Capítulo 3 -Primer caso-

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El suelo de mármol estaba frío, pero Marjorie apenas parecía percibirlo. Estaba acostada sobre él, mirando al techo y con la mente en blanco. Era incapaz de sentir más allá que la profunda sensación de alivio que la recorría por dentro, como las aguas dulces de un riachuelo. Se sentía como si flotara en una nube.

La noche anterior había llegado a casa temblando; más tarde se había sentado en el suelo de la cocina y rompía con las uñas el papel que envolvía el queso, el jamón y el pan que le regaló el joven desconocido. Engulló todo lo que pudo, saboreándolo como si fuera un manjar digno de divinidades. Al terminar, sintió como si las voces de su cabeza hubieran sido ahogadas por esa extraña sensación que todavía acumulaba al día siguiente.

Marjorie cerró los ojos un instante. Alargó esa serenidad interna un segundo antes de incorporarse sobre sus codos para mirar a su alrededor.

Miles de trozos de papeles estaban esparcidos en su entorno. Con un suspiró terminó de incorporarse y se dirigió al baño. Su cita en el bar se aproximaba.

Cuando hubo acabado, un color carmín recubría sus labios y su pelo volvía a estar perfectamente recogido. Pensó que debería cambiarse de vestido, era lo propio de las señoritas, pero su voz interna clamaba por ignorar aquel hecho. Además, no debía llegar tarde. Sacudió la cabeza y salió por la puerta.

Sus pies caminaban torpes por la acera. Aún sentía las piernas entumecidas y su mente estaba lejos de allí. Miles de preguntas se arremolinaban en su cabeza. ¿Quién era ese joven? ¿Por qué había intervenido? ¿De qué oferta de trabajo hablaba?

Marjorie tuvo que sacudir la cabeza para despejar su mente. Todas sus preguntas obtendrían respuesta en cuanto se sentara en una mesa con aquel joven misterioso.

En cuanto tuvo la puerta del bar enfrente, sintió como su corazón comenzaba a latir a un ritmo acelerado. Parpadeó unas cuantas veces al tiempo que empujaba la puerta para entrar.

La joven fue recibida por una espesa nube de humo que se extendía por toda la estancia. Se llevó una mano a la nariz. No era normal encontrarse con ese olor tan temprano.

Tras unos segundos adivinó por qué. Al menos cinco hombres se habían situado en la barra. Todos vestidos con traje formaban un grupo mientras murmuraban entre ellos. Uno le dirigió una mirada fría a Marjorie, la evaluó un momento y volvió a apartar la mirada.

La joven sentía un escalofrío por todo su cuerpo. No le gustaba nada la pinta que llevaban esos hombres. Algo le decía que no debería estar ahí. Involuntariamente, su pie dio un paso atrás, chocando con algo que le hizo dar un salto antes de girarse para disculparse. Antes de que pudiera decir nada. El joven con el que había chocado le paso una mano por la cintura y la conducía hacia una mesa.

 —Actúa con naturalidad—le susurró al oído.

Marjorie siguió sus instrucciones con los ojos muy abiertos. Era incapaz de disimular el asombro. Dirigió sus ojos verdes y asustados a la figura del joven que se había quitado el sombrero y dejaba su abrigo a un lado.

La joven pudo observarle mejor. Era un joven alto y en forma. Su cabello negro como el carbón estaba peinado hacia atrás. Sus ojos, de un peculiar tono azulado, estaban remarcados por unas pestañas espesas. Finalmente, sus labios eran rosados. El labio superior tenía forma de corazón mientras que el inferior era algo más fino.

Marjorie clavó sus ojos en los de él.

 —Tú…tú…—intentó buscar las palabras pero fue imposible.

El joven mostró una media sonrisa. Curvando ligeramente sus labios.

 —Si lo que intentas decir es que si soy el chico misterioso de ayer, sí, lo soy—dijo.

MarjorieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora