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-¡Hai-oh, Silver!

-¡Vamos, Gran Bill! -gritó Richie, tan asustado que estaba a punto de ensuciarse los vaqueros, pero riendo como loco-. ¡Échale el resto!

Bill respondió poniéndose de pie sobre los pedales, para imprimirles un ritmo lunático. Richie estudió su espalda, asombrosamente ancha, considerando que sólo tenía once años, y el movimiento de sus hombros bajo la chaqueta. De pronto tuvo la seguridad de que eran invulnerables, de que vivirían por siempre jamás. Bueno, tal vez los dos no... pero Bill sí, seguro. Bill no tenía idea de lo fuerte que era, tan seguro, tan perfecto.

drag me down ; bichieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora