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"La vida suele jodernos a todos"
Unas de las palabras más sensatas que alguna vez el pequeño muchacho Stark escuchó salir de la boca de su padre.
Para alguien como Anthony, quien se la pasaba de un lugar a otro y, por lo tanto, atestiguado de primera mano la temeridad de una vida sin control, aquellas palabras salidas de una boca alcoholizada habían significado la más duras de las verdades que, de una manera u otra, lo hizo sentir más cerca de su aburrido padre.
"¡Qué maravilla! ¡Y pensar que el viejo no es tan indiferente como creí!" Había pensado en el instante en que la voz, aterciopelada por el licor, llegó a sus oídos.
Pese al peculiar, y momentáneo, acuerdo de pensamientos, Anthony sabía que muy a diferencia suya, Howard, el cansado hombre de bigote encantador que yacía recargado en uno de los lujosos sillones blancos y agitando de manera perezosa una copa de cristal, se había rendido de hacerle frente al problema hace ya algún tiempo atrás.
Probablamente por la edad, Howard había desistido de levantar los puños y darle un tremendo derechazo a la vida, lo cual, para desgracia y lamento de Anthony, lo había decepcionado.
El viejo y cascarrabias líder de Industrias Stark, con resignación y cobardía, simplemente había optado por huir y refugiarse en sus costosas botellas de añejado licor.
"¡Ja, y así se dice Stark!" Contempló en la profundidad de su mente. Y es que, en una mente tan diestra como la de Anthony ¡Ningún Stark, por ningún motivo habido o por haber, andaba con la cola entre las patas!
Ellos eran una de las familias más importantes que lideraban la economía norteamericana y probablemente, en unos dos o tres años más, el mercado internacional.
Grandeza era el significado de su familia. Inclusive, muy por encima de la jerarquía de castas.
Anthony lo supo muy bien desde que las personas en la escuela comenzaron a susurrar a sus espaldas y a dirigirle despreciativas miradas.
¡Por supuesto que lo sabía!
Es por tal motivo que, cuando el idiota de Tiberius se acercó con su grupito de imbéciles a primera hora de la mañana, Anthony sabía lo que tenía que hacer.
Si la vida lo quería joder, él gustosamente regresaría el golpe.
O al menos, eso había esperado cuando su ponzoñosa lengua no fue suficiente para ahuyentar a las asquerosas bestias y sus manos no fueron barrera para un irrespetuoso y vulgar manoseo.
O cuando ya se encontraba sacando un pequeño aparatito detonador (fabricado por él mismo) que mandaría al grupito de imbéciles -por lo menos- unas tres semanas a la enfermería.
Eso era lo que realmente se encontraba esperando.
Hasta que, llegando como un héroe sin capa, sin fuerza y sin ser deseado, apareció una pequeña masa esquelética de pelo rubio sin brillo, con un valiente o más bien estúpido: ¡ALTO! que logró captar la atención de Tiberius y su grupo, y, obviamente, también la suya.
Frente a todos ellos, y con aspecto lastímero, se hallaba un joven delgaducho y con pinta de enfermo que, pese a la buena intención, Anthony deseaba molerlo a golpes.
El rubio enclenque no dudó en lanzarse con los puños cerrados contra los tres idiotas del frente, los cuales, con un rápido movimiento, lo tiraron al suelo mientras una sarta de descoordinados golpes le molían la cara.
Anthony no sabía si reírse por lo idiota de la situación o escapar del embrollo. Claramente no pudo escoger ninguna de ellas, ya que del otro lado del pasillo y con una mirada aterradora de su único ojo bueno, Nick Fury, director de Everglades y de quien corrían escandalosos rumores de como perdió el ojo, se acercaba a paso apresurado y retumbante.
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A Hit of Love
FanfictionPara un omega como Anthony Edward Stark, la vida es una constante de situaciones tumultuosas y descabelladas que -en tan solo unos cuantas semanas de iniciado su segundo año en el Everglades- lo ha puesto a prueba una infinidad de veces. Y no es so...