Ya no quedaba nada.
Aquel lugar al que solía llamar "hogar" había sido destruido.
Eskol pateó los restos de la que alguna vez fuera una choza, levantando cenizas al aire. Sus pies estaban adoloridos de tanto correr, y sentía el cuerpo lleno de moretones y cortadas, pero nada de eso se comparaba al dolor que se había instalado en su corazón, y que ardía como ardientes brasas que quedan después de una hoguera.
Ahora ya no tenía nada ni a nadie; toda su aldea había sido devastada, atacada por sorpresa por el dragón más mortífero que existía. Apretó los puños y la mandíbula al mismo tiempo. El sentimiento de frustración crecía cada vez que recordaba el estruendo que inició todo. Mientras él estaba en lo profundo del bosque, el sonido de gritos asustados y el sonido de ese dragón... Mierda. Cuando llegó, ya era demasiado tarde. No había podido protegerlos. Les falló.
A pesar de que faltaban meses para el invierno, un frío helado recorrió su espalda, y su larga cabellera negra se meció al son del viento, un viento que no era natural. Dejó escapar un suspiro, sin inmutarse ni un momento por lo que estaba sucediendo a su alrededor. Levantó la mirada en el momento que un majestuoso y enorme dragón hembra de escamas blancas y ojos como dos joyas azules aterrizó a su lado. Las alas del dragón eran más grandes que su cuerpo, y las recogió cuando se acercó a Eskol, quien apartó la mirada azulada del animal. La bestia alada gimió, pidiéndole una explicación a su jinete por el desastre. Eskol simplemente suspiró.
-Todo terminó Valkyria – dijo, con la vista fija en las ruinas de su aldea – Ya no queda nada – repitió, con tono dolido, frustrado.
La dragona frotó su cabeza con la espalda del hombre, dándole a entender que no estaba solo.
Él volteó para ver a su inseparable amiga de frente.
Pasó sus manos por las duras escamas, más resistentes que cualquier armadura que él hubiese visto, capaces de soportar fuertes ataques. Recorrió con la punta de sus dedos las cicatrices que se encontraba de vez en cuando, e instintivamente llevó la mano a su propio rostro, donde un parche cubría la herida que le había arrebatado la vista de su ojo derecho. Aquellas marcas las compartía con Valkyria. Por cada ocasión que alguien lo hería, ella también corría con la misma suerte; consecuencias de protegerse siempre el uno al otro. Las cicatrices, sin embargo, eran para jinete y dragón un extraño y peculiar lazo que los mantenía unidos. Siempre combatiendo juntos, destruyendo sin piedad a quien se atreviera a desafiarlos. No obstante, ni siquiera un fuerte Escalofrío, la especie de Valkyria, podría haber hecho mucho contra un ataque sorpresa del mismísimo hijo del rayo y la muerte. Nadie era capaz de derrotar a un Furia Nocturna, Eskol lo sabía muy bien. Pero en su cabeza no dejaba de escuchar las voces de sus camaradas, de su familia... pidiéndole venganza, sin importar el costo.
Y Eskol lo haría. ¿Qué más le quedaba para perder?
Se dio media vuelta, alejándose de su dragona y, alzando su vista, hizo una promesa a los restos y cenizas de su villa y su gente.
-Tendremos nuestra venganza. Lo juro por los dioses -.
Después de escucharlo, y sintiendo la misma rabia de su jinete, Valkyria se levantó sobre sus poderosas patas traseras, irguió su cuello y soltó un rugido ensordecedor que sacudió todo el bosque que los rodeaba. Con esto, ella dejaba en claro que lucharía a su lado hasta el final sin importar los resultados.
El hombre subió a la dragona y, dando una última mirada a Fenris, su pueblo en cenizas, emprendió el vuelo, dejándolo todo atrás. Ahora, necesitaban encontrar un lugar donde resguardarse hasta estar en condiciones de ir a buscar al dragón responsable de toda esa desgracia.
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Escalofrío - La Venganza de Fenris
FanfictionEn una montaña lejana habitaba una tribu que era temida por todos los que vivían a su alrededor; su nombre era Fenris, tal como se llamaba el lobo que devoraría la Luna según la creencia Vikinga. Sin embargo, en aquel día algo impensable sucedió: u...