¡Feliz 2018!

518 54 8
                                    




"¿Qué? No puede ser posible" Gruñí, invadido por un deseo de golpear algo, o a alguien.

Mi jefe ya se había dado media vuelta y estaba caminando hacia la puerta trasera, su gran saco color beige oscuro lo hacía parecer un oso pequeño, el tipo de oso que habría muerto en la naturaleza por su incapacidad para cazar y defenderse de los demás. Lástima que no era un oso, y seguía vivo, y era mi jefe.

Me di media vuelta, resignado, aceptando la realidad poco a poco.

"Que pases un bonito año nuevo" Dijo el grandísimo hijo de su madre al retirarse.

Ni siquiera lo miré, vaya que soy malvado, ojalá le haya dolido.

Las luces de colores estaban encendidas y titilaban, cantando aquellas irritantes sonatas de navidad que había tenido que escuchar todos los días durante más de un mes y no las sacarían hasta dentro de unos días. Eran las 9 de la noche y la mayoría de personas ya se encontraban en sus hogares junto a las personas que aman, probablemente cenando un delicioso banquete, otros estarían saliendo a bailar o tomar con amigos. Mientras que a mí me toca quedarme trabajando toda la noche. No es como si alguien fuera a aparecer, de todas formas. Esta noche sería la más aburrida de mi vida. Debería ser ilegal trabajar en año nuevo.

Cerca de las 10, cuando ya se había acabado la batería del celular y había logrado hacer una pirámide de vasos de cartón de mi tamaño, entró un cliente. La puerta se mantuvo abierta durante unos pocos segundos, pero el viento que había ingresado junto a él fue suficiente como para derribar en un abrir y cerrar de ojos mi hermosa obra de arte.

"Uh, buenas noches" Saludé, como de costumbre, sin muchas ganas.

El joven de cabellos oscuros y una gabardina para el frío pareció no escucharme, o si lo hizo, me ignoró. Caminó con la mirada perdida hasta el otro lado de la cafetería y se sentó en una de las mesas con sillones cómodos.

Bajo el vidrio de las mesas se encontraba el menú con nuestra gran variedad de café y unos cuantos sándwiches y postres. Me propuse a recoger los vasos caídos mientras el desconocido se decidía.

"¿Está listo para ordenar?" Pregunté luego de unos minutos, ya que él no parecía tener intenciones de llamarme.

"Uh...café"

"Un café, enseguida"

Luego de servirle el café y dejar el tarro de azúcar, volví a detrás del mostrador a seguir muriendo de aburrimiento. Apoyé ambos codos sobre la mesa y mi rostro reposado sobre las manos, aquel sujeto parecía algo extraño, faltaban menos de dos horas para año nuevo y estaba aquí, en una cafetería solitaria, no amigos, no familia.

Comencé a tirar los granos de café a una taza desde una distancia prudente, mi nuevo entretenimiento. Como era demasiado fácil, me puse al otro lado de la barra, donde había unos taburetes altos para que sea un mayor reto, esta vez, solo lograba encestar algunos cuantos.

Un objeto pequeño –probablemente un bicho- entró a la taza con un sonido metálico, algo que me asombró. Me puse de pie para inspeccionarlo, pero en cuanto giré, me encontré cara a cara con el joven de ojos extrañamente celestes. Demasiado cerca, demasiado.

"Eh...uhm, di-disculpe" Dije, alejándome de él para volver a mi lugar en la barra.

Dean, qué fue eso. ¿Acaso estás nervioso? Fue solo un accidente, nada de nervios. ¿Entonces por qué tu corazón late tan rápido? Ugh, debería dejar de hablar conmigo mismo.

Tomé la taza entre mis manos, había dentro una moneda. Levanté la vista hacia él. ¿Habría sido? Pero, estaba detrás de mí, cómo pudo tener tan buena puntería. Pf, suerte de principiantes.

[Destiel one shots]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora