Cinco

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Entonces, muy preocupado, golpeó la cápsula para romperla, pero no funcionaba. Solo dos minutos después, empezó a deshacerse sola.
"Probablemente la varita de Ludo ya no está en su poder..." Pensó, esperanzado.

Caminó durante mucho rato, siempre gritando lo mismo:

—¿Hay alguien ahí?

O también repetía mucho:

—¡STAAAAR! ¿¡DÓNDE ESTÁS!?

Pero no había respuesta. Abatido, le entraron terribles ganas de tumbarse en el suelo y llorar.
"Pero soy un karateca." Se dijo. "Los karatecas de verdad no lloran." Pero al final si que lloró por su amiga.

Minutos después, en la desesperación, oyó un ruido que venía de cerca.

—¡CRACK!
—¿Quién está ahí? —Preguntó, asustado y aliviado por igual.

Corrió metros y metros sin descansar, intentando averiguar la procedencia del crujido.
Marco miró hacia abajo cuando disponía a descansar, y vio algo que lo dejó más pálido que un fantasma. La varita de Star, tirada en el suelo, sin su dueña.

—No, no, no, no... —Murmuró, sin poder decir nada más.

Entonces, en un acto desesperado, hizo lo que jamás habría imaginado. Cogió la varita de Star con las manos temblorosas, señaló al cielo, y gritó a todo pulmón:

—¡MEGAEXPLOSIÓN DE NARVALES!

Un ruido increíble atravesó el parque, y todos los árboles y rocas volaron por un instante.
En ese momento, Marco pudo ver toda la explanada limpia de maleza, y divisó una mata de pelo rubia.

—Te encontré...

Ese momento fue el mayor alivio que había vivido Marco.

El sacrificio de Star ButterflyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora