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JungKook tenía diecisiete años, el día que su relación con su madre definitivamente se arruinó.

Estaban a viernes 19 de noviembre, el día en que su madre estaba de cumpleaños.

La mañana había partido bien para JungKook, que se había despertado sin estar cansado (se había dormido más temprano la noche anterior, para estar bien para su exámen de química); se había duchado mientras cantaba una canción que estaba de moda en ese momento y luego se había vestido y peinado con una suave sonrisa en los labios.

Ese día, SuRan cumplía cuarenta y cuatro años. JungKook desearía poder decir que estaba emocionado por ello, porque en secreto Jin y él le habrían preparado alguna sorpresa. Pero no era así. No estaba emocionado, ni le había preparado ninguna sorpresa como cuando tenía seis años.

Sí, le gustaría volver a aquellos días en los que vivía feliz y lleno de cariño, en una familia aparentemente unida; donde sus únicas preocupaciones eran jugar con su hermano y ver Star Wars con su padre.

Aunque ahora no solía pensar en que deseaba esas cosas, no con tanta frecuencia como antes. Porque ahora habían nuevas cosas que le gustaría hacer, y otras personas con las que prefería pasar su tiempo.

Como Tae y JiMin; como YoonGi hyung y HoSeok hyung, y por supuesto, con NamJoon.

Desde su cumpleaños del año pasado, que su relación con NamJoon se había vuelto aún más cercana que antes. Ahora los toques casuales de sus manos, o los medios abrazos, pequeñas caricias en los brazos y en el cabello y los breves masajes en los hombros, eran algo muy común en ellos. Aunque claro, no habían vuelto a tomarse de las manos, y mucho menos habían compartido otro abrazo tan íntimo.

Pero a JungKook no le importaba. Él se conformaba con los toques breves y casuales que conseguía cada día de su hyung favorito (y del cual estaba perdidamente enamorado).

Sí. Perdidamente enamorado.

JungKook no creía que nadie más iba a poder atraparlo tanto como NamJoon lo había hecho -y lo seguía haciendo- desde que tenía doce años. Nadie más lo haría sentir un hermoso vértigo cuando se vieran a los ojos; nadie más que él, lo haría sonrojarse con sólo pasar a su lado. Nadie más que NamJoon lograba que su corazón latiera ansioso y desesperado. Nadie más que él, sería capaz de producirle tantos sentimientos con solo una sonrisa.

Su sonrisa. Demonios, su malditamente hermosa sonrisa.

Esos hoyuelos volvían loco al pobre adolescente, que solía pensar que una sonrisa como esa, debía ser ilegal.
JungKook sabía que esa había sido una de las primeras cosas que le habían gustado de NamJoon.

-Me sorprende que tengas esa expresión tan tranquila, JungKook. -La voz con toque socarrón de su madre, lo sacó de sus pensamientos. JungKook se dio cuenta de que estaba sentado frente a la mesa, con su madre y su hermano. Incluso llevaba casi la mitad su plato de arroz.

-Uh, yo... -Murmuró, sin saber qué decir. Él había estado tan sumido en sus pensamientos, que no se había dado cuenta de que había estado actuando de manera automática e ignorando los fuertes e intencionales sonidos de su madre, lo cual tenía sorprendida a la mujer, que no tardó en hacer algo para irritarlo, para sacarlo de sus pensamientos. -Sólo pensaba, madre.

Madre.

A veces JungKook creía que ella no merecía esa etiqueta. Al menos, no de su parte. Tal vez, en el pasado ella había sido la mujer más amable, cariñosa y divertida que él había conocido. Y amaba con locura a su padre.

Misofonía || NamKook Donde viven las historias. Descúbrelo ahora