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Floyd

-¡juguemos a las muñecas!.-exclamó Aubrey emocionada. La observé con detenimiento. Era una niña preciosa.
Tenía pecas en sus mejillas y nariz. Además de unos curiosos ojos grandes. Y Llevaba su cabello en una pequeña coleta.

No, le podía decir que no, sería como desmoranar su pequeña burbuja. Nuestra pequeña burbuja, la cual era como una muralla. Nos protegía. En nuestra burbuja no existía el mal, ni la pobreza, ni las enfermedades. Sólo existíamos Aubrey y yo. Sin que la podredumbre de las demás personas nos echara a perder.

-¡A desayunar!¡hora de levantarse holgazanas!.-gritó fuertemente Delia. despertando a las demás chicas de la habitación.

-ya no podremos jugar, Flo.-me informó Aubrey con un deje de tristeza en su voz.

-ya jugaremos después, peque.-Le dije sonriendo. Aunque la sonrisa no me llegara ni a las narices. Posteriormente le tendí una mano para ayudarla a bajarse de la cama. Y Aubrey la aceptó contenta. Luego de que se pusiera los zapatos, se los amarré.

La tomé de la manito y juntas emprendimos camino hacia el comedor.

Con Aubrey éramos como hermanas, claro, no de sangre, aunque nosotras si lo creíamos así.
La conocí un día en que intenté escapar del orfanato. Tenía un plan, ya casi todo estaba preparado para escapar, a pesar del eficiente sistema de seguridad, además mi poder me podría haber ayudado bastante. Pero la ví, ella estaba llorando en una esquina, motivo por el cual me preocupé y le pregunté que le pasaba. Ella me contó que sus padres habían muerto en un accidente de tránsito. Y ellos eran su única familia. Motivo por el cual ahora estaba en el orfanato. Desde ese momento, me causó demasiada conmoción y ternura, era una niña indefensa a la que había que proteger. Así es que desistí de mi propósito de huir y tomé una decisión. A partir de ese momento yo sería su nueva familia.

Al llegar al comedor cada una recibió su bandeja. Y nos sentamos en un rincón. El ambiente del lugar no era muy apacible, pero aún así intentábamos que lo fuera.

-apresurense con el desayuno, no tienen toda la mañana, ¡deben terminar los quehaceres!.-exclamó Delia, mientras miraba con esmero sus largas uñas.

Vieja odiosa....

Ojalá se muriera...

¿Porqué no para de fastidiar?...

En verdad la odio...

Maldita...

Quiero golpearla...

Arpía...

Los pensamientos negativos de todas las chicas, resonaban en mi cabeza. Y por más que intentara evadirlos, se me hacía casi imposibles. Los pensamientos negativos siempre eran los más fáciles de leer.

Descubrí que podía leer mentes un día de mi infancia. Un día en que se cortó la luz de Western. Allí escuché a Delia decir que le tenía miedo a la oscuridad y le pregunté a que se debía su miedo y porque me lo estaba contando. Ella tenía un complejo de superioridad y sólo nos daba ordenes. Jamás hablaba alguna cosa extra con nosotras.
Por eso cuando le pregunté se quedó helada. Ella me preguntó si podía leer la mente, yo contesté que sí. Y ella lo atribuyó a tontas ideas fantasiosas de una niña. Dejándolo en una simple coincidencia.
Luego de el incidente, el escuchar los pensamientos de las personas fue constante. Estos retumbaban en mi mente. Sin darme tregua. Por ello sabía verdades, problemas y lo que las personas sentían al expresar dichos pensamientos en palabras.

-te has quedado pegada.-dijo Aubrey mientras agitaba su manito en frente de mi cara.

-lo siento.-me excusé-¿Qué me decías?.

-Te decía que odio a Delia.-mencionó Aubrey haciendo una mueca al pronunciar el nombre de la susodicha.

-todas la odiamos, Aubrey.-dijo una chica, creo que su nombre era Jamie.

-¿porqué será tan cruel con nosotras?.-mencionó otra chica haciendo una mueca de disgusto.

De repente sólo percibí pensamientos negativos en el ambiente. En verdad me agobiaban, pero no podía hacer nada para no escucharlos.

Al terminar la leche de vainilla y el pan con mermelada nos levantamos y dejamos la bandeja. Y luego nos dirigimos a la habitación a tender nuestras literas.

-se te quedó esto.-la chica que anteriormente se dirigió a Aubrey en el comedor. Sí, Jamie. Ella vino hacia mí. Estiró su brazo, mostrando una pequeña cadena plateada con un dije de corazón en su palma. Sí, era mío. Era lo único que tenía, que en algún momento perteneció a mi familia, mejor dicho a mi madre.

No recuerdo haberlos conocido, pero eso tampoco significaba que no me importara. Claro que lo hacía. Y en gran medida.

Lo cogí de su mano y luego le agradecí. Contándole el porqué era tan importante para mí. Ella me escuchó atentamente y cuando terminé de hablar me miró con una sonrisa triste. Como si el hecho de haber platicado conmigo le hubiese recordado algo terrible.

Lágrimas empezaron a brotar de sus ojos. Y en ese momento sentí su misma aflicción al leer sus pensamientos.

Todo fue mi culpa,¿por qué fui tan estúpida?... si no hubiera...si no hubiera...prácticamente los obligé a llevarme al american park.
Ahora los extraño tanto...¿porque la vida es tan cruel?

Sollozaba demasiado, que no pude darle otro consuelo que un sincero abrazo.

-lo siento, no debí...-se excusó Jamie, limpiándose el rostro con el borde de su manga.

-descuida, no pasa nada.-le informé.

Ella me pidió que la acompañara al baño. Y asentí. No entendí porque intentaba ayudar a los que lo necesitaban. No debía intentar ser una heroína. Pero en el fondo sentía que si no lo hacía acabaría decepcionandome a mi misma y a los que quería.

Jamie lavó su cara, la secó. Se observó en el espejo y suspiró. Salimos del baño. Y me agradeció por la compañía en un momento de debilidad.

Al volver a la habitación. Escuché una mente procesar ideas tan rápido como una avalancha.

¿cómo se lo diré?, ella es como su familia, oh por Dios, ¿Porqué tienen que pasar estas cosas en mi estúpido lugar de trabajo?

Percibí los pensamientos de Delia que retumbaban cada vez más fuerza, queriendo decir que se aproximaba. Y en seguida me tensé. ¿Qué había ocurrido?

-Niña, es terrible lo que ha pasado, pero lamentablemente no se puede hacer nada.-Delia me observó con lástima e indiferencia, antes de dar el golpe final.-Aubrey ha desaparecido.

Aubrey ha desaparecido...

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