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- Maldito imbécil... - susurra, con los dientes apretados en un intento desesperado por no gritar, entre lágrimas e impotencia su garganta siendo un nudo, entre palabras mudas que no salen, no puede, lo intenta tanto... pero no, no habla. Su vista admirando el suelo afirmando sus puños con fuerza dejando sus nudillos blancos.

 Se sentía tan frustrada. El estrujo en su corazón era tan doloroso que le impedía siquiera poder alzar la voz.

Él, mirándola impotente, sin atreverse a tocarla, siendo testigo de su estado más vulnerable. Ese mismo que dijo jamás tocar cuando en una fría mañana, le había entregado la llave de su corazón... esa misma que ahora le estaba quitando.

 Pero de alguna manera parecía estar haciendo lo correcto. Pensaba que tal vez, jamás tomaría una mejor decisión en su vida. Porque no quería seguir engañándola, no quería seguir engañándose así mismo...

-¡¡ Louis... dime que no es cierto, dime que esto es una jodida broma!! 

Niega.

no lo era, por supuesto que no lo era...

La furia, la decepción, todo, contenido en un sentimiento vacío. Son demasiadas emociones para ella y su cuerpo reacciona. Reacio y agresivo a la persona que estaba a su vista.

A él...

Y ahora mismo, a Louis ya no le importa el ardor en su mejilla. Se lo merece, por haberla engañado, por haberla convencido de que todo estaba bien, de que él era solo un amigo.

 La vida le había enseñado la verdad de la manera más hermosa, y a la vez...de la manera más dolorosa. Porque Louis en enserio la amaba o solía hacerlo. Trato tantas veces de convencerse así mismo de que ella era la indicada. Pero sabía... sabía claramente que algo faltaba en sus ojos, algo que logró encontrar en alguien más... en él.

Mantiene su cabeza gacha, su mirada nublosa al suelo, con su mano acariciando su mejilla. Ardía, pero sabía que ella solo estaba... tal vez algo ¿asustada?.

 Es que tan solo una semana atrás le había dicho que la amaba. Pero no era verdad, y él mismo se maldijo por horas esa noche tratando de entenderse. De centrarse en no pensar en esos estúpidos rizos con los que ahora sus dedos picaban por tocar. Necesitaba con urgencia sacar esa maldita mirada que lo cubrió por completo y lo llevo a la tierna primavera, donde el terso césped le dio la bienvenida y lo acogió dejándolo completamente embelesado. Aquella que reflejaba la más pura tranquilidad, la declinación de la tormenta que llevaba carcomiéndolo durante semanas. Esa mirada que tenía eso que tanto le costó encontrar en ella.

-Hannah... escúchame – Alza su mirada, con miedo, despacio. Sintiéndose la peor persona por estarle haciendo esto a ella. No se lo merecía, pero no podía seguir engañándola con falsos sentimientos forzados que él mismo se interpuso. No podía seguir engañándose a si mismo. Tenía que acabar con esto. 

Debía dejarla de una vez. Por una vez en su jodida vida, sentía que debía ser valiente. Debía luchar por alguien.

– Yo de verdad lo siento – Su voz suena casi rota. Al borde del llanto. La presión en su pecho se estaba volviendo casi insoportable y de verdad siente que va a caer al suelo en cualquier momento. Pero no se detiene, tiene que sacarlo de una vez por todas  – no sé qué mierda es lo que estoy haciendo... pe-pero sí sé que por primera vez en mi vida siento que vale la pena... Te quiero...

La mirada de Hannah se dirige hacia sus ojos, encontrándose una vez más son ese oscuro camino en el que esta perdido, ese donde creyó encontrar luz, cuando lo único que veía eran alucinaciones creadas en su mente, que hace poco, era incapaz de reconocer que se había enamorado... y no de ella precisamente.  

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