Cuando la luna se esconde.-

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«Nos postramos ante las familias de las víctimas y pedimos perdón.»

Taehyung odia la brisa que proviene del mar y que golpea su rostro trayendo consigo el aroma salado y la humedad característica de la costa, sintiendo su rostro pegajoso y cálido. Odia estar ahí, enfundado en una gruesa chaqueta negra mientras espera que la conmoción dentro del edificio pase, no quiere estar ahí dentro ni enfrentar nada sobre ello. Así que prefiere pararse ahí, sus ojos clavados en el paisaje donde la isla Jeju brota sobre el mar y se funde con el cielo, el sol cayendo poco a poco.

Odia estar ahí de pie, pero odia mucho más a las personas dentro de ese edificio.

Con sus uniformes perfectamente organizados, con sus rostros inexpresivos y con el descaro de arrodillarse ante ellos, de hacer reverencias sin sentido y hablar de perdón, de olvido. Hombres y mujeres de protocolo, suele llamarles en su cabeza cada vez que piensa en ellos, cada vez que tiene el desafortunado destino de verlos y escucharlos.

Sabe de memoria todos los discursos que han dado a lo largo del tiempo, conoce todas las excusas y justificaciones, pero ninguna es siquiera creíble para él, ya nada de lo que digan calmara la tormenta impetuosa que se forma en su estómago y amenaza con estallar, con llevarse por delante al mundo entero sólo para tener un poco de alivio.

De justicia e incluso, venganza.

.- Vas a resfriarte aquí, Taehyung – la voz masculina le sobresalta, pero no se gira porque la reconoce a la perfección, años de compartir brevemente y ahora, unidos por de manera entrañable – Ponte bien esa chaqueta por lo menos.

Taehyung guarda silencio, pero acomoda la chaqueta sobre su cuerpo y la cierra por completo, llevando el cierre hasta su garganta y dejando que aprisione también sus palabras y las incipientes ganas de llorar que siente. Porque de verdad, de verdad odia estar ahí de pie, con los ojos clavados en un atardecer que ya no le causa nada y en un paisaje que se le hace doloroso.

De ver y de recordar.

Porque cada vez que se detiene ahí y mira hacia abajo, donde la punta del Ferry todavía sobresale un poco, dándole a entender el mundo que sigue ahí, que dentro de él todavía se esconden muchos secretos y lágrimas; termina recordando el miedo, la adrenalina y la desazón de aquella mañana, de los gritos y los llantos a su alrededor. De cómo el mundo se detuvo durante aquellos interminables 48 minutos que tardó en hundirse el Ferry.

48 minutos que marcaron un antes y un después.

Así que siempre termina recordando los largos minutos que paso paralizado, apenas y sosteniéndose de la barandilla de la cubierta para no resbalarse hasta el borde, las personas tratando de salir del Ferry a cubierta para tener siquiera la oportunidad de saber qué estaba pasando y por qué, a cada segundo que pasaba, se inclinaban más y más, sus cuerpos arrastrándose hasta las barandillas inferiores y cayendo al agua helada del mar o quedándose para siempre atrapados en los salones del primer piso, incapaces de llegar a las puertas de salida. Fueron los primeros en dejar de gritar.

Taehyung se aferró aquella barandilla como si fuese la razón de su existir mientras la mano de su compañero se cerraba todavía entorno a su ropa, sosteniéndolos a los dos lejos de la muerte. Pero él sólo permanecía con los ojos fijos en la salida del pasillo de habitaciones, como si de alguna manera, eso le asegurara ver como Jungkook emergía a cubierta con Jimin detrás, con sus rostros agitados por la carrera, sudados y cansados.

Tal vez con miedo, aunque Jungkook nunca sentía miedo, nunca huía de nada ni se frenaba por nada, siempre un paso adelante incluso de la vida y la muerte... Amaba eso de él, pero ahora, Taehyung sólo quería verlo salir, a salvo.

Barquitos de papel.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora