Prefacio: La Cosa En La Lluvia.

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La cosa cerró los ojos ante contacto con la lluvia, que se deslizaba por el rostro que había robado de una chica inocente. Eso no poseía un cuerpo físico, por lo que gozar del frío tacto del agua era algo nuevo para ella.

Sin embargo, y por el contrario, el gozo no era nada desconocido para la cosa, puesto que solo vivía para él.

Y ahora uno de sus mayores placeres estaba a punto de cumplirse después de una larga espera. Las piezas estaban dispuestas en el tablero de una forma conveniente para ella y sólo debía hacer que sus peones dieran guatosos el primer paso. Se creerían héroes, salvadores, solo para descubrir que esa falsa percepción sería lo que los condenaría.

Al pensar en eso, aquella cosa mostró una sonrisa espeluznante. Si alguien la hubiese visto en ese momento sabría de inmediato que aquella chica de apariencia frágil no era humana, que no podría serlo.

Nadie la vio, la cosa deseaba soledad y su voluntad era inconscientemente cumplida por las débiles mentes de los que ahí vivían, al punto que era hasta decepcionante. Si su objetivo fuese sólo dominar el mundo no habría tenido ningún problema para ello. Su objetivo, sin embargo, era mayor y para su desgracia las mentes de aquellos que lo podían lograr no serían tan fáciles de controlar, puesto que la sangre maldita que corría por las venas de los infortunados se lo impedía.

Aunque no eran un problema, pese a todo lo que resistirán no serían ningún problema. Cansancio, desesperación, duda, venganza, odio, orgullo y celos.

Bajo un arco vejo, observo como aquellos jóvenes se acercaban, los dos primeros títeres en el espectáculo más grande y demente que ese mundo vería, sellando así el destino que les aguardaba.

La sonrisa de la cosa se ensancho hasta lo imposible, mientras pensaba en como la sangre cubriría los cielos y el caos reinaria en la tierra. Ese día seria el que marcaría el principio del fin de todo lo que se conocía.

El legado Rith: A través del portal.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora