Recuerdos

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Supongo que soy así, frío y solitario, porque la vida me ha hecho así. Me ha demostrado que no puedes encariñarte con nadie, porque ese alguien, tarde o temprano, acabará yéndose y te dejará solo, agonizando en la angustia de los momentos compartidos, con el alma rota porque sabes que nunca más volverás a ver a esa persona, porque sabes que nunca más escucharas su voz, porque sabes que nunca más volverá a esperarte en la puerta de su casa con la estúpida merienda preparada. Y eso duele, siempre duele, a pesar de que tú ya sabías que iba a pasar, que era inevitable. Pero créeme, aún así, duele.

Por cierto, mi nombre es Kye, tengo 17 años, y estoy intentando que mi madre deje de darme el tostón.

– ¡Escucha a tu Madre cuando te habla!

– Es que no entiendo el porqué de esta conversación.

– Nos tienes muy preocupados, ¿qué te cuesta relacionarte?

– Mamá, déjalo, solo estoy mejor, así no debes preocuparte de las malas influencias.

– Kye, estoy hablando en serio, déjate las bromas.

– Yo tampoco estoy de broma, mamá.

– ¿Sabes? Eres desesperante, yo me rindo contigo. Lava los platos antes de subir a tu cuarto. Me voy a trabajar. Y... ¡ah!, lo olvidaba, hoy llegaré tarde, no me esperes para cenar.

– Vale, mamá.

* * *

Es el último día de clase del año, y el tutor está evaluando el progreso de cada alumno a lo largo de este primer trimestre, haciendo hincapié en los aspectos negativos de cada uno con la esperanza de que le escuchemos e intentemos mejorarlos. Todo un soñador, he de decir.

– Bueno chicos, espero que en el próximo trimestre no se os olvide que el plástico de los libros es para quitarlo. Aquí os dejo los boletines, según vayáis saliendo vais cogiendo el vuestro. Que tengáis todos una feliz navidad. ¡Ah! ¡Y no os paséis con el turrón!

Termino de recoger mis cosas y espero a que todo el mundo salga para recoger el boletín e irme, pero el profesor me detiene, me felicita por mis resultados y me empieza a hablar del mismo tema que dejé hace 43 días con mi madre: mi actitud frente a la gente y el porqué de mi comportamiento. Ellos olvidan, nunca lo entenderán.

Tras la pequeña charla, en la entrada al instituto, está Isaura, una compañera dispuesta, por lo visto, a retrasar un rato más el ansiado momento de volver a casa.

– Esto... ¿Qué te ha dicho?

– ¿A caso te importa?

– No realmente, pero no he podido evitar poner la oreja y bueno, puedo ayudarte.

– ¿Cómo lo harías?

– Puedo ser tu amiga. –ofrece con una sonrisa.

– Evito cualquier relación que implique cariño, así que gracias, pero no.

– ¿Qué clase de escusa es esa? –se defiende un tanto ofendida, diría yo.

– Ninguna, es la verdad.

– Entonces... ¿Por qué lo haces?­ –ahora está confundida.

– Porque luego se van y..., bueno, duele que te dejen solo.

– Entiendo... ¿te ha dejado tu novia? –niego con la cabeza – ¿tu mejor amigo se ha mudado? –vuelvo a negar – ¿entonces qué es?

– Mi abuela.- confieso con una sonrisa triste.

– Vaya... lo siento, pero eso se pasa, verás que pronto lo olvidas.

– Sí, seguro... – ruedo los ojos – Mi abuela murió el 21 de enero del 2015 debido al Alzheimer; haberlo superado o no, no es el problema. La cosa es que tengo hipertimesia, una condición neuronal que me impide olvidar cualquier cosa; y no sabes lo duro que es recordar cómo tu abuela te echa de su casa porque no te reconoce; cuando no mucho tiempo antes te esperaba con el típico pedazo de pan y el trozo de salchicha seca para que según ella, tuviese energía suficiente para jugar toda la tarde con mi primo. Lo odio. Olvidar es un don que no todos tienen. –sentencio con una lágrima deslizándose por mi mejilla.

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