I . Vinieron de Arriba

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Ocurrió no hace mucho tiempo, un 7 de enero del 2015. Mi padre se levantó de la cama con la idea de ir al parque de Cabárceno y tuvimos que ir sí o sí, porque la idea era suya y no había quien se la quitara de la cabeza. Así que hicimos caso al cabezota de mi padre, cogimos la cartera, cuatro gorras, un par de mochilas y dos cámaras para sacar fotos a los animales y salimos de casa a las siete de la mañana para poder llegar al parque en cuanto este abriese.

Pero bueno, antes de continuar con la historia de cómo llegaron a la Tierra, voy a presentarme para que vayáis conociéndome...

Mi nombre era Lucas, y tenía diez años cuando ellos vinieron de arriba. Yo era etíope, pero mis padres me dieron el nombre "Lucas" cuando me adoptaron porque significa el hombre iluminado, muy relacionado con la creatividad y el esfuerzo. Y la verdad que dieron en el clavo llamándome así, porque siempre me había gustado dibujar y era muy responsable y trabajador en todo lo que hacía. Yo era el mayor de sus dos hijos. Mi hermano pequeño se llamaba Pedro, y él sí que era original de mis padres (aunque yo sé que a los dos nos querían igual). Mi padre era enfermero, y mi madre profesora de literatura española y de latín en un instituto de nuestra ciudad. Nuestra vida siempre había sido muy ordinaria y feliz, nada malo nos había pasado nunca, todo nos iba sobre ruedas y así pensábamos que seguiría siempre. Por supuesto, lo bueno no dura eterna-mente...

Después de dos horas y media de viaje llegamos al parque natural de Cabárceno. Entramos en el "reino de los animales" como verdaderos turistas chinos, los cuatro de nosotros haciendo fotos a las jirafas y a los avestruces, con las llamativas gorras de colores encajadas en nuestras cabezas y actuando como si fuera la primera vez en nuestras vidas que veíamos animales como aquellos. Mi hermano Pedro, que por aquel entonces solo tenía siete años, no me soltó la mano en ningún momento por miedo a que una jirafa fuera a por él y le agarrara con su larga lengua para llevárselo al fondo de su estómago.

-Son vegetarianos, no te preocupes -le dije yo para conseguir calmarle.

- ¿Y eso qué es? -me preguntó con desconfianza.

-Eso es que comen hierba, Pedrito. No les gusta la carne como la tuya... -le contesté yo mientras le pinzaba con los dedos una lorcilla que se entreveía por su ajustada camiseta de Star Wars. A cambio, él me dio un pequeño puñetazo en la espalda.

-No sé, no me gustan mucho esos cuellos tan largos. Podrían estrangularte con ellos... -volvió a decir mientras miraba con mala cara a las jirafas.

-Necesitan esos cuellos para llegar a los árboles más altos, cariño -le explicó mamá mientras hacía una foto a un avestruz que pasaba corriendo por allí- Sino no podrían comer.

Pedro asimiló la nueva información asintiendo con la cabeza, aunque a mi parecer siguieron sin hacerle mucha gracia esos animales de cuello estirado.

Continuamos con nuestra visita, y pronto llegamos al cerco donde se encontraba el rey de los animales, el legendario rey de la selva: el león. Las leonas caminaban tranquilamente por la colina de hierba en la que vivían, seguidas siempre de los pequeños cachorrillos que soñaban con llegar a ser grandes depredadores como sus madres. Pedro miraba a las fieras con atención, impresionado y maravillado al mismo tiempo. El león, que estaba en lo alto de una gran roca luciendo su majestuosa melena y posando para los interesados visitantes, dio un rugido de autoridad que provocó un gran aplauso por parte del público, casi como si estuvieran viendo una obra de teatro.

-Lucas, no te acerques tanto a la valla –oí la voz de papá detrás de mí.

-Son de calidad, papá –le contesté yo mientras daba unos golpecitos a las barras metálicas que cercaban el inmenso recinto natural donde vivía esa manada de leones.

Vinieron de ArribaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora