir—me dijo con una sonrisa mi padre mientras se sobaba con la mano la zona lumbar. Mi padre estaba en sus cincuenta y al parecer la edad le comenzaba a pasar factura.
Cuando entré a la casa me quedé maravillada. Era espaciosa y toda con colores claros. El salón era precioso y la cocina tenía un ventanal que conducía al jardín trasero. Me dirigí hacia la planta de arriba con mis maletas y entré a todas las habitaciones, decantándome así por la última que vi, que tenía un pequeño balcón con vistas al bosque.
Con una sonrisa, comencé a desempacar mis cosas por la habitación: los libros en la estantería que se encontraba encima del escritorio, mi ropa en el gran armario blanco...
Al cabo de un par de horas, tenía todo organizado a mi gusto. Mis padres dijeron que hasta una hora más tarde no cenaríamos, por lo tanto, decidí coger un libro que llevaba pendiente de leer durante un tiempo y me dirigí al balcón a leer.
Mientras leía, me sentía observada, vigilada. Levanté mi mirada y busqué al causante de aquella sensación. A lo lejos, vi como alguien se encontraba sentado en la rama más alta de un árbol no muy cercano a la casa.
Me sentí bastante angustiada al pensar que esa persona había estado vigilándome toda la tarde, pero lo que me dejó totalmente descolocada fue la mirada de aquella persona, la cual tenía un brillo y una luz que se podría ver a perfectamente a kilómetros.
¡Primer capítulo en marcha! Me gustaría ver vuestros comentarios sobre el inicio de la nueva edición. Es cierto que este capítulo es muy parecido al anterior, pero el estilo de narración ha cambiado, y bastante a mi parecer.
¡Un saludo y espero poder actualizar pronto! :)
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The Eyes
Fantasy«Los secretos pueden cambiar a cualquiera» Serie Strange Magic #1 Historia registrada en Safe Creative © Queda expresamente prohibida su reproducción, copia, adaptación, publicación o modificación en cualquier medio sin el consentimiento del autor.