-Siempre fuiste tú; te sostendré y arreglaré, ya no te asustes más.
¿Cuán estúpido era como para volver a caer en lo mismo? Aoba estaba completamente seguro de que iba a terminar con dolor de cabeza por hacerse la misma pregunta por milésima vez.
Se dejó caer en el sofá más grande de su sala y miró a la nada durante algunos minutos que después se convirtieron en horas. Rió sin humor varias veces, ¿Cuán estúpido era como para adorar ese círculo vicioso? Ni siquiera sabía cuántas veces había caído en esa tontería llamada "amor".
Lo único que sabía es que amaba la sensación y parecía adorar ser destrozado, rebasar su límite. Luego de que Clear fuese el tercero en romper su frágil corazón, se preguntó por qué era un completo idiota.
Odiaba ser ese tipo de completo idiota.
En las horas que miró a la nada intentó convencerse de que no pasaba nada, que todo estaría. Él no necesitaba a ese estúpido albino, tampoco lo iba a extrañar. Aoba estaba mejor solo, ¿Por qué habría de llorar y suplicar su regreso?
Sin embargo, en el fondo, algo se negaba a creer que eso era cierto.
Quizá su indiferencia ante el tema era la prueba de que todo estaría bien, o al menos ese fue el pensamiento que lo mantuvo estable durante los días siguientes, manteniéndolo en un falso estado de tranquilidad.
Fue por la tarde del quinto día, en uno de esos ratos donde sólo miraba fijamente el techo sin tener nada que hacer, que se dio cuenta de lo mucho que lo extrañaba, sintiendo su pecho oprimirse dolorosamente, como si apenas estuviera asimilando lo que pasó.
Fue la madrugada del sexto la primera vez que lloró completamente solo, harto de las abruptas y horribles sensaciones que lo invadían cuando menos lo quería, susurrando su nombre tras cada sollozo asfixiante.
Y fue hasta la noche del séptimo día cuando admitió que aún seguía estúpida y perdidamente enamorado de Clear, haciendo que todo ese agradable confort que había creado los primeros días se destruyera en un santiamén.
Era patético.
Para él siempre fue más fácil echarle la culpa al albino, acusándolo en silencio del grave delito que cometió al romper su corazón cristalino, enojándose con cada persona que se atrevía a mencionar su nombre y buscando con desespero borrar su existencia de su mente.
Al final, asumió la culpa al pensar que no lo había cuidado bien, su personalidad le jugaba una clara desventaja. Tal vez Aoba no nació para ser amado, aún cuando él amaba con todo su ser.
Demasiado patético.
Y aún cuando el sentimiento de culpa comenzaba a carcomerlo con lentitud, supuso que lo mejor sería dejarlo atrás como si nada hubiese pasado, aunque eso le doliera más que nada.
Durante las siguientes dos semanas, se dedicó a ignorar aquella parte molesta que aún se aferraba al recuerdo del albino, frustrándose cuando, la mayor parte del día, se encontraba admirando cada facción de su rostro a través de una foto y recordando todos los momentos que pasó a su lado.
Y se odio por cada suspiro enamorado que inconscientemente le arrancó.
Cuando se cumplió un mes, recurrió a su última opción con la intención de dejarlo ir. Escribió una carta, con la cual revivió cosas realmente dolorosas, asegurándose de poner cada sentimiento en ella. La dobló con sumo cuidado antes de besarla y observar cómo se extinguía hasta quedar en cenizas.
Y, quizá, fue la última vez que lloró gritando su nombre acompañado de muchas disculpas.
-Siempre fuiste tú; me sostuviste y arreglaste, me asusta haberte perdido.
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Tears
FanfictionPor cada lágrima que Aoba derramó, escribió una carta a su persona amada. 'Para: mi gran amor efímero y unilateral.' Koujaku/Aoba; Noiz/Aoba; Clear/Aoba; Mink/Aoba.