PROLOGO

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Tomó el pincel y lo mojó en la pintura de color rojo, llevó su mano nuevamente a su dibujo y lo comenzó a pintar. Cada pincelada le daba una paz interior que nadie podía darle.

— ¿Anna? —la muchacha oyó la voz de su madre y suspiró.

Dejó el pincel y la paleta de colores sobre la mesita y tomó el trapo para limpiar sus manos. Pasó su antebrazo por su frente y quitó su sudor, la puerta se abrió y se dio la vuelta para ver a su madre quien miraba encantada aquel cuadro que su hija estaba pintando.

—Oh por dios... Anna. —se acercó lentamente y la joven retrocedió para dejar que su madre siguiese viendo su esfuerzo en aquel lienzo. —Hija, esto es... ¡Bellísimo! —Exclamó su madre, cada día se maravillaba con aquel don que su hija poseía.

No podía creer que su pequeña tenía tanto talento con el pincel a tan corta edad, pues Anna solo tenía 10 años y hacía obras de artes al nivel artístico de personas con más años de experiencia que la pequeña.

—Cada día me impresionas más cielo. —La madre le sonrió a su hija y esta solo se ruborizo con su vista en el suelo. Tomo el mentón de la pequeña con delicadeza y la hizo mirarla a los ojos. —Estoy tan orgullosa de ti. —La pequeña parpadeo varias veces y le sonrió con timidez. Ambas se fundieron en un tierno y cálido abrazo que solo una madre y una hija podrían tener. — ¿Vamos a prepararte? —Ambas se miraron—Clarissa nos esta esperando.

La pequeña asintió y siguió a su madre hasta su habitación, debía ir a su terapia con su psicóloga. La pequeña luego de sus 4 años no había dicho una sola palabra más, no hablaba y por más que lo intentaba no le salía nada.

Especialistas creían que había sido causado por el fuerte accidente que vivió aquel horroroso día que marcó la vida de Anna. Su padre había dado su vida a cambio de la de su hija y su esposa en un intento de robo, Anna tenía una fuerte conexión con su padre, era su héroe y su pérdida a tan temprana edad fue un golpe muy fuerte para ella.

Al comienzo, los médicos creyeron que era un voto de silencio de la pequeña por aquella experiencia, pero los años pasaban y Anna seguía sin pronunciar una palabra, y vaya que lo intentaba.

La pequeña siempre se paraba frente a su espejo todos los días y abría la boca para poder hacer eso que tanto anhelaba, para poder comunicarse como todos lo hacían, pero nada salía de sus labios más que el aire y la frustración que acumulaba.

Su madre y sus abuelos siempre estaban pendientes de ella ya que, claramente, no podía gritar, evitaban dejarla sola lo máximo posible para que a la niña no le sucediese algo. De igual manera tenían varias formas para que la niña pudiese comunicarse en caso de que le sucediese algo y no haya nadie junto a ella.

La vida no era sencilla para la pequeña y aunque sufría en su silencio, sus pinturas y escrituras le daban esperanzas, le daban un aliento para seguir adelante, no bajar sus brazos y seguir su lucha por ser lo que tanto anhelaba, una persona normal.

"Estoy rota... ¿Puedes Arreglarme?"

Fix Me ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora