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                     ...Queda poco tiempo...
                        ...Muy poco tiempo...
                   ...Ya casi estás preparado...

                                            ...

6:30 A.M. Lunes, 04 De Enero

Los rallos del sol se iban colando por el hueco que dejaba la cortina, y, en medio del silencio, empieza a sonar un molesto sonido que el peliverde reconocía muy bien. La dichosa alarma.

— Genial, tengo que levantarme... ¿Y si digo que estoy enfermo y falto a clase? — luego de ese planteamiento que, sinceramente, no le sonaba tan mal, pensó en las ventajas y desventajas de seguir faltando a clase. —No, no puedo hacer eso, ya he estado faltando bastante últimamente y no me puedo permitir faltar más... — Y, aunque había dicho eso, no tenía la suficiente fuerza de voluntad para mover ni un solo músculo.

Dejó sonar la alarma durante unos segundos más, hasta que la impaciencia ganó a la pereza y no fue capaz de soportar más ese molesto sonido, y por lo tanto, empezó a darle varios manotazos torpemente al despertador, con la desesperada intención de que cesara ese horrible estruendo.

Se levantó con demasiada pereza de su cama aún con los ojos cerrados. Se dirigió a su baño para lavarse la cara y despejarse, no sin antes tropezar con alguna que otra prenda de ropa que estaba por el suelo, seguramente de algún otro día que no quiso guardarla en el armario como le corresponde.

Al salir del baño ya algo más despejado suspiro y se estiró. Realmente no le apetecía ir ese día a clase, últimamente había estado muy cansado, pero no entendía por qué. De hecho se había empezado a acostar más temprano por el presunto cansancio que se le empezó a originar semanas atrás. No entendía la razón, él dormía durante horas pero se sentía exhausto tanto física como mentalmente. Aunque también es verdad que estaban en temporada de exámenes, así que supuso que era debido al estrés que estos le causaban.

Dejando de quejarse mentalmente se vistió y bajó a la cocina para desayunar, dijo buenos días al aire para quien le escuchara —si es que había alguien en casa, aunque lo dudaba mucho— y se dirigió a la nevera. Y como no, ahí estaba la nota de siempre:

" Izuku, estarás solo los próximos dos meses, he tenido que irme de viaje de negocios por este tiempo, como sabes, últimamente he estado trabajando en un proyecto muy importante. Te he dejado el desayuno en la nevera, solo tienes que calentarlo en el microondas. Con respecto al dinero, será como siempre ha sido, te lo administraré yo en la tarjeta de crédito que está en la mesa del comedor. Recargaré la tarjeta cada semana con suficiente dinero.

                                                       — Tu madre."

Izuku ya estaba acostumbrado a esto, desde que era pequeño siempre había echado en falta el amor maternal  o simplemente la compañía de su madre. Aún teniéndola solo a ella como familia, esta nunca le demostró cariño o afecto y jamás pasó tiempo con él, incluso cuando era pequeño. Cada vez que él le enseñaba emocionado algún dibujo que había hecho o algo por el estilo, ella solo lo miraba con una mueca y seguía a lo suyo. Siempre le decía que fuera a jugar al parque o que saliera de casa a algún sitio, mismo la casa de un amigo, cualquier cosa con tal de que no echara en falta su ausencia y así no la molestara mientras trabajaba. Y luego le llenaba de juguetes que ni siquiera había pedido con la condición de que no le diese la tabarra.

En resumen, al principio a Izuku esto le dolía demasiado, sentir el rechazo de otras personas no era nada en comparación a sentir el rechazo de su madre. Pero con el tiempo empezó a restarle importancia, empezó a no esforzarse tanto para querer la aprobación de su madre o que al menos le dirigiera la palabra. Prefería sumirse en su mundo perfecto, y si por él fuese, no irse jamás.

Through Dreams [Katsudeku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora