Preludio

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Nunca había pensado que podría pasar en mis vacaciones, no era feliz todo el tiempo pero creo que era mejor que eso, me sentía rota, destrozada, humillada y sola, nadie estaba allí para mi, justo cuando más lo necesitaba y pensar que todo comenzó como un día normal...

La luz del sol ya estaba entrando por la tela de la vieja cortina, y como de costumbre tire mis manos hacia arriba para estirarme, mi madre debía de estar preparando el desayuno, aún era temprano. Bajé con los pantalones de algodón y una playera del equipo de fútbol, no me importaba mucho el aspecto que tenía en ese momento, mi estomago reclamaba comida y además no había nadie mas que mi mamá y mi hermana pequeña en casa y con suerte estaría mi padre.

-Buenos días Paige- dijo mi mamá con una sonrisa en el rostro como cada mañana.

-Buenos días mamá, ¿donde esta Emily?- musité tomando asiento en el taburete de la cocina.

-Esta durmiendo, aun es temprano, ¿Saldrás a correr?- seguía cortando vegetales

-Mmmh.... si tal vez lo haga- tome una waffle de los que ya estaban en el plato frente a mi.

-Bueno eso es genial. Iré de compras al supermercado más tarde ¿me acompañaras?

-Claro, ¿papá se fue a trabajar? - era temprano, pero no sabia con exactitud la hora.

-Eh... Paige...yo...- hacia largas pausas y se trababa, era evidente que algo pasaba.

-Solo dime que sucedió.- solté en un suspiro frustrado

-Él...él no llegó a dormir anoche.- yo sabia que él la engañaba desde hace ya varios años, lo presentía, no se como llegue a pensar que había dejado a esa mujer, no tocaba el tema por respeto a mi madre, pero esto era suficiente, las llamadas, los mensajes, las idas y vueltas porque se le olvido el portafolio, porque se le olvido un documento importante, porque tenia que salir de la ciudad y se tardaría más de lo esperado, fui estúpida por pensar que éramos una familia unida, era obvio, hasta un ciego lo notaría pero bien dicen que el amor te hace ciego, y así era, aunque yo sabia que ella lo sabia, solo no lo decía, tal vez por miedo a lo que piensen los demás.

-Mamá... él...- intente continuar pero ella me detuvo

-Tuvo mucho trabajo.- hablo rápidamente, en su interior yo tenia la certeza de que ella solo se excusaba, no entendía porque quería seguir viviendo así, era devastador.

-¿Y durmió en su oficina? ¿en dónde? ¿en el escritorio?- tenia un ligero tono de sarcasmo en mi voz

-Paige, no hables así de tu padre.- soltó con dureza y unas octavas más alto

-No he dicho nada, pero ya que insinúas, tal vez deba decirlo- dije calmada, demasiado que asustaba.

-¡He dicho Basta, Paige! - tenia los dientes apretados

-¡Mamá, él te engaña!- grité con desesperación e ira. Jamás le había gritado en la vida. Ella estaba cerca, así que se volteo y azoto su mano en mi rostro con tal fuerza que si mi cabeza no estuviese sujeta por mi cuello, ésta hubiese salido volando, lo único que hice fue colocar mi mano en donde fue el impacto. Ella tenia las manos en su boca, nunca me había puesto una mano encima, no de esa manera, habían castigos y sermones, pero jamás golpes. Mis ojos estaban cristalinos y los de mi madre igual. Yo estaba molesta y no era bueno, porque por desgracia tenia el carácter de mi padre.

-Paige... cariño, yo...- intento acercarse pero yo me aleje

-¡No! no me toques, sabes que tengo razón ¿por qué no lo aceptas?- dije distante

-Paige...- advirtió

-¡Solo dime!- volví a gritar

-Todos cometen errores, cariño...- contesto sollozando

Querido EscritorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora