El Callejón y la Rosa

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No había ni un día en el que no se la viera sentada en la sala de espera, llevando un ticket de turno en su mano derecha. Había hecho los cálculos para que siempre le atienda la misma chica, esa chica de la cual se había enamorado a primera vista.

A partir del primer día todo cambió en su interior. Necesitaba verla, se había convertido en una especie de droga que la llenaba maravillosamente, una adicción de carne y hueso con cuerpo y belleza de mujer.

Ahí estaba ella, con la mirada fija sobre su próxima víctima, tenía estudiado cada movimiento, desde su notable abrir y cerrar de labios al hablar, hasta el delicado y casi imperceptible parpadeo de ojos. A pesar de la distancia que las separaba su vista era como la de un ave cazadora volando amenazante sobre su inocente presa, que sin saberlo, se había convertido en objeto de oscuras fantasías nocturnas, pero eran solo fantasías.

El efecto de aquella droga era lento pero intenso que poco a poco comenzaba a expandirse por su sangre, provocando que esta hirviera y diera un viaje hasta sus mejillas para ruborizarlas, endurando sus pezones y humedeciendo su entrepierna. Debía levantarse e irse de ahí antes de que alguien la vea, antes de que el efecto tome control de su cuerpo e impulsivamente deslice una de sus manos hacia su pelvis.

No, eso no debía verlo nadie. El guardia de seguridad la echaría a patadas y colgaría su foto en la entrada con título escrito en letras enormes que diría: "Enferma". Y sí que lo estaba, pero no era su culpa, uno no escoge su enfermedad, simplemente se contagia o tiene mala suerte, la mala suerte de haberse casado con un hombre dominante y agresivo. Había aceptado ciegamente lo más similar a un secuestro bien planificado.

Cuando el cuerpo y la mente pasan encarcelados por un largo tiempo su esencia cambia irremediablemente, se pudre y no sabe qué forma tomar ¿Y qué es una cárcel?, Más que un lugar para apresar elementos dañinos que pueden acabar asesinando todo aquello que define al hombre como ser humano racional, dejando nada más que instintos animales, cazar, alimentarse, reproducirse...

Esa noche la fantasía se haría realidad, esa noche el efecto de la droga llegaría a su máximo clímax.

Que descuido para aquella pobre trabajadora al tomar la misma ruta para ir a su hogar, que desgracia el no haber hecho amistades que la cuidasen y se preocuparan por ella y que tristeza saber que los padres de aquella chica esa noche no recibirían la llamada indicativa de que todo estaba bien al final de día.

La vio entrando por el estrecho callejón donde a esas horas no había nadie, su caminar rápido hacía que sus caderas se movieran de un lado a otro de forma provocativa, sus tacos resaltaban su esbelta figura, su apretada falda marcaba sus perfectas caderas. Sin contar también con aquel maldito uniforme que sin saberlo le había hecho ganar la obsesión de una mujer demente.

Palpó con su mano sudorosa la navaja que llevaba en el bolsillo y la siguió con paso firme, tan sigilosamente como una sombra tras suyo. Una sombra que contenía toda intención de atacar en el momento más inesperado, de cazar cuando menos se lo esperara.

Sin más dilación envolvió su brazo alrededor de aquel delicado cuello de cisne, tapó su boca con una mano con la intención de ahogar un grito de su víctima. Inevitablemente se deleitó con el dulce perfume que adornaba su cuerpo. Poco a poco el cuerpo de la joven se desplomaba sobre el suyo por falta de aire. De esa manera le demostró su amor.

Al día siguiente día una madre apresurada corría con su pequeño hijo a la escuela, a la madre nunca le había gustado aquel callejón, ese día ella empacaría sus cosas y se mudaría de inmediato.

¿Qué clase de horror había encontrado la señora que la había asustado tanto? ¿Qué vio que la hizo huir de pavor como un animal en peligro?

En el único poste que iluminaba la calle y que hace tiempo había dejado de cumplir su función estaba atada una soga, debajo de ella descansaba un basurero, girando lentamente un cuerpo femenino colgaba. Era delgado, pero a pesar de ya no poseer vida aún conservaba su delicada forma femenina, su cabello lacio y perfumado caía sobre su rostro.

Cuando el policía levantó el cadáver, prontamente escribió en su informe que le trasmitió inocencia como una hermosa máscara que ocultaba un terrible monstruo.

El hallazgo del basurero fue mucho peor, le costó mucho trabajo describirlo en su informe un dolor inmenso se apoderó de su pecho cuando se enteró la vida pasada de aquella pobre muchacha, venía de un pueblo pequeño donde había vivido con sus padres a pesar de ser joven no se había dejado llevar por los vicios ni las malas compañías que se encuentran en cada rincón, era buena estudiante y había viajado a la cuidad para realizarse profesionalmente en la universidad, apenas graduada había encontrado un trabajo, el pobre policía no olvidaría nunca como lucía su cuerpo abandonado ahí en medio de la peste

El pobre hombre pensó toda la noche en cómo llamar a sus padres, cómo decirles que su hija había sido descuartizada como un animal, que en su pecho abierto y sin corazón alguno habían encontrado una rosa blanca, al principio pensó que era roja, pero no era así, aquella blanca rosa se había teñido de un rojo intenso e inexistente que jamás se había visto en alguna otra, un rojo capaz de encender las más terribles pasiones humanas, un rojo sangre.









AGRADEZCO A DENNISE SALTOS POR LA EDICIÓN

LOS RELATOS OLVIDADOSWhere stories live. Discover now