Hazlo

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Jimin

Estoy atascado en esta encrucijada. Nunca me he sentido parte de esto, parte de ellos. Pero no puedo decirlo, no puedo herir a mi familia. ¿Qué es lo que me hace sentirme diferente? ¿Cómo es que no puedo pertenecer, finalmente, al lugar que me ha sido otorgado por mis antepasados? Miro hacia el bosque una vez más, bajo la penumbra de la luna menguante y me pregunto qué es lo que hay allí que me llama, escucho a los arboles susurrar mi nombre y al viento silbar por mi alma.

– ¿Otra vez soñando despierto, hijo? – Volteo para encontrarme con el rostro arrugado que teje frente a la chimenea donde el fuego ilumina tenuemente la habitación y solo me atrevo a sonreírle.

Ella sabe de mis delirios con chispas de misticismo y siempre tiene esa sonrisa desdentada en sus labios para reconfortar mi alma atribulada.

–Solo pensaba un poco – Tome asiento sobre la alfombra, recargándome a sus pies, buscando casi inconscientemente esa caricia maternal sobre mi cabello. Aquel contacto que me llenaba de paz y que me llevaba muy lejos de esta realidad donde me sentía como la pieza equivocada del rompecabezas.

Sus manos no tardaron en enterrarse entre mi melena, alzando uno a uno los mechones y repitiendo la acción una y otra vez. Suspiré y me dejé llevar por aquella caricia suave.

–La temporada alta se acerca – Me avisa, minimizando la información con suaves toques sobre mi cabeza. Sabe lo que me provoca el oficio, pero al ser un Choi, no existe forma de escapar de mi destino.

Aun así me encojo abrazándome a su pierna y silenciosamente suplico a mi ángel que me salve de mi destino.

Recuerdo los ojos de aquel lobo hace unos días atrás, cuándo mi tío me encaminó vanamente a una de sus cacerías, estaba tendido sobre su pecho, moribundo, pude sentir su dolor entre sus lánguidos quejidos de tristeza. Estoy seguro que era tristeza. ¿Cómo podría yo haberlo matado? Eso es inhumano. Y cuando abrió los ojos... ¡Cielos! Pude ver la gloria en aquellos orbes chocolates, estoy seguro que su alma brillaba a través de ellos y yo jamás había contemplado tanto sufrimiento en una mirada.

Todo en mi ser me gritaba por salvarlo.

¿Cómo podría yo siquiera imaginar algo así?

–No quiero hacerlo, abuela – Imploro, pero ya conozco su respuesta, sé que será la misma que obtengo desde hace un año atrás.

"Es el legado de nuestra familia"

–Hijo, sabes que este es el legado de nuestra familia. – Ahí está – Cada uno de los hombres de la familia Choi se ha dedicado a la caza. Es lo que somos: cazadores – Lo repite una vez más para mí, como si, por cada vez que lo menciona, yo pudiera aceptarlo por fin

Me desanimo. Y es que no puedo concebirlo, no puedo aceptar que mis raíces estén manchadas de sangre ¿Cuánto más derramaremos? ¿Cuántas vidas inocentes tomaremos hasta saciar nuestra sed de posesión? Porque la caza para los Choi es mucho más que una necesidad de mantener a salvo a los nuestros. Es la naturaleza primitiva, aquella que ambiciona con imponerse, colonizar de a poco este bosque y establecerse en la cima de los demás seres vivos aquí mismo.

No puedo

No debo

Aun cuanto estoy decepcionado a mi estirpe, no quiero hacerlo.

Dirijo la mirada a mis manos y las imagino cubiertas de plasma rojo y siento las náuseas burbujear en mi estómago, entonces me hago una promesa: Jamás, jamás seré responsable de extinguir la vida de un lobo. No lo haré aunque de ello dependa mi vida.

– ¿JiHoon? –

–Abuela – Siento mi piel vibrar por el pánico, pero debo intentarlo – Enséñame a cocinar –

¡Cómeme mejor, lobo feroz! • YoonMinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora