La veo correr hacia mí, la suave brisa de verano balancea suavemente sus rizos, me sigue pareciendo tan hermosa como el primer día que la vi. La belleza puede ser peligrosa me digo mientras la observo detenerse a dos metros de mí.
¾ Tráemelo – ella no pide, exige que es distinto ¾ De lo contrario ya sabes el precio que habrás de pagar por ello.
¾ ¿Qué te hace pensar que voy a cumplir mi promesa? ¾ le provoco.
Veo un atisbo de cólera en su cara, cosa que me sorprende porque ella nunca deja entrever sus sentimientos, si es que los tiene. Trata de recorrer la distancia que nos separa pero su naturaleza se lo impide, los seres que son como ella no poseen la capacidad de atravesar el Foso de los Infantes.
¾ Sabes que no tienes escapatoria alguna, aceptaste el trato y éste no puede ser ni anulado ni destruido. O cumples tu parte del trato o aquellos a los que más amas se verán obligados a pagar por lo que hiciste –me escupe mientras mira el foso que nos separa impidiéndole controlar mi mente como hacía antes.
¾ ¿Cuántas veces voy a tener que repetirte lo mismo? Te estas equivocando de persona, yo no fui quien te condenó a la eternidad le replico molesto, estoy cansado de oír la misma historia de siempre.
¾ ¿Te atreves a desafiarme?, ¿tú un simple mortal? Más te vale medir tus palabras conmigo sino quieres que acabe contigo, ¿Lo has encontrado?¾-.
Algo en su voz me dice que el tiempo se le está acabando.
¾ Estoy en ello, además tú me ocultaste algunos detalles, ¿no es cierto?¾.
Me la estoy jugando al tratarla de esa forma, pero en el fondo sé que ella no me tocará ni un pelo porqué me necesita, puede que a simple vista parezca un peón pero en realidad soy más que eso en sus planes.
¾ ¿Qué es lo que quieres de él? – no me ando con rodeos, soy de esa clase de personas que les gusta ir directamente al grano. Además no le tengo miedo o por lo menos ya no. Puede que ella sepa cosas que yo ignoro pero eso es recíproco.
¾ Eso no es asunto tuyo ahora vete, ya he perdido bastante el tiempo contigo¾.
Da media vuelta y desaparece envuelta en una niebla, que supongo habrá sido cosa suya, tan espesa que me obliga a cubrirme la cara con los brazos. Cuando los retiro, me encuentro de nuevo en la cama de mi apartamento de Nueva York. Fuera el sonido de las bocinas de los coches acaba por desvelarme. Echo un vistazo a mi despertador que está en la mesilla de noche al lado de la cama, son las 6:30 de la mañana.
¡¡PASAJEROS DEL VUELO 23 CON DESTINO A LONDRES DIRÍJANSE A LA SALIDA!! Ruka hizo un esfuerzo por mantenerse despierta. Aquella noche había dormido fatal, durante el vuelo había tenido un sueño de lo más extraño. Se guardó la tarjeta del DNI por enésima vez. Hacía ya sólo dos meses durante los cuales su vida había dado un cambio de 180 grados.
La recién llegada intenta borrar de sus recuerdos todas las horribles escenas que le habían tocado vivir. Para su sorpresa a la salida del aeropuerto comenzó a llover. Una sonrisa se dibujó en su cansado rostro, era como si la lluvia y ella se hubiesen confabulado por un mismo objetivo. La joven dejó que cada gota la empapase más y más, como si pudiesen borrar las marcas de su pasado y liberarla de este modo de todas las penas, miedos o inquietudes.
“Ojalá todos los días fuesen como hoy” deseó en lo más hondo de su ser. Al llegar al hotel se las arregló como pudo para sacar las llaves yasí abrir la puerta. Mientras preparaba las cosas necesarias para el baño, conectó el iPod dejando que sonase una de sus canciones favoritas “What makes you beautiful” de los One Direction por todo el cuarto de baño.
Estaba tan motivada bailando y cantando en mitad del baño, que el timbre de la puerta la asustó de tal modo que tropezó con el cable del cargador; con tal mala suerte que en un intento de mantener el equilibrio se agarró al estante más cercano donde estaba el bote de los polvos de talco cayendo todo el contenido blanco y pastoso sobre su cabeza. Trató de arreglarse lo más deprisa posible.
Para colmo volvieron a llamar así que al final cesó en su empeño por arreglar el baño y corrió a abrir la puerta. Ruka soltó un suspiro de alivio al ver por fin un rostro familiar. En la entrada de la habitación se encontraba Helen Rafwell
¾ ¡Hola! ¿Es que acaso tenía que venir disfrazada y no me he enterado?¾.
¾ Cariño, si no quieres que te cierre la puerta en las narices, más vale que aparques la sorna para otro día, ¿me has entendido? – le recriminó a Helen a la vez que no pudo evitar reírse.
Lo cierto es que enfundada en el albornoz rojo, regalo de sus abuelos por su decimosexto cumpleaños y con el pelo todo cubierto de polvos de talco debía de tener un aspecto de lo más patético. Abrió el armario del cuarto de baño de Helen para coger un par de tollas blancas recién limpias. Al pasar de nuevo por el dormitorio la encontró abriendo una lata de Coca-Cola.
¾ Haz lo que quieras, yo me voy a quitar toda esta porquería de encima¾.
¾ ¡Vale! – le oyó que contestaba antes de cerrar la puerta del cuarto de baño¾.
El vapor que salía de la bañera era la señal de que el agua estaba lista. Me quité el albornoz antes de meterme en el agua. Me recosté cerrando los ojos a fin de evadirme. “Esto sí que es vida” pensé dejándome llevar por el efecto que el agua caliente tenía en mi cuerpo.
En su mente apareció la imagen, borrosa al principio, de dos jóvenes, una chica y un chico. La chica era rubia y esbelta, vestía unos jeans muy ajustados con una camiseta de tirantes blanca. No pudo verle la cara, su lisa cabellera se lo impedía. A su lado caminaba un muchacho un poco más joven que ella o esa fue la impresión que le dio. Tenía el cabello negro, ondulado, un poco más largo de lo normal; una máscara veneciana le tapaba el rostro.
Despedía un aura peligrosa que hizo recorrer un escalofrío por todo mi cuerpo. Era de estatura más bien baja comparada con la de su acompañante. Se inclinó para decirle algo que no alcanzó a oír. Ella le cogió la mano. Fue en ese momento cuando lo vió por vez primera, el anillo que llevaba él en su dedo índice. Sólo tenía ojos para esa belleza de joya, de un verde oscuro que evocaba las extensas llanuras de Gales. Esas que tiempo atrás rodearon lo que un día había llegado a llamar hogar.
El “enmascarado” como ella lo había llamado, deslizó el anillo fuera de su acostumbrado lugar dejándolo caer al suelo y esperó unos minutos. Minutos que a ella se le hicieron eternos. No obstante, no podía hacer otra cosa más que esperar. Lo que vió a continuación no tenía ningún sentido, el anillo comenzó a brillar hasta emitir un destello cegador que duró una fracción de segundo antes de apagarse.
El joven recogió su posesión del suelo antes de devolverla al sitio que le correspondía. Fue entonces cuando su compañera le sacudió el brazo tratando de llamar su atención. Cuando alzó la cabeza ésta le señaló algo o alguien que ella no alcanzó a ver. Los dos echaron a correr perdiéndose entre las calles que conducían a las afueras de la ciudad. Dejándose llevar por la curiosidad se aproximó al sitio donde hacía tan solo unos instantes había visto brillar el anillo.
Al llegar al punto donde el joven lo había depositado la imagen cambió. En su lugar volvió a ver a los dos jóvenes adentrándose en la espesura de un bosque. Él se giró un momento hacia donde supuestamente debía estar ella . Movió los labios formando una palabra “Ruka”