Hazme parar

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—Señorita Eyzaguirre, por favor diríjase a la enfermería y no vuelva por el resto del bloque a mi clase —. Me levanté con pesadez y salí del aula, no me importó siquiera cerrar la puerta tras de mí, mi mano derecha estaba sangrando. Suspiré mientras sonreía con superioridad, mi tolerancia al dolor estos dos años se había vuelto formidable, con poca delicadeza arranque uno de los vidrios astillados en mi mano, las gotas de sangre marcaban un camino en el suelo hasta la enfermería. Acababa de contribuir a darle trabajo a alguien.

—Hola Lali—saludé mientras con fingida dificultad abría la puerta de la enfermería. Sin prestarme mucha atención el joven de cabello achocolatado me respondió en un murmullo.

Mientras él acomodaba unos papeles en el gabinete a un costado de su escritorio me senté en la camilla de la sala. — ¿Que fue esta vez Ariela? —preguntó cerrando el cajón con documentos.

Levanté inexpresiva mi brazo ensangrentado —Me peleé con la Camila y terminé rompiendo una ventana—. De inmediato volteó a verme, en su rostro se reflejaba la preocupación absoluta. Con frenesí buscó los materiales necesarios para tratar mis heridas, bastante graves en comparación a las veces anteriores. Reunido todo acercó una suerte de mesilla con ruedas a la camilla y comenzó a tratarme.

—Tenemos que hablar Lali—dije mientras observaba su frente arrugarse por estar concentrado quitando con pinzas los restos de vidrio. Con mi mano libre acaricie su rizado cabello, era mi última semana, era su último turno del año. Tenía que aclarar todo.

— ¿Sobre qué?— Su pregunta me dio luz verde para seguir.

—Quiero presentarte a mi familia— Sin mirarme de regreso siguió en lo suyo desinfectando mis heridas. Ayer había cumplido la mayoría de edad y me lo había prometido, no podía negarse, no debía. Pero eso no era lo importante.

— ¿Puede ser tras tu graduación?—Evaluó mi mano y agitado añadió— mierda,  Ariela necesitas suturas—. Se estiró en busca de la aguja e hilo quirúrgico. No me quejé, estaba obteniendo lo que necesitaba.

—Sí, pero quiero salir contigo hasta entonces Eulalio— me reí levemente, su nombre era gracioso, sus padres no debían quererlo tanto para elegirlo. Frunció el entrecejo y comenzó a hacer las puntadas, me sobresalté ante la aguja atravesando mi piel.

Permaneció en silencio amurrado, no le gustaba su nombre, prefería que usara el segundo: Daniel. Comencé a juguetear con mi falda, ya no tenía que ocultar lo nuestro, nunca más. Sonreí embobada, el dolor físico valió la pena. Sufrir como lo hice no era nada en comparación a lo bien que me sentía junto a Lali.

Una mirada triste se posó en el rostro de mi novio.

— ¿Te detendrás?— me miró expectante sujetando mi mano.

Detenerme...

— ¿Detenerme?—Respondí anonadada. Ahora debería detenerme. Apretó sus labios formando una línea recta. 

«Debía decirle.»

—Que ya no duela no significa que debas seguir haciéndolo... No quiero que lo sigas haciendo. No quiero que sigas lastimándote. — Me removí inquieta y aparté mi rostro de su intensa mirada, sus ojos pardos escrutaban mi alma sin vergüenza alguna.

—Sabes que tengo poca paciencia...—me excusé. Continuó su labor con mi brazo, mi respuesta era 50% sensata. Me costaba confesar el resto.

—Prometeme algo... —No le deje continuar y antes de que hablase lo besé. No podía hacer una promesa mientras no le era 100% sincera. Le tomé desprevenido pero no tardó en corresponderme, tal vez era la última vez que sentía sus labios si luego de sincerarme me rechazaba. Sin dejar a que la intensidad del beso incrementara se apartó, fue uno suave y tranquilo, mi intención no era distraerlo de la promesa, solo callarlo.

—Antes debo decirte.—Sostuve mi mano en su mejilla, me miraba extrañado. Era demasiado impredecible.

—Te escucho... 

Respiré profundo.

Me sentía ahogada.

Ahogada en mis mentiras.

—Me lastimé para verte. —Se vio consternado, confundido, enojado 

Realmente no lo sabía.

No sabía que significaba la expresión en su rostro.

—Mi paciencia es poca, pero no solía reaccionar así. Es solo que quería verte, me sentía ahogada en el salón de clases, me ahogo porque miento—Solo estaba soltando palabras que sentía debía decir. No podía ordenar mi cabeza, estaba respirando agitada, sentía ganas de llorar, sentía demasiadas cosas a la vez.—¡Miento, siempre miento!, pero por una vez me dejaba guiar por lo que sentía, terminaba golpeando a alguien ¡y aun asi sigo en este puto liceo solo por mis padres, nadie me soporta! No quiero mentirte a ti, lo siento, sentía satisfacción sabiendo que con mis heridas podría estar a salvo en tus brazos.

Necesitaba detenerme.

Que él me detuviera.

—Daniel no sé si pueda detenerme.

Con delicadeza me abrazó. En silencio solo me abrazaba, no lo soporté por mucho y comencé a llorar, de manera furiosa, odiando todo, odiándome. 

—Te amo—.dijo para recordarme.

Sus brazos me protegían.

Tal vez podrían protegerme de mi misma.

—Todo esta bien—.

"Puedo detenerte."

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⏰ Última actualización: Jan 20, 2018 ⏰

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