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  «Sí tu, no vienes a mi. Yo, iré por ti»  


Desde siempre, desde que recuerdo, desde que llego a este lugar, la he mirado, la he observado detalladamente como seguramente, ni siquiera ella misma se ha visto. La conozco a la perfección, estoy seguro de eso. Ella es hermosa, toda ella, cada parte, adoro como es. No tengo queja alguna de ella, me gusta.Cada vez que la veo, algo en mi se enciende, siento una fuerza descomunal que se apodera de mi ser, de mis sentidos, de todo lo que soy. Ella es la fuente de aquello, solo ella puede provocar eso.

Nunca, jamás he cruzado palabra con ella. No ha llegado el momento justo, el día adecuado pero creo que ya se esta acercando.

Brooke Lawrence, mi pequeña, mi bebé. Es un ángel, una diosa. Todo de ella, me fascina. Sin haber tenido el placer de estrechar su mano, de besar su mejilla, de provocarle una sonrisa, de intercambiar palabras, sé que quisiera hacerlo hoy, siempre. Todo lo imagino con ella, me visualizo con Brooke a mi lado, siendo mía.

He aprendido tanto de ella con solo observarla. Por las mañanas, se levanta muy temprano para atender la universidad, gracias al cielo cuando termino sus estudios en el instituto, decidió quedarse aquí. La mayoría de las jovencitas, les gusta marcharse y abrirse camino lejos de sus familias, quizás era parte del plan que el destino nos tiene para ambos. Siempre se despierta a las siete, como tarde, a las siete y veinte. Antes de tocar el suelo, se estira en su cama, estirándose y dejando caer en su espalda, aquella cabellera ondulada y larga, radiante y voluminosa. Duerme con camisetas de hombre, pero ella no tiene hermanos, y tampoco novio, de eso estoy muy seguro. Cuando finaliza el ritual de estiramiento, se pone de pie e inmediatamente ordena su cama, para luego abrir las ventanas, esa es mi parte favorita. Cuando su rostro, iluminado por los rayos del sol queda expuesto ante mi. Es todo un deleite para mis ojos, observar como aquellos rayos chocan contra su piel bronceada, aunque no dura mucho en ello, para mi, es más que suficiente.

Mientras se arregla y se prepara para salir, la pierdo de vista. Sufro con su ausencia, aquel vacío me afecta pero me consuela saber que volveré a verla en unos minutos. Mientras espero, le doy un sorbo al té que descansa sobre la mesa de cristal que yace a  mi lado, junto a mi móvil y el libro que leo actualmente. Espero por unos minutos, y ella vuelve a aparecer. Creo que tengo una sonrisa instalada en mi rostro por el hecho de estar viéndola. Rápidamente, toma su ropa y se pierde en no se donde, me desconcerta, casi siempre, sale vestida del baño. Observo con detenimiento, y mis ojos no dan crédito a lo que están viendo. Ella está de regreso, de espaldas, y la tela que cubre su piel esta a punto de caer. Es algo totalmente inesperado, pero que pagaría por ver. Antes de que pueda continuar, se detiene. Se gira y siento mi corazón colapsar instantáneamente ante el pensamiento de que me está mirando, que me ha descubierto pero no es así, algo la ha detenido y ha decidido cerrar la ventana, privándome del espectáculo.

¡Maldita sea!

Finalmente, abandona su casa. Hoy luce radiante, un vestido color vino-tinto cubre su piel, dejando libres sus piernas. Tiene el cabello suelto y juraría que no usa maquillaje y si lo hace, es en la más mínima cantidad. Camina sin prisas, con algunos libros en sus manos que chocan contra su pecho y su bolso reposando en su hombro. Imagino como seria, si pudiera llevarla a la universidad, si pudiera ir por ella cada mañana, buscarla, mirarla, escucharla, besarla ... contemplar cada detalle de su ser, la idea de estar a su lado me descontrola, es la que en muchas ocasiones me ha impulsado a entrar en su vida a como de lugar pero no puedo, debo esperar. 

Fuera de control | One shotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora