POR LA TARDE

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Pasa sus dedos para peinar su cabello quebrado por octava vez en los últimos 5 minutos. Aprieta el volante hasta que sus nudillos palidecen y jala aire cuando los pulmones le empiezan a arder, ocasionado por no respirar por quién sabe cuánto tiempo. Echa un vistazo al espejo retrovisor y aprovecha para mirar por el rabillo del ojo al asiento copiloto, pero vuelve la vista al frente de inmediato al darse cuenta de que su acompañante sigue con la mirada clavada en ella.

― ¿Y cómo estuvo el vuelo? ― ni siquiera logra reconocer esa voz ronca y sofocada que sale de su garganta; la ligera risa de la chica que la acompaña le hace saber que lo mismo piensa ella.

― Fue muy cómodo ― no puede evitar bufar con sarcasmo.

― Viajaste en primera clase, más les valía que fuera cómodo como mínimo ― empezar a bromear la relaja considerablemente. Las articulaciones ya le duelen y siente la piel de sus dedos un poco pegados al plástico del volante ―. Pero no debería sorprenderte si pudiste darte el lujo de pagarte un viaje redondo en primera clase.

La chica suelta una risa que la hace agitar los hombros. Mira por la ventana, admirando la ciudad que le impone tanto a pesar de conocerla tan poco. Estira los brazos, arrastrando las palmas de las manos sobre sus piernas, y suspira ruidosamente.

― Me lo merezco ― encoge los hombros y sonríe presuntuosamente; empieza a reír ante la ceja levantada de la conductora ―. ¿Qué? ― encoge los hombros ―, ¡es la verdad! Este semestre ha sido la muerte ― murmura con cansancio y frota su cara con las manos.

― No lo cuestiono. Es la época. ¡Es el mismísimo infierno!

― ¡Infierno! ― expresa dramáticamente al mismo tiempo. Ambas sonríen, como quien sabe que ha cumplido con una tradición privada ―. Sí, tú lo sabes mejor que nadie.

La conductora niega con la cabeza divertida. Nunca podría olvidar su vida en la universidad, esas semanas llenas de proyectos, trabajos finales y exámenes; y por supuesto que no podría olvidar quién fue su fiel acompañante en esos días tan difíciles. Por fin se atreve a mirar a su copiloto y la encuentra muy entretenida mirando su celular.

Como si la chica sintiera su breve mirada empieza a explicar:

― Es Mani. Olvidé avisarle cuando ya estaba en el aeropuerto por toda la gente en la banda de equipaje ― la conductora ríe despacio, le causa gracia que la ojiverde suelte explicaciones que nadie le ha pedido. Sin embargo, aprecia que se preocupe tanto por darle esas explicaciones en particular, sabiendo que a ella no le gusta estar con las personas y que estas se metan demasiado en sus celulares ―. Listo, ya está enterada.

Vuelve a guardar su celular con movimientos enfáticos, con la promesa implícita de que no volverá a tomar su celular mientras esté con ella.

― Pasaremos a dejar tu equipaje y luego iremos a comer, ¿está bien?

― Claro, de hecho... ― se voltea a mirarla y vacila un momento ―, ¿crees que pueda darme una ducha rápida antes de ir a comer? ― pregunta con voz suplicante ―. Primera clase o no, es agotador volar tantas horas.

― Ya sabes que sí, Lern.

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A Camila le cuesta trabajo guardar el equilibrio al bajar el cobertor morado perfectamente acomodado en la última repisa de su clóset. Jadea cuando por fin lo bota en la cama.

― ¿Qué haces? ― pregunta Lauren con voz divertida mientras coloca su toalla mojada en el respaldo de la silla de escritorio.

― En las noches hace frío...

Con escala en L.A. [Camren]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora