Capítulo 1

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 JACK

La sangre seguía expandiéndose, como si fuera un ejército hambriento de tierras queriendo dominar cada baldosa de la acera. La gente que pasaba se quedaba anonadada mirando tan macabro escenario. Un cuerpo prácticamente irreconocible rodeado de ríos rojos y espesos. Y un puro en el suelo, cerca del cadáver. Ignoraba la razón por la que aquella persona había muerto, pero la verdad es que, cuando cayó desde la cima del piso 32 de la calle Seflied y me salpicó de sangre al chocar violentamente contra el suelo, me quedé impresionado. Aquello me hizo reflexionar sobre la fragilidad de la vida, como los humanos podemos morir con un simple corte muy profundo, un resfriado mal curado, y muchísimas otras cosas. Cada día es un día más que sobrevivimos. 

Noté humedad en la punta de los pies. Al mirar abajo vi como aquel líquido escarlata lamía mis zapatos. Me retiré un paso mientras veía como llegaba una ambulancia y la policía. Al ver a esta última recordé que tenía trabajo, así que con las manos en los bolsillos caminé calle abajo. Oí como alguien me llamaba. Seguramente alguien de la ambulancia alarmado al ver las saplicaduras de sangre en mi sudadera.

Desde hacía unos años trabajaba para un hombre cincuentón, el Tío Mike. En realidad no era su nombre real, pero así nos decía que le teníamos que llamar. Este hombre pagaba por hacerle algunos "recados". Era una persona medianamente importante en Nueva York. La gente le tenía respeto. Tenía a más de 20 personas trabajando a su servicio, contandome a mi. Según él, nosotros eramos sus "perros" y hacía lo que quería con nosotros. Aquello me enfuercía, puesto que sabía que se aprovechaba de que era la única persona a la que le teníamos algo de afecto, puesto que la mayoria nos criamos con él. Él nos dió un hogar en nuestra más tierna infancia y desde entonces se dedicó él a nuestra educación. La mayoría no teniamos familia por diversas circunstancias. Cuando cumpliamos los 16, él nos empezaba a asignar trabajos. Él siempre decía que habían personas que servian para unas cosas y otros para otras. Según él, yo era bueno en las peleas. En realidad, sospecho que nos considera poco más que a perros. Vivimos todos con él en una enorme casa, pero cuando cumplimos 18, nos echa, aunque nos obliga a continuar trabajando para él. Bueno, para cualquiera, ya que una vez que somos mayores de edad formamos parte de una especie de catálogo. Cualquiera podía venir, elegir al "perro" que más le gustara para algún trabajo, y luego le pagaba al amo. El "perro" recibía la menor parte. Afortunadamente, yo aún tenía 17, así que trabajaba para el Tío Mike.

Finalmente llegué a la puerta 2b de la calle Treglon. Llamé a la puerta. Saqué un papel del bolsillo mientras esperaba. Él hombre se llamaba Ronald Cranston "El príncipe". Se apodaba así por su afán de vestir con ropa de marca. Jamás me decían el motivo del trabajo. Simplemente me lo mandaban. Lo más seguro era que se hubiera acostado con alguna de las prostitutas del Tío Mike, o que le debiera dinero. Cuando abrió la puerta, apareció un hombre vestido con un smoking de Armani y bien afeitado, con el pelo completamente simétrico y una sonrisa en la cara.

-Dime, chico. ¿En que te puedo ayudar?. -me dijo.

Pasé la mano por el bolsillo de nuevo para dejar los papeles. Entré dentro de la casa sin permiso y cerré la puerta. Me preparé para dar un puñetazo y me avalancé sobre él. En el papel también estaba escrito lo que debía decirle, pero después de asestarle un puñetazo y tumbarlo en el suelo, el hombre se me quedó mirando con los ojos casi fuera de sus órbitas.

-Tú eres Jake Costanello.  Sí, estoy seguro. Tienes los mismos ojos que esa zorra de tu madre. -dijo. Acto seguido me escupió.

¿Cómo? Estaba insultando a mi madre. Sí, era cierto que jamás la había conocido. Tan solo conocí a mi padre durante los 3 primeros años de mi vida. Mi madre murió al darme a luz. La rabia me cegó y no pude parar de golpearle la cara con los nudillos. El hombre no se protegió la cara. Y eso que yo le seguía dando golpes con la cara contorsionada por la rabia. Finalmente, agotado de golpear el magullado y sangrante rostro de aquel tipo, puse mis manos entorno a su cuello. El hombre dio algunas convulsiones tratando de liberarse de mis manos que cubrian su frágil cuello de manera férrea. El príncipe se llevó sus manos al bolsillo tratando de sacar su pistola, pero le golpeé en la cara y la cogí yo antes, poniendo fin a aquella pelea con un limpio disparo en la cara.

Me quedé unos instantes jadeando mientras tenía la pistola en la mano. Tenía nuevas manchas de sangre en la sudadera. Miré el inerte cuerpo de aquel hombre. Suspiré mientras volvía a pensar en la fragilidad de los humanos y me ponía en pie. Cogí el móvil que tenía en el bolsillo trasero del pantaón vaquero y llamé al Tio Mike. Ante todo serendidad. Me levanté mientras oía por el oído derecho el pitido del móvil. Finalmente oí una voz ronca al la otra línea.

-¿Qué ocurre? 

-Tío Mike yo... Lo siento... He matado a Ronald. -oí mi propia voz y me sorprendí. Sonaba como siempre. Aquel incidente no parecía haberme alterado lo más mínimo.

-Lo sé.

-¿Cómo que lo sabes?

-Chico, ¿qué te dijo exactamente ese hombre?

- Insultó a mi madre y descubrió mi nombre.

- Ahora piensa. ¿Cómo un hombre completamente desconocido te dice algo así? Se lo mandé decir yo, idiota, para ver como reaccionabas. Era una prueba. Y la has pasado. -tras decir eso soltó una carcajada y continuó hablando. - Ahora es como si fueras mayor de edad, chico. Yo siempre vi en ti algo que los demás no tenían. Algo que me recordaba a tu padre cuando era joven. Esperaté allí. Mandaré a Sabueso para que te recoja. -colgó.

Ahora que lo decía la verdad es que podía ser verdad que tan solo fuera una prueba. Yo no se nada de mis padres, así que perfectamente podía ser. Aunque maldije mi suerte. No me importaba que me tratará como a un adulto, ya que cobraría más. El problema era que Sabueso comenzaría a ser curios, y lo único que yo no podía soportar eran los curiosos, y los engaños.

Esta era la primera persona que mataba, pero tras el macabro espectáculo de una hora antes, casi me daba igual. Era simplemente alguien cruel que había muerto. Nada más.

El sonido del silencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora