4. Decoración del hogar

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Mi departamento es tradicional al estilo japonés, no tengo nada relacionado a las fiestas que emocionan a la ciudad. Tampoco estoy demasiado familiarizado con ello. No desprecio la Navidad como una fiesta ajena a mí, pero no estoy acostumbrado a poner un árbol con luces y escarcha, medias para recibir regalos, el muérdago, ni siquiera una corona en la entrada. Aquí parece que todo fluye como un día común y corriente cuando todos brindan y alzan sus copas, parejas felices besándose e intercambiando presentes.

— Tu casa es bastante deprimente — lo escuchó decir en la mesa de mi cocina. No tiene remedio.

— ¿Por qué lo dices, Suoh? ¿Acaso es porque no hay rojo, blanco y verde por todos lados?

— En realidad, lo decía porque ni siquiera parece que vivas aquí —. Esas palabras se han hecho espacio en mi cabeza. Él tiene razón, parece un lugar de paso. Sirvo la cena y le dejo el plato frente a él. No quiero seguir con el tema.

— Tengo mucho trabajo...

— ¿Es así? — pregunta aquello. Me molesta. Desearía que dejara de ver a través de mí, mis debilidades, es como si... prestara atención a todos los detalles. Sus ojos observando todo con cuidado, analizando, tratando de comprenderme —. Delicioso...

Eso me ha dado cierto grado de satisfacción. La cena pasa tranquila, en silencio. No tenemos demasiado que decirnos; ha preguntado de nuevo si iré a la famosa fiesta de Homra. No le he dado mi respuesta, porque es posible que me quede en la entrada del bar, vacilante antes de volver a casa esa noche... Quiero estar solo, sin la esperanza invadiendo mi cuerpo, haciendo dudar mi corazón que se encuentra demasiado sensible por la novedad de su presencia de nuevo en mi vida.

Acostados en la cama, Suoh duerme tranquilo, yo me aferró a su cuerpo, es invierno y hace demasiado frío para ignorarlo. No me cuesta conciliar el sueño cuando estoy entre sus brazos... es demasiado agradable, incluso el olor a tabaco es una fragancia extrañamente dulce.

— Munakata... Munakata... Oye... despierta... — es su voz, la voz profunda e irritante. No quiero abrir los ojos — Tengo hambre y debes ir a trabajar... Mantener la paz.

Se está burlando, lo sé.

— No se me hace tarde, Suoh.

— Si se te hace, no te dará tiempo de hacer el desayuno sino te levantas ahora...

— ¿Qué? ¿Y por qué no vas a desayunar a tu casa?

— ¿Eh? Es fácil... No quiero cocinar.

Molesto. Le estampo la almohada en la cara ¿Me ha dejado ganar? Oh no... eso era una trampa para sujetar mi muñeca y empujarme contra la cama. Sus labios, ha fumado, el sabor reciente de un cigarrillo lo comparte conmigo, en un húmedo beso que no dejo de corresponder. Mis brazos rodean su cuello y sus manos acarician mi mejilla; hay algo extrañamente tierno en su gesto, una especie de consuelo. Me cuesta romper el contacto y al mismo tiempo seguir respirando. Apenas se aparta lo puedo ver tranquilo. Sonríe.

— Entonces...

— Está bien. Quítate. Iré a ducharme y haré el desayuno...

Es increíble que obedezca, pero antes de que pueda ponerme en pie por completo me sienta sobre su regazo y vuelve a besarme. Quedó en shock unos minutos antes de apartarme fingiendo molestia. Debo huir antes de que quiera justificarme en el cuartel sobre mi retraso. Después de alimentar a Suoh y tener una pequeña disputa sobre la cena al fin estoy de camino a la oficina. Me sorprendo de ver allí, en la entrada a Yata Misaki con Fushimi-kun. Lo normal, discuten.

— No quiero ir a esa fiesta.

— Pero... yo sí. Además haré la comida, deja de ser un mono terco y ve.

— Buenos días... — los interrumpo. Los dos parecen impresionados, al menos Yatagarasu-kun.

— Buenos días — me saluda con el ceño fruncido —. Ah... — lo observo ponerse nervioso, cosa que molesta a mi subordinado — Mikoto-san no estaba ayer... con...

— Fue a cenar. Después regreso a su casa — mentí.

— Oh ya veo... tengo que irme. Saru, come las verduras que puse.

— Tsk, no eres mi madre. Adiós.

Casi siento ganas de reírme ante la situación. Él cuida de su pareja y este se sonroja; debo fingir no darme cuenta. Así como también debo fingir no entender la clara molestia de Fushimi. Piensa que la fiesta es regresar a esos días donde su amigo y, amor prohibido, lo ignoraba; pero se olvida que en su presente está ese chico ruidoso a su lado, llevándole el almuerzo, preocupado por su compañía con sus amigos, haciendo formal su relación, gritando ese secreto a voces finalmente. Entonces me doy cuenta. Lo veo alejarse con la caja. El presente... Suoh está aquí y ahora. Suspiro, mis horas laborales me mantendrán ocupado lejos de esa imagen triste que provoca un vuelco desagradable en mi estómago.

Bebo té en mi oficina antes de volver a casa. Todos se han retirado antes de la puesta de sol. Elijo que un chófer me lleve antes de que acabe su turno. Hoy no me siento con ánimo de caminar. Al abrir la puerta me encuentro con la imagen de un enojado Suoh tratando de desenredar un manojo de luces.

— Oh... Bienvenido ¿Quieres venir a ayudarme? Estoy a punto de quemarlas

— ¿Qué haces? — le preguntó mientras me acercó y me entrega las luces.

— Adornando... Ya te lo dije, tu casa es deprimente. Son cosas que hace mucho no uso; dado que paso mucho tiempo en el bar...

— Todo esto... es... de tu casa — le digo, casi de manera interrogativa. Me siento conmovido. Me siento a su lado y él sigue sacando cosas de una bolsa, son esferas de colores, una estrella y muchos moños, cortesía, sospecho, de Anna.

— El árbol lo traeré mañana.

— ¿Te estás mudando conmigo porque no sabes cocinar?

— Quien sabe...

Oh... me he estremecido. Patético. A mi edad estoy sonrojándome, se ríe con un dejo de burla, no puedo ni siquiera verlo. Sólo me apresuro a desenredar cable por cable y concentrarme. Suoh ha hecho un desastre, así que entre los dos hemos acomodado todo. Parece que la Navidad también ha alcanzado mi... hogar.

— Casi lo olvido — me vuelvo, me pone un gorro. Y después me acerca de la cintura para besarme de manera demandante, conozco bien ese gesto, cuando su lengua acaricia mis labios y sus dientes mordisquean ligeramente, succiona y no soy capaz de mantenerme en pie —. Irás a la fiesta.

No puedo objetar. Me suelta y se dirige a la cocina. Todavía siento mi cuerpo estremecerse. Mis pasos vacilantes. Haré la cena y después... quizás yo inicie un beso que reclame su continuación.

Reto de NavidadWhere stories live. Discover now