vi.

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    El club de los perdedores se iba a juntar hoy en la casa de Bill, y todos se encontraban ahí en el horario acordado previamente, con la excepción de Alex.

    —¿Y Alex? —les preguntó Bev, quien fue la última en llegar.

    Los chicos se miraron nerviosos y el pánico les llegó como un repentino golpe en la cara. Sabían que si Alex no venía algo había pasado, algo grave.

    —Hay que ir a buscarla. —sentenció Richie, saliendo de la casa.

    La primera parada, como es de esperarse, fue la casa de Alex. Al llegar se bajaron de sus bicicletas tan rápido como pudieron y Beverly golpeó la puerta un par de veces, y apenas segundos después la madre de la chica abrió la pierta y les dedicó una sonrisa al suponer que eran los amigos de su hija, ya que vio a Richie allí.

    —Hola. —los saludó —¿Qué los trae por aquí?

    —¿Está Alex en casa? —le preguntó la pelirroja, aún con un poco de esperanza.

    La expresión de la mujer cambió drásticamente en cuestión de segundos, quizás hasta menos.
Los perdedores no tenían que escuchar sus palabras, ya sabían muy bien la respuesta.

    —Yo... pensé que estaba con ustedes. —susurró, comenzaba a ponerse nerviosa.

    —¡Ah, si! Me había olvidado. —dijo Richie rápidamente, tratando de calmarla —Ayer me dijo que iba al Arcade hoy, no me acordaba. Falsa alarma.

    Fingió una risa lo mejor que pudo, lo cual logró darle tranquilidad a la madre de Alex, quién soltó el aire que tenía en los pulmones, sus hombros se relajaron.

    —L-l-lamentamos m-mucho molestarla. —se disculpó Bill.

    —Tranquilos, no pasa nada. —respondió —Bueno, espero que se diviertan. Y dígale a Alex que me avise la próxima vez que vaya a salir.

    —Claro, se lo diremos —sonrió Mike —Que tenga un buen día.

    La mujer les dio una sonrisa de despedida y cerró la puerta, provocando que sus falsas expresiones de tranquilidad se borraran y dieran paso a unas de genuino terror y desesperación.

    —¡Mierda, mierda, mierda! —Richie entró en pánico cuando ya se habían alejado de la casa.

    —Hay que ir a buscarla. —sentenció Beverly —Y hay que ir ahora.

    Los perdedores prácticamente saltaron sobre sus bicicletas y comenzaron a pedalear a la evelocidad de la luz hacia su destino, todos tenían muy claro a dónde ir: la casa abandonada. Todos sentían un gran nerviosismo y ansiedad. ¡Por dios, uno de ellos había desaparecido! Los siete sentían como si todo estuviera poniéndose peor cada vez, cosa que ya les parecía muy difícil. Aquél grupo era casi lo único que tenían. Eran amigos, amigos de verdad, se apoyaban entre ellos y se querían sinceramente.

    Richie se sentía total y completamente destruido, su mejor amiga en todo el mundo estaba desaparecida. La única que había logrado que él no se sintiera raro, la única que lo había hecho sentir aceptado con respecto a sus sentimientos. Cuando supo con seguridad que ella estaba desaparecida fue como si le hubieran pegado una patada en el estómago, y sentía que con cada segundo ese dolor se incrementaba volviéndose casi insoportable. Sus ojos llenos de lágrimas le impedían ver bien, y sus temblorosas manos le dificultaban andar bien en su bicicleta.

    A Bill se le escapaban las lágrimas, sentía que todo en su vida iba cuesta abajo. Primero la desaparición de Georgie, y ahora una de sus únicas amigas en la vida. No era para nada fácil de soportar, menos para él. Aquél sentimiento de culpa crecía con cada segundo y se sentía incapaz de hablar y pensar bien.

𝖋𝖗𝖎𝖊𝖓𝖉𝖘, beverly marsh Donde viven las historias. Descúbrelo ahora