Capítulo 13

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En el departamento de Martín, Amanda lloraba desconsolada sobre el sofá del salón. La pena la embargaba, se sentía traicionada... No es que pensara que Tomás tuviera una relación con ella, pero después de que los vieron juntos en la universidad, albergaba la esperanza que, tal vez él podría estar interesado de alguna forma.

El dolor más grande que sentía era por Daniela. Desde el primer día, le había entregado su confianza. La apoyó en sus estudios y siempre disculpó sus actos irresponsables, pensando que eran producto del dolor por la pérdida de su padre. Pero todo tenía un límite.

—¿Te llevo a tu casa? —dijo Martín sacándola de sus pensamientos.

—No.

—Bueno, quédate entonces, no tengo problema, pero debo volver a la universidad: en media hora tengo la repetición del examen que fallé.

—Me voy entonces —Amanda secó sus lágrimas.

—Tranquila, quédate —Martín se acercó y la abrazó—. Espérame, traeré algo para beber, los dos lo necesitamos.

Amanda regresó al sillón y continuó llorando.

Una hora después, permanecía en el mismo estado y preguntándose cómo su cuerpo podría seguir creando lágrimas. El ruido de llaves del exterior le avisó del regreso de su amigo. Se sintió aliviada, no quería continuar sola, pero enseguida se percató de que no era él.

—Hola —una joven rubia ingresó en la casa. Sus ojos celestes la observaron con precaución.

—Hola. ¿Quién eres tú? —Amanda se incorporó, no quería parecer un animal apaleado frente a una extraña.

—Soy Camila, mi hermano me llamó. ¿Te sientes mejor?

—No —Amanda inició nuevamente su sollozo—. Me quiero sepultar.

—Por unos imbéciles, no vale la pena. —La joven caminó hacia la cocina y regresó con un vaso—. Toma, bebe esto, lo necesitas con urgencia.

Amanda aceptó el vaso y lo observó. El fluido transparente no le dio mucha confianza.

"Al diablo", pensó. Lo ingirió al seco.

—¿Es broma? Es agua con azúcar —gritó Amanda—. ¿No tienes algo más fuerte?

—Es solo para la angustia, como decía mi mamá, los problemas hay que enfrentarlos, no borrarlos. —Camila la observó con los brazos en jarra.

—Eres igual que tú hermano.

—¿Simpática? —Camila sonrió.

—Yo diría demasiado positiva. —Las lágrimas aparecieron de nuevo.

—Bueno, estoy acá, cuéntame.

Amanda meditó entre tragarse la pena o botar la rabia frente a una desconocida. Optó por la segunda, necesitaba liberarse de su angustia. Comenzó entre sollozos a relatar todo lo ocurrido. Camila pacientemente la consoló por horas.

El taxi se detuvo, Amanda continuaba con los ojos cerrados, recordando cada parte de la historia. Se repetía las mismas preguntas que rondaron durante tantos años. ¿Por qué se había enamorado? ¿Por qué Daniela le había hecho eso?

Descendió del vehículo frente al edificio de Camila. Ingresó, llegó hasta su departamento y golpeó.

—Hola, pasa, se me está quemando algo. —Su amiga apareció en la puerta, corrió a la cocina y gritó desde el interior—. Por cierto, no me dijiste que venías. ¿No tenías reunión hoy?

¿Es Broma? (Disponible en Amazon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora