Capítulo único

560 35 6
                                    

—Chuya, ¿Por qué huyes?—

Los pasos tranquilos de Dazai hacían eco en la calle. Estaba solo, no había nadie, nadie que pudiera detenerlo, pero tampoco había nadie que pudiera salvarlo. Nadie lo ayudaría a huir de Dazai. Nadie quería creerlo cuando dijo que se estaba comportando de manera extraña, y no lo harían ahora que estaba en peligro.

Giró en una esquina, intentando despistarlo. Se quedó quieto dos segundos, recuperando el aire antes de volver a correr. Pero cuando giró la cabeza hacia el lado al cual huiría, se encontró con la sonrisa burlona del moreno.

No debía atraparlo. Corrió hacia la dirección contraria, cruzando en un semáforo en rojo. No había coches, no importaba. Y si lo atropellaban, mejor. No debería volver a la Port Mafia, no debería volver con Dazai. No se detuvo hasta que, demasiado cansado, apoyó su espalda en la pared de algún edificio. Sus piernas le fallaron, se debilitaron cayendo al suelo.

Otra vez escuchó como la suela de los zapatos chocaba contra el suelo, de manera fría y despiadada, como si quisieran castigar al suelo maltratándolo. La respiración de Chuya se cortó. En cambio, su pulso comenzaba a acelerarse. Sonaba cada vez más fuerte, más cerca. Sus manos, llenas de cortes causados por su perseguidor, comenzaron a temblar. Sudor frío caía por su sien, a la misma velocidad que las lágrimas de sus ojos.

Deseó que la oscuridad se tragara a su ser, se lo llevara a un mundo diferente, igual que el día en el que fue reclutado por la mafia. El mundo dejó de ser un bonito lugar cuando sus padres fueron asesinados, y él fue llevado a la Port Mafia. Pasó de un lugar lleno de sonrisas y felicidad, a otro de sangre y lágrimas.

—Chuya, te encontré— tomó su mano con fuerza y lo abrazó — ¿Por qué estabas huyendo? ¿No quieres estar conmigo?— preguntó con el tono de estar a punto de llorar, pero comenzó a reír —Chuya, no te he dado permiso para alejarte de mí y aún así lo has hecho— se acercó a su oído, susurrando dulcemente venenosas palabras.

—Sabes lo que pasa cuando desobedeces, ¿verdad?— Chuya asintió. Cerró los ojos con fuerza, en un vano intento de retener las lágrimas que volvían a mojar su rostro. —Sí, Dazai...—. —Buen chico. Venga, volvamos a casa— le dio la mano como si fueran una feliz pareja, ignorando el echó de que el pelirrojo estaba llorando a su lado.

Ignorando el miedo que le tenía.

Miedo | One-shot | BSD | SoukokuWhere stories live. Discover now