3. Christmas song's

125 7 1
                                    

Insufrible. Era la única palabra que podía describir las canciones típicas de Navidad. Desde los villancicos clásicos hasta las canciones repetitivas en diferentes estilos. Estaba harto de escuchar la misma melodía una y otra vez, incluso en el cuartel. Me estaba volviendo loco, por lo que... apresure mi trabajo o cometería un asesinato en masa. Misaki no había adornado con esas molestas series de luces con sonido, por suerte. Me conocía bien.

— Que inesperado que quieras salir de aquí, Fushimi-kun... — Molesto. Esa observación me parecía molesta. Chasquee la lengua y desvíe la mirada. Su sonrisa se ensancho y firmo los documentos — Es todo por hoy. Puedes irte antes.

— Gracias.

— ¿Fushimi- kun? — lo mire al escuchar mi nombre — Disfruta el resto de tu tarde. Hoy los demás se harán cargo de la decoración pues al parecer están guardando una sorpresa.

Él sabía, el capitán también asistiría. Suspire pesado antes de comenzar a caminar hasta el departamento. La travesía me puso molesto. Todos los lugares llenos de ese sonido. Molesto. Molesto. Molesto. Molesto. Azote la puerta detrás de mí, estaba a punto de gritar hasta que lo escuche... era la voz de Misaki en la cocina tarareando... un villancico. Sentí que estaba a punto de callarlo cuando lo vi, estaba feliz, removiendo los ingredientes, tenía los audífonos puestos y sus ojos resplandecían de alguna manera.

— ¡Mono! — gritó y dio un brinquito entre mis brazos — Casi me matas de un susto. Avisa que ya llegaste... en serio, contigo no se puede... — lo calló con un beso suave, amable. Está feliz. Me separo y su rostro está sonrojado — ¿Qué fue eso?

— Un be-so. Pensé que los conocías ¿acaso no te los doy cada noche? — me burlo para ver como su rostro cambia a un rojo más intenso. Me encanta.

— Yo... ya lo sé...

— Entonces no preguntes... Quiero escucharte...

No hay respuesta, al menos no una verbal; devoro su boca con ansia. Impaciente; no puedo esperar para quitar su ropa en movimientos rápidos, quiero seguir, pero me detengo cuando me empuja de manera demasiado firme para ignorar. Sólo apaga el fuego. Toma la iniciativa, ahora él me está incitado, haciéndome caer en el borde de la deliciosa lujuria que despierta su aroma.

Mis manos están en su cintura desnuda para subirlo a la barra de la cocina. Lo siento temblar bajo mi toque, gime despacio cubriendo su boca con su mano mientras mis dientes se encargan de las marcas en su cuello, en su abdomen, pecho... el interior de sus muslos. Todo. Quiero escucharte. Repito en un susurro suave contra la sensible piel de su miembro antes de engullir por completo el pedazo de carne, suelta un gritillo ronco. No ha tardado en responder, sus manos sobre mi cabello, halando, tratando de sujetarse de algo.

— Sa... Saru... por... favor... nnhgg— sí, gime de nuevo al sentir peligrosamente mis dedos en su entrada. Empujo gentilmente. Puedo sentir las contracciones de las paredes internas; Misaki es cálido por todos lados, pero cuando se enciende de esta manera me nubla los sentidos. Me hace desear más y más, hasta quemarme con él, con todo lo que posee.

Me levantó, pues sus pupilas dilatadas apenas pueden verme; mandan una corriente eléctrica a mi espina dorsal, acumulando la sangre en cierta parte de mi anatomía que no quiere esperar más. Sujeto sus piernas para ponerlas sobre mis hombros, así comienzo a empujarme lento, muy lento dentro de Misaki, su expresión es todo un deleite; además de su voz, diferente, excitada y completamente quebrada por la tortura que implica mi parsimonia.

— Respira, Misaki~ — tarareo su nombre. El gemido profundo y gutural que abandona la garganta de mi pareja es... adictivo. Calla la música que se cuela por las pequeñas aberturas de las ventanas. Todo queda relegado al final, al fondo. Incluso mi propia voz.

— Saru... a- ahhh... Hazlo...

Y así comienzo a moverme, a chocar mi carne contra la suya, un vaivén salvaje y, lento a ratos. Cuanto más golpeo ese punto, más alto es su gemido. La música más bella que jamás haya escuchado; toda una sinfonía compuesta con su entrada lubricada, la obscenidad de nuestros cuerpos haciendo eco de sonidos húmedos al mezclarse.

Más. Duro, fuerte, firme, rápido... hasta el éxtasis que se pierde en un aullido silencioso. Tensando su cuerpo, apresando mi carne, me vacío en su interior.

Otra vez esa canción, en un tono, en una voz que la vuelve agradable. Abro mis ojos lentamente, está sentado en la cama, tranquilo, resplandeciente después de las incontables veces que lo tome entre mis brazos.

— Oh... Saru... Estás despierto. Pensaba que hacer para desayunar...

— Misaki... ¿Por qué tarareas tanto ese villancico?

— ¿Eh? ¿Lo hago? — el mismo parece sorprendido — En casa mamá solía siempre cantarlo en voz baja mientras cocinaba la cena de Navidad. Quizás se me hizo hábito.

— No está tan mal así...

— ¿Eh?

— No es nada ¿qué vamos a desayunar?

Lo escuchó atento,tratando de no reírme por la voz ronca que tiene después de toda la nocheteniendo sexo. Le acarició la cintura mientras que dice las opciones mássaludables. Odio las verduras y el molesto sonido repetitivo de la Navidad, peropuedo acostumbrarme a esas canciones, si es Misaki quien las canta y son susmanos las que cocinan.

Reto de NavidadWhere stories live. Discover now