Capítulo 14 - Melancolía

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ADVERTENCIA: La siguiente lectura abarca temas que pueden ser sensibles para el usuario. Contenido explícito, recaída de drogadicción, depresión, pensamientos suicidas, intento de suicidio, suicidio. Se recomienda leer con precaución.

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Mi cuerpo colgaba en la espalda de Will, con una toalla encima de mí. Aún no podía creer lo que había pasado. Hace unas horas, estábamos preparando el stand y lo presenté a Ed y Eddy; ahora solo estábamos en silencio.

En un momento, se detuvo frente a alguien. Cómo reflejo, me sujeté a él con fuerza, pensando que era Lizzy, pero solo era Kevin.

Will bajó la mirada y solo siguió caminando, mientras yo me acurrucaba en su cuello, sintiendo su aroma, que me era tan familiar.

No volteé a verlo. Aún si la curiosidad me carcomía, seguí aferrado a Will hasta que llegamos a nuestro cuarto.

Me dejó caer en la cama y me levanté para tratar de alcanzarlo antes de que se metiera a la ducha, lo cuál no logré.

["Will, no puedes terminar conmigo"] - le dije golpeando la puerta - ["Will! Lizzy no saldrá contigo! Ella me quiere más a mí! No me haría eso!"]

["... Lo sé"] - susurró al otro lado de la puerta.

Oh dios, qué estaba haciendo? Me estaba comportando como un lunático! Lo lastimé con mis palabras, lo sabía pero no quería quedarme solo.

Solo Will estuvo a mi lado todo este tiempo. No podía dejarlo ir. No puedo.

Qué hago si nadie me necesita? Quedarme con Kevin? No. Cualquier cosa menos eso. Literalmente, cualquiera sería mejor que Kevin.

No después de todo lo que hizo.

Claro! Eddy y Ed! Podía quedarme con ellos! Le podía pedir a la directora Danford que se queden hasta mi graduación! Eso sería divertido!

Después, viajaríamos por todo el mundo, como debía ser desde el principio!

Dejé la toalla a un lado y salí corriendo de la habitación, hacia el tráiler de mis amigos. Ellos se quedarían ahí hasta el final de la semana y si todo salía bien, hasta el final de mi carrera.

Cuando estuve frente a la puerta una voz aguda me sorprendió. No, no era cualquier voz.

Eran gemidos.

No es cierto. El haïku en el cuello de Ed.

Estaba claro desde el principio, y no me había dado cuenta.

Yo, ya no tenía un lugar con ellos.

No lo tuve desde que los rechazé esa noche.

Caminé sin rumbo siguiendo el sendero de piedra, cruzando la Restrelén, los dormitorios, los campos deportivos y finalmente llegué a ver el invernadero.

Brillando en la oscuridad como de costumbre.

Sentí que mi piel cosquilleaba. Me rasqué para tratar de aliviar la sensación pero seguía creciendo dentro de mí.

No. No podía tocar más bajo.

Aunque, ya estaba en el fondo, no había más abajo. Y todo me dolía.

Solo quería detener el dolor. No me había dado cuenta lo mucho que extrañaba apagar mi cerebro.

Lo sabía, no todo era parte del guión. Había algo de mí en Edward Danford.

 Había algo de mí en Edward Danford

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SINCERIDAD «Kevedd»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora