Prólogo

96 4 0
                                    

PRÓLOGO

Me hallaba sentada con mis piernas extendidas en un suelo inhumanamente frío, con mi espalda apoyada en la pared. Mi sudadera ya estaba llena de sudor frío por los nervios, aunque no sabía realmente de dónde venía ese miedo, esa incertidumbre, esa decepción. Esa ira contra mí misma. Miraba a la nada, en medio de aquella oscuridad tan densa, que ni siquiera podía ver la palma de mi mano. Por un instante creí que podría extender mis manos y palpar aquella masa negra. Con la ilusión de obtener algo de calor corporal, recogí mis piernas, las pegué a mi pecho y, abrazándolas, oculté mi cara entre ellas. Podía sentir cómo mi cabello cubría en parte mi cara y mi cuello, dándome apenas una cuarta parte del calor que esperaba. No era suficiente.

Un sonido al otro lado de la habitación llamó toda mi atención y me puso alerta. Fue como el sonido que emite alguien que apenas abre los ojos en la mañana, pero con una cierta nota de dolor, acompañado de lo que interpreté como cadenas moviéndose y chocando unas con otras, provocando esos inconfundibles chasquidos metálicos, que poco a poco se hicieron más insistentes.

Me puse de pie sin quererlo en realidad, como si fuera una marioneta a la que alguien ha movido sus hilos. Ignorando la enorme punzada de dolor que recorrió mi pierna y brazo derechos, me hicieron mover pesadamente un pie, luego el otro, hasta que comencé a andar como si yo le encargara a mi cuerpo a hacerlo, con toda la naturalidad que eso conlleva y un toque de sigilo que me asustó en gran medida. No sabía hacia dónde me dirigían, sólo sabía que no podía protestar o hacer algo al respecto. Me sentía vacía, triste y sobre todo, muy sola. Soledad. Era la palabra que más odiaba de todas las demás en el diccionario, seguida muy de cerca por "Oscuridad" y "Muerte".

Al acabar el corto espacio entre el origen de aquel sonido, que ahora ya era más frecuente y desesperado, y yo, me encontré en medio de la densa oscuridad que había a mi alrededor a un muchacho, tal vez un poco mayor que yo. No pude diferenciarle bien los rasgos de su cuerpo o rostro, sólo sabía con certeza que era un joven por su voz a la hora de susurrar:

—Ayuda... por favor... ayuda— dejé escapar una leve risa, como sintiéndome imponente junto al chico, que pareció escucharlo pues sentí cómo levantaba la mirada, clavándola en mí —... ¿Hola?— dijo en un hilillo de voz, en una mezcla de esperanza y miedo.

No contesté, sólo me digné a mirarlo por una gran cantidad de tiempo, mientras él decía una y otra vez: "¿Hay alguien allí? Por favor ayúdeme". En verdad me daba lástima aquel chico.

Escuché el débil sonido de un cerrojo al descorrerse, seguido casi instantáneamente por una puerta que protestaba al abrir. Una silueta, recortada por un haz de luz iluminó por un momento la sala, pasaba a la habitación de techo, suelo y paredes de cerámica. En ese corto plazo de tiempo pude ver al chico a la cara, aunque él había desviado la mirada hacia nuestro nuevo acompañante.

El muchacho tenía su cabello rubio un poco oscuro hasta la nuca. Sus ojos de un color azul celeste que parecían casi irreales, se hallaban ahora en pequeñas rendijas por la repentina cantidad de luz. Su rostro estaba casi totalmente cubierto por pecas, lo que le daba un aspecto algo infantil, y si le era sumado sus suaves rasgos casi parecía una chica. Sus manos estaban esposadas a los posamanos, y sus pies descalzos atados con cadenas a una silla pegada a un pedazo de concreto en el suelo. Vestía una camisa a cuadros blancos y verdes, arremangada hasta los codos y totalmente desabrochada que revelaba una camiseta de color blanco, acompañados de unos jeans oscuros. Alrededor de las zonas donde se hallaba atado de podían apreciar delgados hilos de sangre, cortes y magulladuras. También tenía algunos moratones en el antebrazo y su cara, y un pequeño corte en su labio inferior, que estaba de un tono violáceo a causa del frío.

Quiero mi Salve.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora