Cuatro

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‹‹Mierda, mierda. ¿Por qué le dije que sí? Me va a dar un ataque. Respira, Jimin, respira››, pensaba él mientras se paseaba por el recibidor atento a algún automóvil que aparcara en la entrada. No habían pasado cinco minutos desde que colgó la llamada, pero Yoongi le aseguró que estaría allí en diez, ya que él tampoco vivía lejos del centro. Jimin se repasó en el espejo que había sobre el arrimo. Lucía un chaleco de lana azul marino con cuello alto y unos jeans celestes que se pegaban a sus piernas. Sus ojos lucían nerviosos pero brillantes desde no recordaba cuando, sus mejillas estaban ligeramente sonrojadas y su pelo castaño se encontraba disparado en distintas direcciones. Alarmado intentó peinarse un poco con los dedos pero justo en ese instante sintió un vehículo en la entrada y dio un respingo. Su estómago comenzó a doler por los nervios.

Toc, toc.

Jimin abrió la puerta dominado por los nervios, como si fuese su primera cita, aunque era algo así. Vio a Yoongi en el umbral y se hizo a un lado para dejarlo pasar. Ellos se sonrieron y en un acuerdo silencioso habían dejado atrás cualquier clase de formalidad. Se sentía como si se conocieran desde hace tiempo y no desde hace un día.

—Pasa —dijo Jimin a un Yoongi que se veía realmente deslumbrante. Vestía un sweater como el del día anterior pero esta vez de color rojo y unos jeans negros. Encima llevaba el mismo abrigo de lana que le había visto la noche anterior. Su atuendo le hacía ver elegante, o quizás era la postura, el modo de caminar de Yoongi lo que le convertía en un espectáculo para ver.

—Mira lo que traje—dijo sacando una cajita de DVD del bolsillo interior de su abrigo. Dance with me, se leía en la portada. Jimin sonrió.

Los dos se sentaron en el sofá. Dejaron la película sobre la mesita de centro y permanecieron en silencio, mirándose de soslayo como dos chiquillos.

—¿Quieres tomar algo? ¿Té, café, un jugo?

—Un té está bien.

Yoongi siguió a Jimin a la cocina. A los pocos minutos estaban los dos con una tacita humeante de té en sus manos mientras apoyaban las caderas en el borde de la mesa.

—¿Vives con tu familia? —preguntó Yoongi. Enseguida sopló un poquito sobre su té para enfriarlo y dar un pequeño sorbo.

—Con mi hermano menor, en realidad.

—Ah... y... ¿tus padres?

—Ellos... —comenzó a decir mientras miraba el remolino que se había formado en el interior de su taza de té luego de haberlo revuelto para disolver el azúcar—, ellos murieron. Mi padre resistió el cáncer durante un año, se fue cuando yo tenía dieciocho, y mi madre sufrió un ataque al corazón. Hace cuatro años que estamos sólo mi hermano y yo...

—Entiendo. Lo lamento.

—Gracias —murmuró viendo empatía en los ojos de Yoongi—. Si no tuviera a mi hermano, me hubiese ido a pique —agregó—. Es difícil estar solo.

—Lo sé —replicó Yoongi desviando sus ojos chocolates hacia su taza y la removió un poco. Jimin esperó, porque presintió que Yoongi quería decir algo más, y él estaba muy dispuesto a escuchar—. Vivo solo desde los veinte. Ocho años. Mis padres me dieron la espalda cuando supieron que era gay, y aún más porque yo quería dedicarme a bailar. Lo consideraban el peor de los trabajos, decían que me moriría de hambre, que era como ponerme una etiqueta en la frente que decía que era gay... y muchas otras cosas más que ya no valen la pena recordar. Me fui de casa en cuanto tuve la oportunidad, y desde entonces no les he visto. Por mi hermana sé que ellos están bien, pero supongo que han dejado de extrañarme.

—No digas eso —dijo Jimin, acongojado por escuchar esas palabras—, los padres pueden guardar rencor un tiempo pero nunca olvidar a un hijo. Mis padres siempre decían eso.

—Quizá, pero ninguno de nosotros ha hecho nada por recuperar la relación que teníamos.

—Lamento que sea así—comentó Jimin, sintiendo el picor en sus dedos que por poco cobran vida propia y apresan los de Yoongi.

—Pero no he estado siempre solo. Resulta que viví con mi ex-pareja cerca de cuatro años —dijo él—. Fue bueno mientras duró, pero hace dos meses lo encontré en nuestro apartamento, con otro tipo... en la cama. Suerte que no habían llegado a la peor parte, o a la mejor, depende de cómo se mire. Ahí se terminó todo, por supuesto, y debí acostumbrarme a vivir solo otra vez.

—Diablos, Yoongi... eso sí que se oye mal —dijo, apretando los dientes de imaginar lo que debió sufrir. Él nunca se atrevería a ser infiel. Y menos si se tratara de una persona como él. Él se veía tan sincero, y sentía que podía contarle cualquier cosa, lo cual al parecer era recíproco. Y a pesar de que en otro tiempo quizá esto lo hubiese asustado, algo dentro de él le decía que no se echara atrás, que fuera por ello, que fuera por él, que no se hiciera a un lado. Intentó apartar esos pensamientos por el momento, pero se encontró con la mirada de Yoongi y vio en sus ojos que pensamientos parecidos hurgaban en la mente del pelinegro. Vio que el hombre mordió un poco su labio en un gesto que le quedaba realmente bien, y por su parte, si no apartaba la vista, quizá fuese él quien terminara mordiendo ese labio—. Pero no nos deprimamos —dijo él, refiriéndose a la conversación que habían mantenido—. ¿Vamos a ver esa película?

Yoongi asintió con una sonrisa, y luego de instalar el DVD, se acomodaron en el sofá uno al lado del otro. Jimin extendió una manta sobre las piernas de ambos y automáticamente los dos se apegaron quedando abrigados del frío. Se rozaban sus brazos y sus muslos, y se sentía bien, con la luz tenue y el calor del ambiente. Se sentía familiar, y no importaban ni las horas, ni los minutos, ni los segundos transcurridos desde que se conocían, se sentía cómodo estar juntos, y eso era suficiente. En algún momento de la película, Yoongi apoyó su brazo por el espaldar del sofá en torno a los hombros de Jimin, y éste se acercó un poco más a él. Y en algún otro momento, Jimin entrelazó sus dedos de una de sus manos con la de Yoongi; sus manos estaban frías, y Yoongi las estrechó llenándolas de calidez.

Cuando la película terminó, se quedaron en la misma posición. Jimin comentó entusiasmado que le había encantado la historia, romántica, dulce y con la pasión justa. Alzó la vista hacia Yoongi para saber si lo estaba escuchando y se quedó sin habla al perderse en esos ojos marrones como el cacao que brillaban más por la luz que provenía de la pantalla; se veían hermosos en la piel blanca de su rostro que, enmarcado por su negra cabellera, se había inclinado un poco hacia él. Los créditos pasaban y sonaba You are my home en el fondo. Y quizá fue por la música, o por la intimidad del momento, que el pelinegro se atrevió a tomar entre sus dedos un mechón del pelo de Jimin para sentir su suavidad y, mientras lo hacía, se mordió el labio inferior. Mirando a Jimin todo el tiempo, bajó su cara un poco más cerca de Jimin al tiempo que el aire se espesaba entre los dos. Ambos suspiraron, entreabrieron sus labios, y se besaron.

Yoongi tomó entre sus manos el rostro de Jimin con suavidad, y cepilló sus labios contra los de él, encajándolos perfectamente. Sus lenguas se buscaron y Jimin se acercó más a Yoongi, fundiéndose en su boca y dejando escapar entre tanto algunos suspiros que sólo hablaban de lo bien que se sentía estar así.

El teléfono de Jimin comenzó a sonar y ambos se separaron de un salto como si hubiesen estado bajo un hechizo que estaba condenado a romperse con el primer sonido. Jimin se incorporó rápidamente a buscar el celular que había quedado encima de la mesa de centro. Vio la hora. Eran pasaditas las tres de la madrugada.

—¿Hoseok? —contestó Jimin aún sin aliento.

—¿Jiminnie? ¿Estás bien? ¿Qué te pasa que estas como sin voz?

Jimin se sonrojó y miró a Yoongi que estaba aún en el sillón, enroscando entre sus manos la manta que era un revoltijo entre sus piernas. Vio sus labios que estaban hinchados y rojos, y él se tocó los suyos para comprobar que estaban igual. Su corazón golpeteó en su pecho y de pronto sólo deseaba volver a sentir esa boca sobre la suya.

—¿Jiminnie?

—Estoy bien —se apresuró a decir, y se volteó para dejar de ver a Yoongi y así no distraerse—. Eh, ¿quieres que vaya por ti?

—Sí.

—Bien, voy para allá.

Cortó la llamada y se giró hacia Yoongi.

—Debo ir a recoger a mi hermano —dijo, con la voz algo ronca—. Está en una fiesta.

—Claro —replicó Yoongi. Se puso de pie de un salto, y comenzó a doblar la manta con las manos algo torpes—. Mm, quédate con la película. Es... un regalo.

—¿De verdad? —preguntó, sintiendo las mejillas sonrojarse—. Gracias... —musitó.

Ambos se pusieron sus abrigos y salieron al frío de la calle. Yoongi lo acompañó hasta la puerta de su auto, y se quedaron de pie unos instantes, jugando con las llaves de sus respectivos vehículos en las manos. Sin decir nada, Yoongi se acercó a Jimin y lo besó con suavidad, y éste sintió su cara arder a pesar del frío. Se mordió los labios cuando Yoongi se separó y acarició su mejilla un poco con sus fríos y pálidos dedos.

—¿Te veré otra vez? —preguntó él, tal como la última ocasión en la que se habían separado. Pero esta vez la respuesta Jimin no necesitaba pensarla.

—Por supuesto —susurró, y luego le dijo en voz suave—: Ya...me tengo que ir. ¿Avísame cuando llegues?

—Sí.

Un último y dulce beso y Yoongi se apartó para que Jimin entrara en el automóvil. Un par de intentos al girar la llave y el vehículo partió. Mirando por el espejo retrovisor, aún con el corazón martilleando fuertemente, vio a Yoongi que se subía a su auto también, encendía los faros y se marchaba.

Sweet Winter || YoonminWhere stories live. Discover now