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El día había nacido otra vez sobre Londres, las calles y edificios eran iluminados por los rayos del sol aún en un estado precoz, al ser las diez de la mañana, no había mucho que decir al respecto. Por lo que podía verse en televisión, aparentaba ser un buen día, ningún error o algo negativo, incluso parecía que el día se había organizado para que todo fuera bien.

—¡Tom, te toca hacer la compra!—se escuchó desde la primera planta. Un bufido se escuchó en la habitación del nombrado, por éste mismo, no tenía ganas de abandonar aquella casa aún. Era más temprano de lo que acostumbraba.

Con molestia y pereza en sus actos, el británico respondió con un grito simple, “¡Ya voy!”, para tomar sus clásicas zapatillas de ajedrez, y luego bajar a tomar la lista de compra junto al dinero.

—¡No olvides la cola!—dijo Edd, antes de que el ojinegro saliera. Éste suspiró y sonrió levemente, aún sintiéndose algo adormilado ya que, apesar de haber estado despierto, no iba a negar que la pereza seguía allí.

—No lo haré—respondió, cerrando la puerta tras él. Los rayos solares chocaron contra la suave y pálida piel que poseía, aunque no le molestó mucho, no tenía ganas de amargarse el día todavia.

Apenas salió de casa, se sintió algo intimidado en cierta forma, como si alguien le observara apunto de lanzarse sobre él a asesinarle o algo, en cualquier minuto, segundo, lo que fuera. Aunque no dejó que ése sentimiento saliera a la luz, se puso muy nervioso, así que apresuró el paso tratando de dejar atrás aquella inquietud, quizá el viento y su rápido caminar serían capaces de limpiar su mentel, lo que funcionó.

Tom era alguien especial, apesar de su posición de omega, no solía comportarse con la típica actitud que estos se creía que poseían, al contrario, era alguien irascible, impaciente y bastante gruñón. Quizá por romper el cuadro de estereotipo solía llamar tanto la atención de tantos alfas, aunque de manera algo graciosa pero inexplicable, terminaba golpeándolos o pasando de ellos.

•••

Las compras se le hicieron bastante rápidas la verdad, fue solo entrar y salir en un par de minutos, por lo que agradeció internamente aquello.

Al momento de volver del mercado, traía unas cuántas bolsas no tan pesadas en sus manos, eso era lo bueno de hacer compras semanales y no mensuales. Se extrañó al escuchar ruido desde fuera, ya que sus dos amigos no solían ser tan bulliciosos, tal vez eran algo tontos, pero no muy inquietos. Algo que llamó principalmente su total atención, era un olor familiar en casa, pero que hace bastante tiempo se había dejado de presenciar en aquél lugar.

Abrió la puerta como pudo, un poco extrañado, y allí lo encontró. Aquél acento noruego que tanto odiaba.

—¡Hey, Tom!—le llamó, él.

Su anatomía completa fue recorrida por un frío que incluso podría decirse, afectó sus huesos, hasta el último y más mínimo cabello se le puso en punta, y sus cuencas se abrieron a más no poder. Quedó estático en su lugar, intentando no gritar, golpear algo o correr.

—¿Qué hace él aquí?—intentó actuar a la defensiva, aunque aquél tono tembloroso en su pregunta no hacia más que delatarlo, no está de más decir que por dentro estaba hecho un manojo de emociones indescriptibles. Aún así, su tono frío se mantuvo.

Tord sonrió con malicia, le encantaba la actitud arisca del chico hacia él, le encantaba que se saliera del cuadro de omega clásico. Era tan patético que le cautivaba.

Quería hacerlo suyo como fuera, de todas las maneras posibles, y matarlo. Lo deseaba en desesperación, anhelaba con su ser, y lo cumpliría.

Era el líder rojo, él nunca falla.

Con sigilo, se acercó hacia el omega, sin quitarle la mirada de encima en ningún momento, prácticamente sintiéndose incluso más superior que antes. Eran ellos, nada ni nadie más, ambas almas cercanas, al borde de la explosión ansiosa, uno tratando de mantenerse sereno, otro, de no mostrar su lado más salvaje enseguida. La idea era mantener la compostura, no ser un idiota de un segundo a otro, no iba a dejar verse así.

Los “ojos” oscuros del británico analizaban cada rincón del rostro contrario, deseaba hacer tantas cosas, una extensa lista que en realidad, simplemente se veía interminable, y no, ninguna de esas opciones se veía con un futuro positivo. A ojos cerrados, lo que más deseaba en su vida era la desaparición de aquél alfa, el cuál le tenía harto con su complejo de superioridad y olor.

Ahora sí que el otro par de británicos se sobresaltó un poco, incluso podría decirse que el ambiente de tensión e incomodidad era tan sumamente notorio y exagerado, que comenzaba a ahogarlos, pero no querían interferir, o bueno, no podían, no respondían a ninguna orden dada por sus mentes en ese momento, éstas se habían desconectado de su propia anatomía, entrando en un pánico inexplicable.

Así no habían planeado las cosas.

derrotado al amor Ξ tordtom Ξ omegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora