Capítulo 31

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Diego llegó al centro de rehabilitación, caminó por el pasillo y al entrar en el dormitorio de Daniela no la encontró. Revisó en el baño, pero no había rastro de ella. Un mal presentimiento lo cegó, salió corriendo hasta la estación de enfermería, pero no encontró a nadie. Maldijo y salió al jardín, de lejos escuchó el sonido de una risa que le fue familiar.

Al lado de la pileta, sobre una manta, Daniela estaba acompañada por Martín, al parecer jugaba a algún tipo de juego de mesa; se detuvo detrás de un árbol, no quiso interrumpir aquel momento. Examinó la escena, desconcertado, no podía recordar la última vez que había visto a su hermana sonreír. Aunque su palidez continuaba junto al temblor de sus manos, su expresión era de plenitud.

—Vamos por buen camino. —Su madre habló a su espalda.

—Me asustaste. —Diego se giró exaltado.

—Es una hermosa imagen, mis esperanzas se han elevado un montón.

—Hace mucho no la veía así. —Diego se emocionó tanto que sus ojos se inundaron de lágrimas. La esperanza también comenzaba a crecer en su interior.

—Todavía falta mucho, pero es un buen comienzo. —Su madre le tomó la mano—. Vamos con ellos.

—No, déjalos. —Diego la abrazó y caminaron hacia el otro sector—. Vamos a comer algo.

—Veo que tu apetito volvió. —Su madre sonrió.

—Yo diría más bien que mi alma volvió, estaba muy asustado.

—Yo no, estaba segura que todo estaría bien. —Su madre se detuvo y lo miró—. A lo mejor es momento que hagas algo por ti.

—¿A qué te refieres?

—Tú también tienes que ser feliz.

—Mamá estoy feliz, ver a Daniela mejor, es todo lo que necesito y no quiero hablar de nada más.

Llegaron a la habitación y Diego recogió las bolsas que había lanzado al suelo. Comenzó a ordenar los objetos personales que había comprado para Daniela. Trató de esquivar la mirada de su madre, pero no se iba a librar de ella y no quería hablar ni recordar el tema que quería tocar, así que para zafarse se le ocurrió una idea.

Tomó su teléfono y coordinó una salida con Marco; ahora que el tratamiento de Daniela iba en progreso, sería bueno darse una noche libre para salir y distraerse.

Luego de mencionarle a su madre sobre sus planes, la expresión en su mirada se había relajado. Escuchó los pasos en el corredor y Daniela junto a Martín ingresaron en el lugar. Observó la cara exhausta de su hermana que inmediatamente se metió en la cama.

—¿Estás bien? —se acercó preocupado.

—Sí, está bien, solo un poco cansada porque se descompensó, pero la enfermera le dijo que era una baja de presión producto del embarazo —dijo Martín mientras la arropaba.

—¿Eso es normal? —Diego abrió sus ojos.

—Claro que es normal —su madre intervino—. El embarazo es a veces un poco caótico.

Diego observó cómo Martín le servía jugo de naranja a su hermana y se lo entregaba, mientras acariciaba su espalda. Ese gesto le pareció algo más que amistad. El llamado de su hermana en un pequeño murmullo lo hizo acercarse rápidamente.

—¿Qué sucede?

—Sabías que soy excelente para las transacciones. —Daniela lo observó alicaída.

—No entiendo. —Miró a Martín en busca de respuestas.

—Me ganó en el Monopoly, me dejó en bancarrota con todos mis edificios hipotecados, pero fue suerte de principiante. —Martín sonrió.

¿Es Broma? (Disponible en Amazon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora