«Nunca te enamores de un chico que se vende en las calles, podria llegar a lastimarte.»
Reflexionó una vez más las palabras que le dio su amigo YoonGi el día en que le confesó su tóxica atracción por el chico que se vende en las calles.
Pero no pudo evitarlo, no allí, no entonces.
Desde ésa noche que lo conoció, no pudo borrar su sonrisa, vibrante y suave, o la forma en que caminaba con elegancia natural, su cabello que siempre caía perfectamente alrededor de su hermoso rostro y sobre todo sus ojos castaños que podrían capturarlo y nunca dejarlo ir.
Y cómo su toque le prendía fuego, cómo sus besos eran más dulce que la voz de las hadas y más suave que los pétalos de rosa: NamJoon sabía que podía seguir y seguir, y lo hizo, incapaz de detenerse.
Ahora se encontraba nuevamente ahí, despues de un largo tiempo que para NamJoon fue una eternidad sin pisar el famoso prostíbulo Montage
mirando inexpresivamente a los habitantes, helados por la fresca brisa parisina del exterior. Las mujeres y hombres, con sus vibrantes prendas con matices y caras pintadas, susurrando. El humo flotaba alrededor de algunas de sus mesas, incluso las bebidas en sus manos no podían oscurecer su realidad, y de hecho no lo hicieron.Woo Jiho o más conocido como Zico es el dueño del lugar, era su amigo de copas, era. Después de los actos que cometió, ya no eran más colegas, ahora NamJoon es un cliente más.
Zico pudo prohibirle la entrada a su recinto o por ultimo matarlo, por lo general su ex-amigo cobraba vidas sin pensarlo, si es que tienen familia, si son muy joven o muy viejo, sin piedad alguna los mataba igual, por el solo hecho de romper una de sus reglas, pero con NamJoon fue una excepción.
«Matarte o torturarte sería lo ideal querido amigo, ¡Pero! El que sufriría no serías tú, si no ÉL y sabes muy bien que una de mis reglas es no lastimar a mis joyas y menos a un diamante tan puro como él»
Han pasado siete meses desde ese memorable hecho y siete meses tardo NamJoon en volver a pisar Montage y no era por qué tenia miedo por su vida, si no la vida de él.
Confiaba que Zico no le haría daño, no rompería su propia regla y por más que lo quisiera no lo haría, pero, por precaución NamJoon no volvió a visitar Montage.
Pero jamás se imagino que no lo volvería a ver durante esos malditos siete meses por las calles del infierno o del cielo donde lo conoció y donde ejercía su trabajo o en la cafetería favorita de ambos, donde pasaban conversando durante horas y horas o en ese Motel tan peculiar donde pasaban sus noches mágicas.
Nunca apareció y se estaba desesperado.
Si tan solo supiera su número. Si tan solo supiera su nombre real. si tan solo supiera algo de él.
«¿Mi nombre real? Averigualo por ti mismo, Joonie»
Y por Dios que si lo hizo.
«Te doy una pista, mi nombre viene con mi apodo...»
Jin...
Su apodo, el que ha dicho unas numerosas veces durante el erotismo,
NamJoon trató de luchar contra los pensamientos, apretando los ojos ante los recuerdos.Necesitaba verlo.
Se removió en su silla en la pequeña mesa frente a él, alzó su visto y pudo localizar en lo alto de un balcón a Zico quién estaba sentado con sus brazos estirados a lo largo del respaldo del lujoso sofa de cuero.