Los cuatro

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Emma en su coche condujo hasta el límite del pueblo, puesto que aún no aprendía a transportarse como Gold, Cora o Regina. No estaba segura de lo que estaba haciendo, todavía creía imposible una parte de todo eso y le faltaba mucha confianza en su magia y, por sobre todas las cosas, le faltaba confianza en sí misma.

Sin embargo, pese a todas las dudas que sentía, ahí estaba, a la espera de las primeras campanadas para comenzar con el primer paso del primer hechizo grupal que realizaría en su vida. ¿Por qué lo hacía? Fácil, la respuesta al por qué era lo mismo que se repetía en forma constante para que su falta de confianza no le ganase; lo hacía por Henry sin lugar a dudas. Lo hacía por él, por su hijo, por su seguridad y porque como él decía: un héroe no se echaría atrás. También lo hacía para así poder llegar a vivir una vida "normal". Ese "normal" se relativizaba mucho siendo que, en apariencia, tenía la misma edad de su madre y vivía rodeada por los personajes de los cuentos de hadas. Por otro lado, esa era la vida que tenía ahora, y exceptuando la diferencia de edades, siempre debió haber sido de ese modo.

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Gold fue el primero en llegar a su punto, como había llegado con varios minutos de sobra se sentó en un tronco a esperar la primer campanada que sería el alerta de que faltaban 2 minutos para comenzar. La alerta era necesaria ya que antes de realizar dicho hechizo no podrían hacer nada de magia y cada uno de los magos involucrados debía llegar andando al punto que les tocase, por tanto debían estar bien alerta de estar en tiempo en sus respectivos lugares.

En lo único que podía pensar era en Belle y en el maldito pirata que le había dado la idea de quedarse fuera. ¿En que estaba pensando cuando dijo que si? Era más que arriesgado y el trabajo podría haberlo hecho cualquier otra persona, sin necesidad de exponerla a ella. ¿Que no era David quien siempre se preocupaba de demostrar que tan caballeroso y osado era? ¿Por qué no podría haberlo demostrado ahora en lugar de quedarse escondido junto al resto de los civiles? Ahora ya no había marcha atrás, todo dependía de que pudiera realizarse todo el procedimiento sin fallas.

Sentado sobre el tronco esperaba, esperaba sin darse cuenta de una presencia hostil en los alrededores. Alguien, en los arbustos, lo observaba fijamente, sin apartar la mirada y casi sin parpadear. Paciente esperaba el momento justo para atacar.

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–¡No lo resisto no puedo seguir acá encerrado!–

–Hook, cálmate, ni siquiera sonaron las primeras campanadas.–

–¿Como están seguros de que saldrá bien?–

–Ten un poco de fe– dijo Snow apoyando su mano sobre el hombro de él.

–¿Fe? Eso es para gente como ustedes, yo necesito hechos, pruebas para saberlo.–

Snow sonrió de un modo dulce al verlo realmente a los ojos y ver, por primera vez, algo mucho más profundo que lo que había visto hasta entonces.

–¿Qué tiene de divertido lo que digo?– Pregunto Hook algo molesto al verla.

–No, no me río, es que... Todo este tiempo creí que lo que sentías era mayormente... ¿cómo decirlo?– miró a su alrededor y bajando un poco el volumen de voz por los niños, dijo –atracción sexual– se encogió de hombros –a lo sumo que te gustaba un poco, pero ahora puedo verlo.–

–¿El qué?–

–Estas enamorado– dijo sin más –lo que sientes es amor y no uno cualquiera, es amor verdadero–

El pirata se la quedo mirando sin decir nada, no lo acepto pero tampoco lo negó, sólo se quedo en silencio y como todos saben, el que calla otorga: Hook estaba realmente enamorado y totalmente loco por Regina.

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Sinceramente a Cora no le importaba bloquear o no el pueblo, según ella podrían acabar con todo lo que quisiera amenazarlos:

–¡Por amor de...! Somos el ser oscuro, la reina malvada, la reina de corazones junto a las hadas y la hija del verdadero amor... Si no podemos todos juntos defendernos contra unos simples humanos sin magia, merecemos perder–

Esa había sido su primer reacción, pero entonces le recordaron todo lo que había pasado con Regina y todo lo que podría llegar a ocurrir, que seguirían con el plan y necesitaban su ayuda, entonces accedió a hacerlo.

Sabía perfectamente que había sido una madre terrible, ahora con su corazón y el tiempo que tuvo para pensar durante la caminata hasta la línea limítrofe, pudo darse cuenta de muchas cosas. Sabía que se merecía que su hija la odiase pero, por algún motivo que no llegaba a comprender, no lo hacía; tal vez era provocado por el conjuro que había realizado cuando Regina cumplió su primer año de vida, después de todo, llevaba parte de su corazón dentro de ella.

Fuere por los motivos que fuere, ahora estaba teniendo una tercer oportunidad de poder vivir feliz junto a su hija, de verla feliz y enamorada, quizá podría disfrutar de su nieto adoptivo y, quien sabe, quizá algún día podría llegar a disfrutar de nietos sanguíneos. No iba a desaprovechar esta oportunidad, no lo haría y si para poder vivir al 100% tranquila tenía que realizar el maleficio, lo haría.

Cuando regresara se encargaría de contarle toda la verdad a Regina; merecía saber la verdad sobre su padre, merecía saber la verdad sobre toda su vida, merecía saberlo todo, y así sería. Buscaría ser la madre que su hija se merecía que fuera y eso empezaba por contarle todas las cosas que alguna vez le había ocultado... o bueno, las que valían la pena que supiera.

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Ya estaba ahí, no tenía oportunidad de retractarse, tampoco es que lo hubiera pensado alguna vez. Sabía que algo había cambiado con su magia, pero no dejaría que eso la frenase, sentía una gran confianza en sí misma y al mismo tiempo necesitaba que el hechizo se realizara para sentirse tranquila. Seguía siendo su magia y tenía la esperanza de poder controlarla de cualquier modo.

No sabía qué pasaría luego de esta misión, no sabía qué pasaría con Henry, con ella, con el pirata e incluso con su madre. Ella había intentado decirle algo antes de despedirse pero la habían interrumpido, parecía algo serio y era raro ver a su madre de ese modo, por lo general las cosas de su madre solían ser secretos para ella y ahora había querido revelar uno. Asumió que tendrían tiempo luego, ya le contaría cuando regresarán.

Muchas cosas pasarían cuando regresaran, de muchas de ella no tenía idea, pero de una cosa estaba segura, había algo que ya no quería dejar pasar, algo que debía gritar a los cuatro vientos: amaba a Hook y no volvería a dejar que se le escapara el amor, no de nuevo. Cuando regresaran quería avanzar, quería poder hacer lo suyo más formal, pero no se refería al matrimonio, eso ya lo había intentado y los resultados fueron desastrosos. No, la idea era poder hacer formal su relación, poner las cartas sobre la mesa y saber también qué era lo que sentía Hook, no era su intención que sus sentimientos crecieran, si no era correspondida de igual forma.

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Belle llego a la torre del reloj con unos minutos de sobra para poder localizar la correa que haría sonar la campana. Se asomó con las manos apoyadas sobre el barandal de la torre, desde donde se podía ver todo el pueblo. Era una vista bellísima, y si bien no llegaría a ver a cada hechicero, sí podía ubicar las diferentes entradas y desde allí arriba podría ver bien si había algún problema con alguno. 

A un costado tenía preparado su teléfono celular para hablar con cada uno de los hechiceros si fuera necesario, o para comunicarle a David y Mary Margaret cuando ya hubiesen terminado y fuera seguro salir. 

Miró su reloj con segundero y exactamente a la hora en punto hizo sonar la campana; la señal. Cada uno de los hechiceros que estaban en las entradas del pueblo, se prepararon y cuando sonó la segunda tanda de campanadas volcaron la poción justo por encima de la línea del límite.

El hechizo había comenzado y ya no había vuelta atrás.

Operación AnacondaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora