Sus ojos color esmeralda recorrían la habitación, su cabello azabache se balanceaba bajo mis brazos, largo y sedoso. Su característico olor a lavanda era opacado por el nauseabundo hedor a alcohol, lo soportaba por ella porque por supuesto no me agradaba, con el tiempo aprendí a repudiarlo en su presencia, pero por Isabel mantendría la compostura.
Clavó su vista en la botella de cerveza que estaba sobre el escritorio, estiró su brazo tratando de alcanzarla y sin mucho esfuerzo la detuve girando con ella sobre mis brazos, más que una princesa, parecía un bebé, un bebé ebrio.
Recosté con cuidado a mi hermanastra sobre la cama sentándome en el borde de esta hasta que conciliara el sueño. Como si estuviese en otro mundo mantuvo sus ojos fijos en el blanco techo de la habitación, inmóvil.
La primera vez que sus labios tocaron una botella de alcohol comenzó el infierno, la primera vez que traté de detenerla fue cuando todo empeoró para ambos. Como un agujero negro Isabel me arrastraba con ella en su tomento. Suspiré con pesadez y refregué mi rostro con mis manos, eran las 4:42 AM. Serían 4 horas de sueño para mi esta noche, unas 12 para Isabel probablemente.
Con nostalgia recordé cuando tenía 14 e Isabel 12, habíamos comenzado a vivir bajo el mismo techo, no era nuestro primer encuentro pues nos habíamos visto desde antes. Mi padre había dado por hecho que Melinda era la mujer de su vida, la segunda tras mi madre claro y por ello solía invitarla a nuestra casa junto con su hija, tenía muchas ganas de formar una nueva familia y pienso que aquél método fue el correcto.
El negro cabello de Isabel en aquel entonces solo llegaba a sus hombros, siempre me ha gustado, tal vez se dio cuenta de ello y lo dejó crecer. Ahora cumplía 19 años y estaba por entrar a la universidad, razón suficiente para tomar entre sus dedos una cerveza, claro que, tras la primera le siguieron otras ocho.
Sentí que se removía con torpeza en la cama, no hacía falta mirarle para saber que estaba a gatas acercándoseme, sus brazos rodearon mi cuello mientras su respirar rozaba mi nuca.
—Matt... dame más cerveza— Balbuceó bastante, pero ya estaba acostumbrado a su acento de ebria. Me quedé estático ignorándola puesto que de mis manos no recibiría nada. Impaciente me apartó con brusquedad de sus brazos y con dificultad tomó el alcohol que yacía en el escritorio. Destapando con un llavero la botella la llevó a sus labios, tambaleante se acomodó en la pared de la cama.
—Matt eres un imbécil... No puedes, acercarme ni una botella—. Ignoré su comentario suplicando que se durmiese pronto, por la mañana tenía clases.
En algún lugar de mi mente se repetía el momento en que traté de quitar de su mano una cerveza por vez primera.
Desastroso.
Los vidrios rotos se esparcían en el suelo.
Algunos yacían clavados en mis palmas teñidos de rojo.
—Amor... ¿por qué no me hablas? —Temía enojarla. Podía escuchar los largos tragos que daba incluso estando de espaldas.
Hacía un par de años atrás nuestra relación no era así, a pesar de ser hermanastros teníamos algo más íntimo, hasta la actualidad lo describía como un noviazgo, o tal vez solo era mi propio deseo de que así fuese, que Isabel fuese mi novia y que ella me viese de igual forma. Nuestros padres estaban al tanto y lo aceptaban relativamente bien, ese nunca fue el problema.
Nuestra relación estaba cayéndose a pedazos en gran parte por el alcoholismo de Isabel, ya había dejado de ser algo solo para divertirse, no me dejaba saber qué era lo que trataba de ocultar tras tanto licor y yo me había rendido al tratar de comprenderla, simplemente estaba atado a ella por los recuerdos, intachables para mí, insignificantes para ella.
Con facilidad podía atropellar mis deseos de reconstruir lo nuestro con su indiferencia, sus melosas palabras sin sentimiento y sus actos erráticos. Ahora solo estaba hundiéndome en el barro por ella, dejándome pisotear a gusto.
No podía decírselo.
Que ya no era lo mismo.
Tal como espinas los recuerdos estaban incrustados en mi alma.
Como una enredadera plagada de espinas que me tenía atado a ella.
Atando a mí los momentos a su lado.
Prueba de lo que no podríamos recuperar.
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Contigo todo es mejor
RomanceEl amor se expresa de diversas maneras, a veces es correspondido y logra elevarte por las nubes y en ocasiones es cruel y doloroso. Sin embargo no deja de ser hermoso. Hay todo tipo de relaciones, todo tipo de finales; pero hay algo que es innegabl...