Casi un sociopata.

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Todo resultó una patética postal y lo juró. Desde el momento en que dejó detrás su hogar con una madre sumida en un tortuoso llanto desgarrador, un padre recluido en su despacho golpeando sistemáticamente el escritorio hasta reducirlo a astillas y su hermano mayor cual último recuerdo solo resuena en un palabra que no deja de repetirse en su cabeza "EGOÍSTA".

Sasuke Uchiha, eres un egoísta.

Egoísta.

Egoísta.

Egoísta.

Entonces asumió tal rol y supo que nada de nadie le iba a importar porque no estaba detrás de un sueño ya que iba a hacerse realidad. Por eso cuando Hinata ingresó cabizbaja al salón de clases que compartían, ignorándolo como si jamás se hubiesen conocido, se limitó a sonreír de lado complacido en dar por finalizado el asunto y volvió al libro con el que había estado entretenido.

Cuando la mañana anterior se vieron cara a cara con el padre de la Hyuga, comprendió por qué esa muchacha tenía una personalidad tan comparable a la de un roedor, que orillaba a la sumisión. Ese tipo tenía una mirada que solía reducirte al tamaño y la insignificancia de una cucaracha, debía aceptarlo. Sin embargo, no dejaba de ser un padre como otros tantos y ella debería de ser lo suficientemente madura para explicar el irónico malentendido. Por eso, el tomó sus pertenencias y se marchó del departamento dejando detrás de él un alud de gritos y reproches del hombre en cuestión. Pelearse con semejante monstruo no era oportuno, no con esa puntada fresca en su abdomen, pobre Hinata, dios la ayude.

Ella había aparecido al día siguiente en el instituto y ahora solo se limitaba a sus libros, igual que él. Continuó en ese plan por el resto de las horas. No lo miró, siquiera una sola vez. "Raro espécimen" pensó y luego no volvió a ocupar su mente en ella hasta el extraño momento donde depositó una moneda en la maquina expendedora con el objetivo de tomar una bebida energizante, ya que la noche anterior había sido una muy laboriosa, y esta le devolvió una pequeña caja de leche de almendras.

—Oportuno— murmuró al recordar el esmerado desayuno que la Hyuga le había preparado—.Lo hizo solo por temor— se recordó mientras evadía esa extraña sensación muy parecida a la culpa.

Él actuaba sin remordimientos, creía que era el único camino para llegar a cumplir los objetivos. Nadie se preocuparía por él, más que él. La Hyuga no debió entrometerse en asuntos ajenos, su bondad le jugó una mala pasada. Esas eran las consecuencias de ser condescendiente. Depositó otra moneda y retiró su despectiva bebida, le quitó el seguro y se dispuso a saciar su sed cuando entre la multitud localizó precisamente a la cuestionada muchacha saliendo de la oficina del director con todas sus pertenencias en una caja, las que tendrían que estar en su casillero y no en sus manos.

—No es cierto— protestó. Dio un último sorbo, lo meditó unos segundos y rechistó frustrado. Trotó hasta alcanzarla, acción que no paso de los ojos de todos los presentes que siguieron el movimiento con asombro y murmuros. Hinata se desorientó cuando Sasuke la tomó del codo y la arrastró hacía la primera escalera que descubrió.

—A-ahora ¿qué quiere?— indagó, sobre los primeros escalones, huraña y él alzó una ceja en reacción al inesperado tono hostil.

A Sasuke Le gustó saber que un poco de carácter tenía. Soltó el agarre y cruzó un brazo por encima de ella como resguardando la pared y evitando que se escape —¿Qué haces?— quiso saber mientras bebía otro sorbo con su mano libre y estudiaba la caja que Hinata sostenía como si fuera un sobreviviente con un único fragmento de madera en medio de un terrible naufragio.

Sólo preguntaría.

—Me... voy—confesó sin más explicaciones, estaba tan dolida y apenada al mismo tiempo que siquiera tenía ganas de hablar.

KabukichōDonde viven las historias. Descúbrelo ahora