—Vamos, cariño. Es hora de levantarse —mencionaste por séptima vez en la mañana, tirando suavemente de las cobijas, pero la oji-verde aun se negaba.
—No quiero —respondió en modo de queja, no podías verlo pero estabas segura de que hizo un puchero.
—Vamos, cariño. Es hora de levantarse —mencionaste por séptima vez en la mañana, tirando suavemente de las cobijas, pero la oji-verde aun se negaba.
—No quiero —respondió en modo de queja, no podías verlo pero estabas segura de que hizo un puchero.