Cap. 11...

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Imhara y Dharek continuaron cruzando el valle de los gigantes. Montaban al kratibhus sin poder deshacerse de la sensación de miedo de sus cuerpos. Sus ojos buscaban entre las gruesas patas de los proboscídeos más amenazas. Amenazas que nunca llegaron.

Cuando el día comenzó a florecer notaron que estaban cerca de los límites, eso se significaba que estaban por entrar al nido de Crhag. Lo supieron porque podían ver a la distancia el comienzo de lo que parecía ser un valle rocoso.

La antorcha comenzó a consumirse por haber estado toda la noche encendida con fuego ardiente y chispeante. Fuego que se fue comiendo la madera como si fuera un bocadillo.

Imhara estuvo todo el viaje meditando, le extrañaba aquel cuervo azul, luego de pensar recordó haberlo visto aquella noche arriba del árbol, pero no encontraba la conexión. Se lo comentó a Dharek, él solo pensó que el cuervo carroñero quería la carne del cuerpo del felino, pero la presencia de ellos lo espantó, parecía bastante lógico, se dijo Imhara, aun que no del todo convencida.

Llegaron al valle rocoso que habían percibido a la distancia. Se esparcían y se amontonaban millares de piedras grisáceas de todos los tamaños, unas sobre otras, ningún árbol daba sombra, la única sombra estaba debajo de las rocas que formaban innumerables cuevas ocultas o que se confundían con el resto del paisaje.

Se erguían sobre el valle dos enormes montañas macizas, solidas, solo de roca, sus formas eran irregulares, en algunos lados eran curvadas, en otras altas y en otras puntiagudas o retorcidas, en algunos momentos estas montañas se encontraban, para varios quilómetros después volverse a separar.

Parecía un buen lugar para ocultar un nido, y en él, la entrada a la morada de la madre naturaleza.

El final del paisaje rocoso se veía lejano, y aun más con el terreno para transitar siendo complicado. Con tantas subidas, bajadas y escaladas que deberían realizar seguramente tardarían horas en encontrar el nido, el cual seguramente no se encontraría a la vista, si no escondido y camuflado entre las rocas. No podían esperar menos, ya que en su interior escondía una entrada a tierras divinas, a una morada sagrada.

Debieron continuar a pie, las rocas eran un lugar complicado para montar a Skhariber, así que Dharek e Imhara tomaron la delantera guiando al kratibhus tomándolo de la melena para que caminara a su par.

Flogh correteaba por el lugar, se adelantaba y dando brincos volvía a los pies de sus amigos. Le divertía el terreno irregular, lo veía como un patio de juegos.

Pasaron las horas y el sol comenzó a posarse en el horizonte, la tarde estaba por irse llevándose con ella la luz del día.

Dharek notando que quedaba poco tiempo para el comienzo de la noche miró a Imhara por encima del lomo de Skhariber, el kratibhus estaba en medio de ellos dos, los tres se hacían de apoyo para trepar y bajar las rocas.

Luego de descender por una roca levemente inclinada Dharek propuso lo siguiente:

― La noche se acerca, deberíamos buscar un lugar donde dormir.

― Estoy de acuerdo, hace dos días que no dormimos, deberíamos aprovechar la tarde más la noche para descansar― los pies de Imhara sentían el cansancio, ella no era tan fuerte como Dharek, el escalar las rocas la había agotado terriblemente, se apoyaba en el cuello de su kratibhus para andar el camino que restaba.

― Podríamos dormir en una cueva, el cielo amenaza con traernos una tormenta― decía Dharek enfocando su mirada en el cielo, viendo como se acumulaban aquellas nubes grises con zonas naranjas pintadas por la tarde.

Imhara StheelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora