ETERNIDAD

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Aún podía recordar aquel día en el que se habían conocido. Ese casi niño de 16 años había llegado a su vida como un torbellino y había puesto su mundo completamente de cabeza. Nunca se imaginó que él, un joven de 20 años, iba a enamorarse de esa manera, pero las cosas a veces eran así, simplemente sucedían, sin explicación, sin razonamientos... sin pedir permiso.

No podría decirse que fue algo sencillo, porque no lo fue, pero a pesar del rechazo, de las críticas, la falta de apoyo incluso por parte de sus familias, ellos se amaban, con una intensidad que quitaba el aliento, que mareaba, que descontrolaba, que desordenaba todo... Con una intensidad que dolía. Y ellos sabían que sus corazones habían quedado irremediablemente unidos, desde la primera vez que se vieron y se dijeron hola.

Por eso él se encontraba ahí, en ese hermoso día soleado que parecía ser su cómplice, que parecía ponerse de su parte. Se sentía ansioso y se podría decir que bastante nervioso. No sabía si había hecho bien en comprarle esa hermosa rosa blanca, sabía perfectamente que a él no le gustaban las flores, pero es que, a Samuel, a veces lo cursi se le escurría hasta por los poros.

—¿Y si la rechaza? —susurró para sí mismo mientras observaba aquella rosa en sus manos. Una leve sonrisa se formó en sus labios inmediatamente después—. No seas tonto, Samuel, él jamás harías eso.

5 años antes

Hay ocasiones en la vida, en las que sentimos que no pertenecemos al lugar en el que estamos parados, miramos a nuestro alrededor sintiéndonos como un punto negro en una hoja blanca. Hay algo en todo que no encaja...

El joven abrió los ojos sintiendo una pesadez en los párpados que lo hizo fruncir el ceño por la molestia. El dolor de cabeza era insoportable y lo acrecentaban los gritos y risas a su alrededor. ¿Qué demonios estaba pasando? No comprendía el alboroto y se sentía tan débil que de hecho no podía siquiera hablar.

Miró a su alrededor, tratando de reconocer el lugar y a quienes estuviesen ahí, pero lo único que pudo ver fueron paredes blancas y tres personas a las cuales no había visto en su vida. Cerró de nuevo los ojos un tanto desorientado, tratando de calmar los latidos de su corazón, que cada vez se aceleraba más.

—Les voy a pedir, por favor, que salgan un momento. —Una voz ronca se dejó escuchar en la habitación. Las tres personas que estaban ahí salieron rápidamente al escuchar al hombre de bata blanca que acababa de entrar y que ahora estaba frente al joven, revisando aquí y allá, en compañía de una enfermera.

Poco a poco empezó a comprender... Se encontraba en un hospital.

Pero, ¿por qué estaba ahí? El solo hecho de intentar recordar hacía que dolorosas punzadas se alojaran en el lado izquierdo de su cabeza, incluso le provocaba la necesidad de apretar los ojos con fuerza, tratando de mermar el dolor. No lo conseguía. Intentó decir algo, lo que fuera, pero cualquier intento de palabra que salía de su boca, era interceptado en esa máscara de oxígeno que prácticamente le cubría la mitad del rostro.

—Tranquilo —dijo una voz cálida cerca de su oído. Era la enfermera—. Tenemos que cerciorarnos de que todo está en orden. Pero no te preocupes, vas a estar bien.

Vas a estar bien...

Que falso sonaba aquello cuando ni siquiera sabía por qué se encontraba en ese lugar, pero era de suponer que de nada le valía desesperarse. Esperó con paciencia, más de la que creía tener, mientras varios médicos y enfermeras desfilaron frente a él haciendo y diciendo cosas que él, por supuesto, no entendía.

Sus signos vitales están bien —escuchó decir a lo lejos, mientras sentía cómo sus ojos nuevamente se cerraban por esa pesadez en los párpados que se incrementaba cada vez más. Nuevamente se iba quedado dormido.

ETERNIDAD (Historia corta)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora