Nay se rebela

38 2 0
                                    


Narra Nay:

La mañana siguiente, aunque no había clase de matemáticas, me levanté temprano para entregarle el trabajo al profesor y me dirigí a su salón. La escuela estaba casi sola ya que no habían empezado clases todavía. Solo estaban algunos maestros, los conserjes y una que otra descerebrada de las amigas de Jennifer. El maestro, quien revisaba unas cosas, cuando me vio entrar me dijo:

—Pensé que no iba a hacer el trabajo, usted misma lo confirmó ayer.

—Pues fíjese que no tenía ganas de hacerlo —le contesté—. Sin embargo, mis amigos y yo nos acostamos super tarde haciéndolo, así que no me pida más.

Estaba a punto de salir del salón, pero el profesor me detuvo:

—Aguarda un segundo. Quiero hablar contigo, por favor.

—Dígamelo rápido, que no tengo todo el tiempo, —obviamente no tenía ganas de verlo ni un segundo más, entonces continué— además las clases ya van a empezar y antes tengo que ir con mi amiga para ayudarle con otros trabajos, así que por favor apúrese.

—Mire señorita, —me dijo el muy desgraciado— a mí no me parece el comportamiento que usted está tomando conmigo. Yo no le he hecho nada y además soy su maestro, por lo tanto, me debe tener respeto.

—La verdad es que yo soy un asco para las matemáticas, no se me dan y no me gusta su clase, además usted duerme a cualquiera. ¿Hay algo más que me quiera decir? Porque yo ya no quiero estar aquí.

Se empezó a acercar de una manera algo seductora y me empezó a tocar el cabello, que llevaba suelto, también llevaba un short un poco más abajo del muslo, una blusa y tennis que hacían juego, y mi mochila.

—Usted para mí ya está reprobada todo el semestre —afirmó el profesor.

—¿Qué? ¡Cómo puede ser tan cínico! ¿Me pone a hacer un trabajo, lo hago y además me va a reprobar? Eso es totalmente injusto —le respondí en shock y a la vez con coraje.

—Mire, seré muy franco con usted. Me ha funcionado con otras chicas, pero no sé si con usted me vaya a funcionar.

—Bueno, vaya diciéndome de una vez porque como le dije no tengo tanto tiempo y además estoy enojada con usted porque encima de que le hice todo el trabajo me va a reprobar. No es justo, me van a sacar de la academia.

—Si usted me da una noche por mes yo le apruebo todo el semestre y no tiene que entrar ni a mi clase.

—¡Ah, o sea que usted cree que yo soy una ofrecida! —exclamé— ¡Oígame, no! Prefiero mil veces estar reprobada que andar metiéndome con usted. Conmigo se equivocó.

—¡Por favor, Nay! —suplicó.

—¡No me diga Nay! —contesté—. ¡Qué descaro el suyo! ¿Cómo se le ocurre hacerme semejante insinuación? Eso no es de maestros, usted quiere respeto, entonces usted también respéteme a mí.

—¡Por favor! —insistió acercándose más, acorralándome contra la pared.

Me empezó a acariciar el pelo y el cuello, y yo asustada lo empujaba en vano.

—Usted sabe qué es lo que le conviene señorita. Yo solo le estoy haciendo una oferta y usted verá si la acepta o no, así que piénselo por unos días y pasado mañana me dice.

—Yo no voy a aceptar su propuesta —le aseguré con firmeza—. Usted no me conoce, si yo digo que no, es no. Si quiere repruébeme, sáqueme de la academia, pero yo no me voy a meter con usted, así que déjeme en paz y déjeme salir.

Amores musicalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora