La tercer hora.

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Oscuridad y luz.

A las 6:00 PM sonó su alarma para nada estrepitosa, mas fue angelical el sonido que invadió la habitación semi-oscura, donde tenues rayos solares cortaban las sombras como preludio gráfico de los acontecimientos venideros. Pasado el minuto, Hinata ya estaba completamente despierta, luego los siete se encontraba vestida y peinada como si jamás hubiese estado durmiendo hacía horas. Como primer paso corrió estrictamente todas las cortinas: la luz de día naciente la llenaba de energías, era un gran habito que había optado desde que leyó en un libro de la materia "Salud". Luego de lavar su rostro se dirigió a la cocina. El procedimiento era siempre el mismo ya que jamás alteraba el orden de los pasos: encender la tostadora, encender el noticiero e informarse acerca de la temperatura del día; no podía permitirse enfermar. El café cortado con leche de almendras debía ser de lo más espumoso, por eso lo batía metódicamente en vez utilizar la cafetera y nada de azúcar, mejor era la stevia, un endulzante natural. Algún dulce sin químicos de alguna fruta que había comprado al único supermercado que iba y manteca. Mientras cerraba la puerta de la heladera con la cadera se servía un vaso de jugo de naranjas. ¡Por cierto! jamás olvidaba el vaso de agua fresca para comenzar el día con mucha vitalidad.

Mientras desayunaba y ojeaba las noticias del día, repasaba el horario de sus materias y corroboraba que ninguna tarea pendiente se le haya olvidado, aunque esto último era algo muy difícil de suceder. Hinata Hyuga llevaba al día todas sus materias. Era metódica, si. Estructurada, sin dudas. Rosaba la obsesión, se exigía más de lo que los japoneses promedio suelen intentar y eso es decir poco. La realidad detrás de sus hábitos era la aspiración para ingresar a la mejor universidad de Tokio y quería asegurarse la entrada en su último año, sin miedos ni expectativas de no poder lograrlo como le solía ocurrir a la gran mayoría. Había llevado su vida al extremo para poder conseguirlo: no era cuestión de dinero, su padre podía pagarle la secundaria costosa a la que concurría y más, la cuestión fue más bien sentimental. Hinata había nacido en la prefectura de Tokushima, región de Shikoku y desde los trece años vivía sola en un departamento que su padre le compró en Tokio. Supo hacer su vida en soledad y únicamente ella sabe cuanto le costó despegarse de todos sus seres queridos. Casi sin amistades, sin salidas, sin conocer mas caminos que los que la escuela demandaban o el supermercado, ella tenía una vida totalmente destinada al éxito, sin otro rumbo que triunfar.

Mientras concretaba su desayuno volvía a repasar su agenda. El reloj marcó 7:00. Se envolvió en su bufanda y su abrigo, colgó su mochila y se encaminó al colegio sin olvidar haberse lavado los dientes.

Mientras esperaba el bus que la llevaría, observaba las personas que caminaban a toda velocidad abstraídas en sus mundos pero con una increíble habilidad para no chocar entre sí, como en una sincronía inconsciente. Corbatas, maletas, faldas, uniformes, era increíble como cada uno de ellos seguía su curso, miles de caminos fluyendo entre el bullicio de la ciudad, los motores de los autos explotando y las bocinas de las motocicletas a unisono. Hinata sonrió sintiéndose satisfecha con la vida que le había tocado. Como se suponía que esa personas lo hacían, ella amaba su rutina, era todo lo que tenía. No admitía relaciones más que con su familia y no conocía otro paseo que no sea el del bus al colegio. Así se sentía perfecta. Observó el reloj sobre la farola de la parada, cinco segundos para las siete y cinco.

Murmuró con una sonrisa traviesa e inició su cuenta regresiva en voz baja —Cuatro, tres ... dos, uno...—y su celular, que ya tenia en su mano, sonó —. Hola Hanabi—sonrió al atender.

—¿Tu crees que es mejor el azul o el violeta?— la voz atolondrada de su hermana sonó del otro lado. Una vez más la menor se había quedado dormida.

Hinata arrugó sus cejas mientras con su mano libre acomodaba la mochila en sus espaldas —¿Y... esa pregunta?.

—Solo responde— presionó, mientras del otro lado se oía un revoltijo de tazas y otros artilugios.

KabukichōDonde viven las historias. Descúbrelo ahora