Capitulo 3

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Salió de la casa de sus tíos con una idea en mente y es que tendría que ponerse manos a la obra, ningún ser no humano acabaría con su mundo y las personas que amaba en él; tendría que averiguar la naturaleza de ese ser de ojos rojos.

¿Acaso sería una especie dios? ¿Un demonio? ¿Un ángel?—descartó inmediatamente la idea del ángel, porque según había escuchado por allí, los ángeles eran bueno ¿cierto?— o por el contrario ¿sería un mutante? O ¿una aparición? Esas que le gustaba tanto buscar en las películas.

Tendría que leerse una biblioteca entera —pensó con desgana—había despojado a su abuela de algunos títulos considerados tesoro familiar, pero ella solo los veía como fuente de humedad y reservorio de enfermedades —pero algo era algo— se percató que las páginas de los libros que tenía en sus manos estaban tan desgastadas que una mirada profunda y escrutadora las desintegraría en el acto; no quería ser tan desconsiderada de dejar a su familia sin sus tan afamados tesoros generacionales, cosa que ignoró al ser consciente de su necesidad.

Contaba con la biblia peshitta, el libro de Enoc, "los ángeles caídos y los orígenes del mal", alguna literatura esotérica, la cual calificó por la portada y lo que creyó trataba de mitología griega.

Si para algunos la intención bastaba, ellas ya estaba haciendo mucho cargando esos libros, cuando nunca en su vida había terminado de leer un solo ejemplar; cada que iba a las reuniones religiosas dominicales, ni bien ponía un pie en el lugar dormía todo lo que no descansaba por la noche.

Pero estaba más que dispuesta a leer lo relacionado a mitos y leyendas urbanas para descubrir la identidad de ese ser enigmático.

Se percató que ya se encontraba bien entrada la noche, observó a su alrededor como todo lo que la rodeaba era ajeno a sus preocupaciones.

La ciudad estaba decorada con luces y pinos correspondientes a la época navideña, la nieve le daba al lugar la típica imagen de postales usadas para dicha festividad. Una gran estrella luminosa decoraba una repostería junto a dos renos y un santa Claus. —pensó con ironía que justamente ahora era cuando se ponía a apreciar la hermosura de la cuidad y la paz que le hacía sentir dicha festividad— ella anhelaba estar en el lugar de la ignorancia, sin la preocupación que el peso del conocimiento traía sobre sus hombros.

De pronto sintió un cambio abrupto en el ambiente, el sentimiento de paz que la acababa de embargar fue sustituido por un presentimiento, el presentimiento de que algo se avecinaría. Este presentimiento derivó en un estado de alerta en su ser.

Se apresuró a caminar hacia su casa, algo en ella la instó a girar la cabeza mientras seguía casi corriendo hacia adelante, lo que no la preparó para ver con lo que su pecho había chocado, haciéndola perder el balance y desparramando los libros en todas direcciones. —fue consciente cómo el viento dejo de soplar haciendo que el frio se intensificara escuchando como sus dientes castañeaban debido al cambio brutal de temperatura—sintió como una mano la sujetaba del abrigo para impedir su caída, ella se encontró de frente con él, que la miraba con una burla latente en sus ojos

—Es de sabiduría popular el caminar viendo hacia el frente preciosa—escuchó como el extraño le decía—puedo ver que te gusta la literatura —vio como recogía todos los libros desparramados por la acera— una mujer hermosa amante de la literatura es algo digno de ver —no lo vería en ella a ser verdad, pero su comentario hizo que se tranquilizase un poco.

— ¿Quieres tomar algo? Te veo muy tensa —escuchó como una hermosa carcajada salía de él—juro que no soy un psicópata asesino de mujeres, solo una persona normal que choca con lindas damas distraídas.

No supo que decir, su belleza la tenía obnubilada, no era una belleza común, era más bien una belleza fiera y agresiva que dejaba sin aliento. Sus ojos emanaban burla y desprecio a lo que lo rodeaba, cosa que la hizo sentir insignificante al percibir en la mirada ambarina que le prodigaba una clase de misterio. Si, él era un tipo insoportablemente hermoso de ver, cuya belleza solo rivalizaba con su hermoso tono de voz. Esa voz a los sentidos era como música, una música jamás escuchada o apreciada y oculta bajo cinco llaves a cualquier oído humano.

No supo que la poseyó para aceptar la invitación, quizá fue que en el fondo tuvo la impresión de haber escuchado el sonido de su voz en algún otro lado.

Llegaron a una cafetería muy acogedora ubicada a 3 establecimientos de donde se habían encontrado. No tardaron mucho en ser atendidos; Debby tenía que admitir que su compañía la hizo olvidar por un momento sus preocupaciones

—Muy interesantes son los libros que tienes allí —señaló con su cabeza la pila de libros sobre la mesa — ¿te interesan los temas sobre el juicio final, seres sobrenaturales y batallas milenarias?

—Algo así pero no estoy empapada de estos temas— declaró con pesar

—Si quieres te ayudo a entender un poco —se volvió a reír con esa risa tan hermosa que había escuchado antes— no me mires con esa cara, soy todo un experto en el tema, no te pudiste encontrar con una persona más cualificada— tampoco más egocentrica pensó Debby— te pareceré egocéntrico pero la realidad es que tengo una maestría en teología intercultural y estudios interreligiosos—se apresuró a declarar.


—Si es así— Debby lo observó con precaución— ¿cómo resumirías todo lo relacionado con estos libros que hablan de dioses, ángeles, demonios, juicios y nuestra futura aniquilación?

Observó como él sonreía de lado y se acomodaba a lo largo y ancho de la silla

—Antes de responder quisiera que me contestaras algo—la miró fijamente con una mano sobre sus rosados labios¿cuál es tu nombre preciosa? soy muchas cosas menos adivino.


Debby lo miró avergonzada, ni él sabía su nombre ni ella el suyo, era hora de presentarse formalmente

—Me llamo Debby— lo dijo con una gran sonrisa ya que le inspiró algo similar a la confianza y expectación, lo segundo lo atribuyó a la belleza tan apabullante de la que ese hombre hacía gala y de la cual tenía conciencia— ¿y tú?

—Llámame Lucius —le guiño un ojo.

Lucius adoptó una pose fría y sería, la miro directamente a los ojos y sintió como sus entrañas se revolvían. Quiso de pronto huir del lugar cosa que atribuyó al estado de alarma e histeria que mantenía desde su encuentro con el ser de ojos rojos.

—Te diré que no estás muy desencaminada, se supone que habrá un juicio—cabeceo— también supone que es lo que llevará a la aniquilación de la humanidad — Debby compuso una cara de alarma—pero no pongas esa cara hombre, de ese juicio se viene hablando desde la creación de la humanidad.

Debby quiso quitarle hierro a su reacción para que Lucius no la tomara por loca.

— ¿Sabes cuál es mi conclusión de lo que acabará con el ser humano?—Debby negó— pues la sensiblería de la que tanto se jactan, es lo que los hará débiles y los condenará; también los actos vagos de sacrificio, la vida fue dada para disfrutarla plena y conscientemente. Los vicios y placeres no te hacen daño, lo que te hace daño es tratar de suprimirlos y negarte a los instintos naturales que viven en tu interior. La moral y ética no sirven bajo tres capas de tierra. Es una pérdida de tiempo ayudar a quien no lo merece y el amor ocasiona más problemas terribles que soluciones factibles.

Debby se percató de la ira controlada bajo el tono mordaz con el que habló. Al terminar su discurso ella estaba anonadada y él... ¿visiblemente complacido?

—Debo irme —se escuchó decir con una voz que no reconoció como la de ella— seguro nos veremos pronto.

—Que no te quepa duda preciosa—fue lo último que escuchó decir antes de salir casi trotando de la cafetería.

Ya a dos cuadras de distancia del lugar sintió como el ritmo frenético de su corazón se iba tranquilizando—suspiró de alivio—cosa que no le duró mucho al percatarse que una silueta masculina al otro lado de la calle la miraba con fijación y cuyos ojos rojos incandescentes no se perdían detalle de su expresión horrorizada e intenciones de salir corriendo inmediatamente.

En vísperas de una condenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora